El visitante

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Cuando despertó la mañana siguiente y recordó lo sucedido, no supo si tenía más vergüenza de haberse puesto a llorar, de haber bebido tanto o de haber permitido que eso llegara tan lejos. Se levantó lo más rápido que pudo, pensando en salir de la casa de Octavio antes que este despertara, pero apenas abrió la puerta, se lo encontró preparando el desayuno

- ¡Despertaste! Ya pensaba que tendría que llevarte el desayuno a la cama. ¿Cómo te sientes?

- ¿Además de terriblemente avergonzada?

Octavio rió, pero luego se acercó a ella, más serio.

- Soy yo el que debe sentire avergonzado. No debí permitir que bebieras tanto. Y menos intentar besarte en ese estado. Fue una falta de delicadeza extrema de mi parte. Espero que puedas perdonarme.

- No hay nada que perdonar, mejor es que nos olvidemos de todo eso, ¿no te parece?

- Emmm... No. Porque,... de hecho,... en algún momento me devolviste el beso. Y me interesaría volver a repetir la experiencia, pero esta vez sin alcohol y, ojalá, sin llanto.

Sofía se cubrió los ojos.

- No, no, no, vamos a olvidar todo eso. Tú serás un buen amigo y fingirás que eso nunca pasó.

- Pero no quiero ser un buen amigo

- Ya - dijo ella, descubriéndose los ojos - pero te va a tocar ser no más, porque yo sólo quiero que seamos amigos. Lo de anoche fue un lamentable accidente etílico que no volverá a repetirse.

- Dicen que los niños y los borrachos siempre dicen la verdad.

- Octavio, si en algo me aprecias, no volverás sobre este asunto.

- Volveré. Pero te dejaré en paz por un rato. ¿Un jugo de fruta?

Sofía se tomó el jugo lo más rápido que pudo y regresó a su departamento. Se bañó, se puso una bata y se tendió sobre su cama a pensar, con mil preguntas sin respuesta en la cabeza.

¿Cuánto más iba a esperar a Sergei? ¿Por qué de pronto se le hacía tan necesario lo que había tenido por tan poco tiempo? ¿Lo había tenido alguna vez? Y si volviera a verlo, ¿se entregaría a él nuevamente o se mantendría firme en decisión de no tener más sexo con él hasta no saber bien quién era? A ratos se acordaba de su episodio de llanto y volvía a taparse los ojos, avergonzada, pero ya luego dejaba su espantoso momento ridículo en el pasado para enfocarse en lo que estaba sucediendo con su vida en realidad.

Estaba entregada a estos pensamientos cuando sonó su timbre. 

Maldición, pensó, debe ser Octavio que no entiende de negativas.

Hasta pensó en no atender, pero luego decidió que una frase directa para dejar las cosas enteramente claras lo mandaría de regreso a su planeta. Y fue a abrir.

Y así, inesperadamente, se halló de frente a Sergei.

Iba a preguntar algo, pero se quedó sin palabras.

Sergei, serio delante de ella, no dijo nada tampoco. Simplemente dio un paso adelante, cerró la puerta y sin esperar autorización ni aviso, la rodeó en un abrazo firme y largo.

Ella hubiese querido decir algo, pero se quedó en blanco. Él, tomó su cara con ambas manos y la besó, lenta y apasionadamente. Ahí estaban los labios cálidos y suaves que tanto había extrañado. Ahí, las manos firmes, ahí el rostro hermoso. Mientras aún la besaba bajó sus manos para quitarle la bata y entonces retrocedió un poco para mirarla y ver lo que tocaba. Recorrió la curva de su pecho y su cintura con una mano y con la otra tomó nuevamente su cara para volver a besarla. La tomó en brazos y se la llevó a la cama. Se quitó la ropa rápidamente y volvió sobre ella. Sofía no dijo nada, no quiso decir nada, ya habría oportunidad para hablar después. 

Se acariciaron durante largo rato, se lamieron y mordieron, revolcados en la cama como bestias en el lodo disfrutando del frenesí, hasta que el calor se hizo insoportable y la piel resbalaba una junto a la otra, hasta que ella empezó a gemir de placer y él de ansiedad, hasta que ya no había espacio para otro minuto más; entonces, sólo entonces, él separó sus muslos con ambas manos y entró en ella, golpeando su pelvis rítmicamente contra sus curvas, empujándola contra los almohadones que poco servían a esa hora. Los gemidos de ambos pasaron rápidamente de una respiración agitada a un grito violento, por lo que él se detuvo, saliendo de ella y acomodándose por detrás. Sujetando firmemente sus caderas, la penetró lentamente, susurrando en su oído un "¿me extrañaste?" que ella sólo pudo responder con un gemido, porque no le daba el pensamiento para otra cosa. Subió una de sus manos para sujetar sus pechos, que se agitaban rítmicamente a cada embestida y hundió su cara en el cuello de Sofía.  Absorto en su propio morbo, Sergei parecía concentrado en penetrarla cada vez con más fuerza, al punto que terminó por tumbarla boca abajo y poseerla casi contra el respaldo del la cama. Cuando sintió que ella perdía los estribos y que se desmoronaba en un orgasmo convulsivo, dejó correr su placer furioso dentro de ella, para desplomarse luego contra su cuerpo cálido y suave.

Se quedaron allí, jadeando sin decir nada un buen rato, hasta que Sofía recuperó sus fuerzas, se dio media vuelta para encararlo y lo abofeteó.

El caso 22Donde viven las historias. Descúbrelo ahora