Delante de ella un café y un Sergei que la observaba seriamente, concentrado en evaluar cada uno de sus gestos. Vestía una chaqueta de gamulán y una bufanda roja que acentuaba la palidez de su cara y el tono marino de sus ojos.
- No sé cómo empezar esta conversación sin iniciar una espiral de mentiras - dijo él, de pronto.
Sofía no esperaba aquello. Se quedó meditando un momento y tras evaluar rápidamente todas las posibilidades, dio un suspiro y se reclinó sobre su silla.
- No veo por qué tenemos necesidad de hacer confesiones. Yo apenas te conozco, tú no sabes nada sobre mí, no somos amigos ni nada. Dejemos esto así.
- Pero eso no es cierto - dijo él, sonriendo con cierta malicia - Yo sí sé cosas sobre ti, y tú has estudiado toda mi vida. Si no somos amigos "ni nada" es pura casualidad. Además, tendrás preguntas y reclamos que hacer, todo lo anterior muy válido. Y yo quiero saber por qué me estás siguiendo otra vez. Por lo que supe la última vez, te expulsaron del cuerpo de policía, ¿no es así?
- No te estoy siguiendo y nadie me expulsó. Me fui porque quise.
Decirlo y arrepentirse fue una sola cosa. Pero él no le dio tiempo de pensar más.
- Te fuiste porque luego de nuestro encuentro no te dieron más posibilidades de ascenso. Es prácticamente lo mismo.
- No todo el mundo gira en torno a lo que haces o dejas de hacer. La verdad es que gano mucho mejor ahora que antes. ¿Y tú? ¿Cómo conseguiste salir de la cárcel? ¿Tus papitos pagaron la fianza?
- Hum... huelo resentimiento...
- No has respondido la pregunta. Y ya que quieres hablar, pues...
- No. Mis "papitos" no pagaron mi fianza. Tengo un buen abogado.
- O estás prófugo.
Sergei rió.
- Sí, claro. Por eso insisto en tomar un café con una ex policía de investigaciones, deseosa de retomar su puesto poniéndome de nuevo tras las rejas.
- Te equivocas - dijo ella, tras un breve silencio - No me interesa mi antiguo puesto. Y no tengo interés alguno en ponerte tras las rejas. Aunque tu mente egotista no pueda creerlo, esta noche no estaba buscándote a ti.
Sergei frunció el ceño, incrédulo.
- ¿La señora Montenegro? Pero si es un alma beata de las más insignificantes
- Tu alma beata tiene un amante. O al menos eso cree su marido.
- Un amante
- Sí
- Mira. Y yo que le daba por perdida. Es bastante guapa. Ni hablar de que su marido es un engendro. ¿Y quién es el afortunado?
- Pues hasta ahora, todo te señala a ti
Ambos sonrieron. Sergei se inclinó sobre la mesa y tomó una de sus manos
- Sofía, querida, eres una chica encantadora. Pero la investigación no es lo tuyo. ¿Por qué no te casas conmigo y me acompañas a mi próxima gira por Europa? Podrías planchar mis camisas y esperarme cada noche en ropa interior.
- Eres un odioso - le respondió ella, sin dejar de sonreír, y arrebatándole su mano suavemente - Pero tienes sentido del humor. Antes preferiría mil veces irme a consolar al miserable engendro celoso.
- No mientas, no te queda bien. Tampoco eres buena actriz. No sé qué voy a hacer contigo, no sirves para nada. Voy a tener que mantenerte toda la vida.
- Bueno, bueno, ya basta - dijo ella, tratando de moderar su sonrisa - Ya vi que no eras tú. Pero su marido piensa que hay alguien y se supone que debo saber si es cierto o no.
- Tal vez yo pueda ayudarte con eso.
- ¿Te ha contado algo?
- Sí. Pero sólo puedo decirte que no hay amante.
- Y debo aceptarlo, así no más, sin pruebas
- Bueno, siempre puedes tratar de probarlo, pero con las habilidades que has demostrado hasta ahora creo que te tomará meses. No pongas esa cara. Ni siquiera me has preguntado qué hacía yo con ella.
- Y qué hacías tú con ella
- No te pongas celosa. Nada romántico. Somos amigos.
Sofía levantó una ceja
- Claro. Por eso saliste corriendo a buscarme cuando viste que me iba
- No, no por eso. Salí corriendo porque no quería perder la oportunidad de verte otra vez.
- Puedes ir aburriéndote ya del coqueteo, no te llevará a ninguna parte.
- Y tú puedes ir aburriéndote ya de negar que entre nosotros hay algo más. Tú me encantas. Fue una lástima que la última vez todo terminase así. No te imaginas lo divertido que fue ver tu cara de hastío ante las idioteces que te decía al final de la noche. Ni lo mucho que me reí con tu escena de baile. Ni hablar de lo bonita que me pareces, especialmente cuando te ruborizas. Como ahora.
- No estoy ruborizada
- Y cuando tratas de hacerte la difícil, lo empeoras aún más. Aunque eres pésima policía, eso es innegable. Lo siento, alguien tenía que decírtelo. ¿Nunca te has cuestionado por qué pusieron a una policía joven e inexperta en un caso de espionaje internacional?
Sofía estaba con la boca abierta, aunque no hubiese podido definir en ese momento si era por indignación o confusión. Sergei prosiguió, implacable.
- Además está tu carácter y tu historia.
- No sabes nada de mí.
- Te equivocas. Sé todo sobre ti.

ESTÁS LEYENDO
El caso 22
RomanceUna joven detective es enviada a investigar un caso de espionaje internacional, pero nada es lo que parece. El sospechoso, un joven y atractivo violinista, da vuelta su mundo al revés, obligándola a revisar su propia historia y a lidiar con el deseo...