Pizzicato

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- Deja de preocuparte. Todo saldrá bien - decía Esteban, mientras manejaba - Has hecho lo correcto. 

- No sé. A veces pienso que sería mejor decirle toda la verdad a Sergei...

- Ya. Claro. Y arriesgarnos a que delate a Bruno y que se ponga a sí mismo en peligro. Muy buena idea.

Sofía se agarró la cabeza

- No soporto mentirle.

Esteban la miró un instante con compasión y luego mantuvo la vista en el camino

- Pues si lo quieres tanto como dices, no te queda de otra. Además, no sabemos si lo que dice Carrizo es cierto o no. Tal vez no ha matado a Ivanov. Tal vez sí está vivo. Si eso es así, entonces nuestras sospechas sobre él serían falsas y estaríamos sólo frente a un buen policía haciendo su trabajo.

- ¿Y si no es así? ¿Qué tal si sólo está llevando a Sergei a una emboscada para tomar venganza?

- En ese caso tomaremos todas las precauciones del caso para protegerlo.

- No somos infalibles, sabes...

- Bueno, ya deja de lamentarte. No tenemos muchas piezas que mover en este ajedrez y el tiempo corre. Lo lamento por él, que se ve es un buen tipo, pero si hay una manera de capturar a su padre, yo quiero colaborar. Y si se trata de capturar a un policía corrupto, pues también quiero estar ahí. Necesitamos esas pruebas.

Sofía calló. Sabía que Esteban tenía razón, pero no se resignaba a su papel en el plan. ¿Ser la causante de llevar al padre de Sergei a la cárcel? ¿Exponer su vida a un peligro como ése? ¿Llevarlo engañado a una emboscada? Él jamás se lo perdonaría. 

Al fin llegaron a casa de Estela. La multitud de personas que  reía y conversaba en los salones de apenas dejaba espacio para hablar, de modo que la cumpleañera se limitó a hacerlos pasar alegremente e invitarlos con gestos a disfrutar del evento.

Avanzaron por los pasillos saludando a los invitados, hasta que en el fondo del salón vieron a Sergei conversando muy animadamente con dos rubias bastante voluptuosas. A Esteban se le arrancó una risa y Sofía lo miró con desaprobación

- De qué te ríes

- ¿Yo? No, de nada. Vamos a saludar.

- No, mejor esperemos a que esté solo.

- ¿En serio, querida? Creo que te pasarás la noche esperando. Si yo fuera él no dejaría esa charla por nada del mundo

- Sergei no es como tú.

- Ah. Vaya. No es hombre. ¿Qué es?

- Tienes cabeza de simio. 

- Oye, pero no me insultes. Yo sólo te prevengo ante lo obvio. Sergei ni siquiera se ha percatado de que estás aquí. Tiene cuatro buenas razones delante de él para estar distraído.

Sofía lo miró con odio incalculable y Esteban la abrazó

- Dale, pinchoncita. Yo me sacrificaré por los dos y me llevaré a las rubias. Pero para eso hay que acercarse.

- No me llames pichoncita

- Está bien, mi cuchi cuchi.

Ignorando la respuesta corporal de Sofía a sus chistes, Esteban se acercó con ella de la mano a saludar a Sergei.

- ¡Sergei, amigo! ¿Qué tal? Veo que no te va nada mal, ¿no me vas a presentar a tus chicas?

Sergei los miró a ambos, sorprendido, especialmente a Sofía, quien tenía algo extraño en la mirada.

El caso 22Donde viven las historias. Descúbrelo ahora