El fugitivo

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Después del regreso a Chile, y de las largas sesiones de audiencia para dejar su testimonio de lo que había ocurrido en Ecuador, Sergei no tenía ánimos ni fuerzas para discutir asuntos de corte amoroso con Sofía, quien constantemente lo abordaba con ánimos de conversar.

¿Por qué tendría que prestarle oídos? Sabía que lo había rescatado de un hombre peligroso, pero nada de eso quitaba su falta de confianza en él y, por supuesto, el fingimiento de su relación, con sexo incluido.

Durante la última audiencia, Esteban se acercó, amistosamente

- Qué tal, como va

- Bien, ya sabes. Tratando de aceptar todo. ¿Y tu brazo?

- Mejor.

- Qué lástima.

Esteban rió

- No me guardes rencor. Siempre me simpatizaste, ¿sabes?. Lo de inventar que Sofía y yo éramos novios fue un mal necesario. De otro modo nadie habría entendido qué hacía yo metido entre ustedes.

- No me des explicaciones, Esteban, no sirven de nada. Por mí hubiese sido mejor que se ahorraran todo el teatro, especialmente el de Sofía.

Esteban lo miró, frunciendo el ceño

- Oh, no, pero lo de Sofía no era ningún teatro. Ella sí está enamorada de ti, siempre lo ha estado. Por qué pones esa cara, ¿acaso no te lo dijo ese día en el hotel?

Sergei lo miró, confundido, y Esteban continuó

- Ah, pero tú conoces a Sofía mejor que yo y ya sabes que es una pésima mentirosa, no podría haber fingido eso ni en mil años

- Pero entonces, lo que le dijo a Octavio...

- Eso fue Sofía haciendo su mejor esfuerzo por mentir. Lo hizo bastante bien, considerando sus pobres habilidades en las artes escénicas. Estaba tu vida en juego, claro. Y bueno, tú tampoco eres muy buen mentiroso, qué quieres que te diga

- A qué te refieres

- A que aparentemente estás ofendido porque no te dijimos que lo nuestro era una farsa. Pero mírate, hombre, aún creyéndolo no perdías oportunidad de llevártela a los rinconcitos oscuros cada vez que tenías oportunidad. ¡Me imagino cómo hubiera sido si hubieses sabido la verdad! Yo no sé realmente si Octavio se tragó o no lo de nuestro noviazgo, pero contigo encima de ella a cada rato era realmente un mentira difícil de sostener.

Sergei se quedó en silencio un momento, pero luego tuvo que asentir, ante el peso de los razonamientos de Esteban.

- ... Bueno... tienes razón. No lo había visto así.

Ambos se quedaron en silencio un instante, hasta que Sergei sonrió

- Gracias, Esteban. Iré a buscar a Sofía, me he comportado como un cretino con ella.

- ¿Ahora? ... Claro. Aunque yo, si fuera tú, esperaría un poco

- ¿Esperar?

Esteban rió

- Es una maldad, realmente. Es que nunca he visto a Sofía hacer nada por un hombre y me causa curiosidad ver hasta dónde es capaz de llegar por ti. Está desesperada.

Sergei negó con la cabeza, riendo

- Eres una persona muy perversa, ¿te lo han dicho?

- Pero, vamos, dime que no te gustaría saber qué tan enamorada está de ti esa chica.

Sergei levantó las cejas, evaluando la situación

- Esperar un poco no le hará mal a nadie.

Y esperó. Cuando la vio llegar a sus ensayos, pensó que se acercaría a hablar con él, pero en cambio se quedaba sentada y sólo lo miraba desde su asiento. "Cuando me hable, será", se decía. Pero Sofía no le hablaba; es más, hablaba con todos los músicos, menos con él. Estuvo tentado de acercarse, pero sus propios colegas de orquesta que sabían de la situación, le animaban a permanecer firme, diciéndole que ella tenía que dar el primer paso.

Cuando le llegó el primer ramo de flores no pudo evitar reírse, pensando que Sofía era terrible en esto. Pero le encantó que lo hiciera. Nuevamente se iba a acercar a ella, pero esta vez fue su propia curiosidad la que le detuvo. Cuando le contó a Esteban que las flores ahora traían un mensaje más extenso, éste le advirtió que se estaba pasando al siguiente grado de la perversión, que eso no era de caballeros y que debía terminar ya con su farsa.

- Creo que me iré a asesorar al otro bando - le dijo, riendo - Tú te estás pasando al lado oscuro. No dejaré que arruines la reputación de mi pobre amiga.

Un buen día Sofía dejó de ir a los ensayos y las flores ya no llegaron más. Sergei pensó seriamente en ir a buscarla, pero luego recordó las palabras de Esteban y juzgó que, con toda seguridad, esa era su "asesoría". Decidido a no caer en la trampa, optó por seguir esperando a que ella se decidiera a hablarle directamente.

Así llegó el día del concierto. Desde su puesto de director y solista apenas pudo ver que estaba entre el público, bonita como de costumbre, pero no fue sino hasta la cena que la vio realmente.

Sentado en el medio del salón con un grupo de músicos, esperaba su llegada con cierta inquietud. Sabía que asistiría, porque Esteban ya se lo había avisado, pero nada lo preparó para su entrada.

- ¡Whoa! - exclamó uno de los músicos de su mesa - ¿Que no es Sofía?

Todos, incluído Sergei, miraron hacia la puerta. Quedarse con la boca abierta y repentinamente mudo fue cosa de un instante.

- Que se joda Sergei, yo voy por ella - dijo otro, y todos rieron

- Que ningún chupasangre se atreva a moverse - atinó a decir Sergei, sonriendo - ¡Diablos, qué bonita es!

Sofía venía caminando hacia ellos como una aparición, con un vestido de satín rojo de generoso escote y un largo tajo desde el muslo hasta el tobillo, dejando a todos sin aliento. Sergei pensó que le iba a hablar, pero en cambio prosiguió su camino hacia una mesa que estaba más hacia el fondo. Si su entrada había sido espectacular, su retirada sacó varias exclamaciones más, pues el escote de su espalda llegaba justo al inicio de su columna.

Detrás de ella, pasando inadvertido hasta ese momento, Esteban saludó a los chicos de la mesa

- ¡Hola muchachos! ¡Hola Sergei! ¡Qué tal! Bonita noche, ¿no? Pásenlo bien

Y sin decir más, se fue a sentar junto a ella.

Tratando de recomponerse, Sergei recuperó su postura, mirando hacia el frente nuevamente y sujetándose de la mesa, como un Ulises resistiendo el canto de las sirenas.

- Que alguien me amarre, por favor

El caso 22Donde viven las historias. Descúbrelo ahora