Salieron temprano. Sergei se veía entusiasmado y no dejaba de hablar de su padre. Irritado por la repentina verborragia, Octavio comenzó a creer que realmente no tenía idea de lo que estaba pasando y que, en el mejor de los casos, estaría tan sorprendido como él cuando descubriera el engaño.
Llegaron al lugar acordado y se sentaron donde pudieron. Era un galpón enorme que servía de bodega para una empresa maderera. Miles de tablones apilados formaban gruesas paredes dispuestas en filas tan altas que era imposible ver sobre ellas. En el exterior se escuchaban voces de hombres trabajando y ruidos de motores.
Cuando el reloj marcó las 10 de la mañana en punto, aparecieron dos siluetas por el portón de entrada. Ambos se pusieron de pie. El primero en acercarse a saludar era un hombrecito bajo, de unos cincuenta años, muy moreno. Evidentemente, Federico. Detrás de él, un hombre alto, de cabello cano, extremadamente blanco y de ojos tan azules como los de Sergei, se acercó a éste ceremoniosamente.
Ambos se examinaron con la mirada, hasta que le hombre extendió los brazos, exclamando en lo que parecía ser ruso
- Moy lyubimyy syn!
Sergei se abrazó a él y se quedaron largo rato así, llorando y diciendo cosas que Octavio no pudo comprender porque estaban dichas en otro idioma.
Se quedó de una pieza. Las lágrimas de Sergei eran reales y las del hombre también. Pero ése no era Ivanov. ¿Qué demonios estaba pasando? ¿Acaso había matado al Ivanov equivocado? ¿Sería que éste era otro Ivanov y que Sergei nunca estuvo emparentado con el asesino de su hermano? Llegó a tanto su desconcierto que largó involuntariamente una carcajada nerviosa que no podía detener y que descolocó a todos los presentes
- ¡Lo siento! - decía entre risotadas - ¡Debe ser la emoción!
Tuvo que salir del galpón, porque por un momento sintió que se estaba ahogando y que iba a vomitar. Afirmado en un muro, trató de respirar profundo hasta que su pulso se normalizó. El hombre de baja estatura se le acercó cuando ya le vio más recuperado
- ¿Se encuentra usted bien? ¿Le traigo un vaso con agua?
- No, no, no es necesario. Muchas gracias. Fue sólo la emoción, ya estoy bien. Usted debe ser Federico
- Y usted debe ser Octavio, el gran amigo de nuestro Seryozha
- ¿Seryozha?
- Sergei. Es un diminutivo. Alexander siempre le llamaba así. Seryozha.
Octavio se quedó callado, tratando de ordenar sus pensamientos. Federico continuó
- Venga, entremos. No tenemos mucho tiempo para conversar. Sergei nos ha dicho que es posible que los estén siguiendo.
Accedió. Estando de regreso frente a la pareja de padre e hijo, y en vista que no podía participar de la conversación que sostenían ya que no entendía ni media palabra, se dedicó a observarlos. Sí tenían un parecido, aunque lo mismo podría haberse dicho del hombre que asesinó hace años atrás. ¿Sería que éste era el verdadero Ivanov o era un farsante? ¿Sería capaz Sergei de organizar y participar de un montaje tan elaborado? Lo último parecía improbable, pese a lo cual no se resignaba a desechar la idea.
Cuando había pasado una hora, Sergei y el que supuestamente era su padre comenzaron a abrazarse, señal que le indicó a Octavio que se estaban despidiendo por fin. Luego de los abrazos, el sujeto se dirigió a él directamente, en perfecto español
- ¿Puedo hablar contigo un momento a solas?
¿A solas? Octavio accedió pese a sus dudas. Caminaron un poco hacia el centro del galpón y cuando estuvieron lo suficientemente lejos, le dijo, en tonto sentencioso
ESTÁS LEYENDO
El caso 22
RomanceUna joven detective es enviada a investigar un caso de espionaje internacional, pero nada es lo que parece. El sospechoso, un joven y atractivo violinista, da vuelta su mundo al revés, obligándola a revisar su propia historia y a lidiar con el deseo...