Espejos que se miran

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Se merecía la bofetada, no cabía duda, pero aún así no pudo evitar sentirse confundido. La quedó mirando lleno de sorpresa, esperando a que ella dijera algo, pero Sofía parecía demasiado molesta para articular alguna palabra, como si estuviese esperando una explicación.

Trató de pensar. Sabía que desaparecer tanto tiempo sin dar ninguna razón podía ser ofensivo, pero no tenía claro si la bofetada era por eso o por el sexo, o quizás por ambas cosas. La verdad es que no lo había planificado así. Cuando iba de camino a verla, todo lo que podía imaginar era un abrazo, un largo beso y probablemente una larga conversación; pero cuando pasó de la parte del abrazo a la del beso, su cuerpo y no su cerebro había tomado el control. Por otra parte, ella parecía haber seguido la misma lógica.

- Lo lamento - fue todo lo que atinó a decir.

- ¿Lo lamentas?

Se miraron desesperados por algunos segundos, hasta que los ojos de Sofía se llenaron de lágrimas y trató de levantarse para que él no la viera. Sergei se fue tras de ella de inmediato y trató de abrazarla. Forcejearon un rato, hasta que ella cedió, y se quedaron un par de minutos de pie y abrazados sin decir palabra.

- Perdóname - dijo él, al cabo de un rato. Como ella callaba, repitió - Perdóname, por favor.

- Necesito una explicación. Ya no puedes seguir ocultándote más, yo no puedo soportar más esto.

- Te explicaré todo. Lo prometo.

Sergei buscó su boca para besarla, pero Sofía lo esquivó. Acabó por besar su frente y apoyar su cara sobre la de ella, resignado.

- Muy bien, entiendo que te mereces una explicación, pero yo también necesito saber algo muy importante. ¿Qué es todo ese cuento con Octavio?

Sofía retrocedió para mirarlo de frente

- ¿"Todo ese cuento"? ¿Desapareces por casi cuatro meses y llegas pidiendo explicaciones?

- Bueno, no me mires así, necesito saber si estás enamorándote de él o algo por el estilo

- No tienes derecho a preguntarme nada de eso. Hasta donde yo recuerdo fuiste muy claro cuando me dijiste que entre tú y yo no había nada.

- Sí, soy un idiota, un estúpido, dime lo que quieras, pero de todos modos quiero saber.

- ... Pues sí, me gusta Octavio. En este tiempo me ha tratado bastante mejor que tú. Es más, creo que le gusto porque anoche

- ¿Anoche?

- Anoché, sí. Anoche dormí en su casa.

Sergei se quedó mirándola con la boca abierta de impresión. Sofía agregó, lapidaria

- Nos besamos en su sillón. Largo rato.

Sergei, mudo. Sofía parecía disfrutar el momento.

- De hecho - continuó - cuando sonó el timbre, pensé que era él.

- Estás mintiendo - dijo, al fin

- No. No estoy mintiendo.

Sergei apretó los labios y fue por su ropa, en silencio. Sofía lo miró un rato desde su rincón del triunfo hasta que se dio cuenta que estaba vistiéndose para irse.

- Ah. Ya veo. Y ahora te vas ofendido. Porque la mujer que dejaste tirada sin ninguna explicación decidió hacer algo diferente con su vida.

- No me voy por ofendido. Me voy porque no tengo nada más que hacer aquí.

El caso 22Donde viven las historias. Descúbrelo ahora