Cuando despertó, Sergei la miraba con seriedad. Le hubiese gustado decir algo, pero no sabía exactamente qué, así es que sólo guardó silencio y esperó a que él tomase la palabra. Habían pasado la noche juntos, pero seguían siendo extraños el uno para el otro. Lo observó acomodarse el mechón que caía rebelde sobre su cara y guardar un silencio tan obstinado como el propio, hasta que, sin previo aviso, él se acercó para besarla con fuerza, sujetando su cuello con una mano y casi cubriéndola con su cuerpo, aún desnudo. La agitación del beso duró algunos minutos, hasta que la penetración los obligó a distanciar sus caras para tomar aire. Se quedó ahí, dentro de ella por algunos segundos, sólo mirándola, hasta que una nueva embestida les hizo cerrar los ojos a ambos. Volvió a besarla, esta vez con suavidad, mordiendo sus labios al tiempo que entraba en ella una y otra vez, sujetando su cuerpo absoluto desde la cadera hasta los muslos. La danza se fue convirtiendo poco a poco de un vals a un capricho, cada vez más incontrolable, hasta que todo terminó. Se estrechó contra ella una vez más, como si quisiera desaparecer en su interior y luego se desplomó sobre su cuerpo.
Sofía recuperó poco a poco el aliento. El cabello de Sergei le caía delicadamente sobre el pecho y cedió a la tentación de acariciarlo, arrancándole un gemido de placer, hasta ahora desconocido para ella. Se dejó acariciar por algunos minutos, pero luego se irgió sobre ella, la besó sonoramente en la boca y en la cara y se puso de pie, desapareciendo en el baño.
Cuando escuchó el sonido de la ducha, se arropó con las sábanas y se acurrucó en posición fetal, todavía un poco resentida físicamente, pero con una sensación de placer que superaba todo. Por un largo rato se permitió ser sólo esa Sofía, la del cuerpo que él había calificado de hermoso, la del cuerpo que él había castigado y adorado, la que había sentido en la palma de sus manos la temperatura y textura de la piel de Sergei. La memoria de lo ocurrido esa noche se repetía en su imaginación como un cuento circular; el beso en la puerta, sus manos sobre sus pechos, sus caderas pugnando por invadirla, el gemido que nacía de su boca augusta, la propia sensación de abandono al destino y a la muerte a costa de ese momento de placer incontenible, todo volvía sobre sí mismo.
Al cabo de un rato durante el cual no pudo dormir, escuchó que Sergei regresaba. Estiró el cuello para mirarlo. Ya estaba vestido y la observaba con una sonrisa arrebatadora.
- Duerme. Volveré por ti esta noche, si no te incomoda.
Sofía sonrió y él se acercó para besarla una vez más, pero esta vez muy brevemente. No dijo nada más; sólo le dedicó una última mirada y luego desapareció por la puerta de su departamento.

ESTÁS LEYENDO
El caso 22
RomantizmUna joven detective es enviada a investigar un caso de espionaje internacional, pero nada es lo que parece. El sospechoso, un joven y atractivo violinista, da vuelta su mundo al revés, obligándola a revisar su propia historia y a lidiar con el deseo...