Mi risa se podía oír desde China.
—¿Lo podéis hacer en otro lugar?— pregunté con mi risa cesando.
Me encontré con Koke con su novia en una posición acalorada, no sé si me comprendéis.
Les volví a mirar, y ya estaban vestidos.
—Menos mal que os pillé yo —sonreí divertida.
—Sí —suspiró la chica.
—Por cierto, me llamo Silvia —me acerqué a la chica y le extendí mi mano con una sonrisa.
—Beatriz. Bea para ti —cogió mi mano.
Se formó un silencio incómodo. Miré a la chica. Ella era de pelo moreno, ojos marrones y medía un poco más que yo. Parecía modelo.
—¿Eres modelo? —pregunté.
Se quedó confundida.
—No, soy profesora de inglés y algo más —dijo confundida.
—Pareces modelo —respondí.
Miré a Koke. Él estaba incómodo.
—¿Sabéis dónde está Carrasco? —pregunté.
—Se fue hace pocos minutos —respondió Koke mirándome.
Me di la vuelta y abrí la puerta. Me giré y sonreí.
—Usar condón por favor —dije antes de salir.
Caminé hasta el garaje subterráneo y no estaba el coche de Carrasco. Me había dejado sola. Miré a mi alrededor y por suerte, Torres entraba al garaje. Sonreí y me acerqué a él.
—Torres, ¿me puedes llevar a mi casa?
Me miró y pasó un brazo por mis hombros.
—Claro pequeña —dijo riendo.
—¡Yo no soy pequeña! Eres tú que eres demasiado grande —le repliqué.
—Claro, claro —murmuró.
Caminamos hasta su coche y me monté de copiloto. Arrancó el coche y salimos. Había mucha afición en la entrada. Había demasiada. Torres se paró y bajó su ventanilla. Suspiré y me acomodé mejor, porque sabía que iba a tardar mucho.
Tocaron mi ventanilla y miré hacia ella. Me estaban enseñando fotos mías. ¿Querían que yo les firmara autógrafos? Fruncí el ceño. Miré a Torres, ahora mismo se estaba haciendo una foto con un aficionado.
—Torres, ¿puedes bajar mi ventanilla? —le pregunté.
Me miró y luego miró hacia la ventanilla. La abrió y un montón de manos se acercaron a mi.
—¡De uno a uno por favor! —grité.
Oí como Torres reía. Comencé a firmar en libretas, fotos... También me hice fotos, e incluso me pasaron niños pequeños.
Después de quince minutos, ya había terminado de firmar y de hacer fotos. Me dolía la muñeca. Torres subió las dos ventanillas y nos fuimos de allí.
—Me duele la muñeca —le dije.
—Te acostumbrarás —rió.
Después de quince minutos en silencio, llegamos a casa de Carrasco. Aparcó y suspiró.
—Seguramente Carrasco no esté en casa y no me gusta estar sola, ¿puedes venir a casa? —le pregunté.
—Vale, vamos —dijo sonriendo.
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Amor por el fútbol 〈Yannick Carrasco〉
Fiksi PenggemarSilvia Corberó, una fotógrafa humilde y sin mucho que contar. Con 19 acabó la carrera de fotógrafa, y compró una pequeña tienda en el centro de Madrid, y empezó a trabajar. Ella no esperó que se enamorara por ir a un partido de fútbol. Por...