"Capítulo 42"

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Sentí una cosa fría en el tobillo. Moví mi cabeza y me froté los ojos para luego abrirlos.

Estaba en el salón, yo estaba en el sofá y Carrasco con el hielo en el tobillo.

—¿Qué haces?

—Lo siento si te he despertado. Necesitabas hielo —besó mi frente.

—Vale —susurré cerrando los ojos intentando dormir, pero no podía—. Oye, me tengo que tomar el medicamento de la clamidia.

—¿Quieres que te lo prepare?

Asentí y suspiré. A los minutos, tenía el vaso delante de mí. Me lo tomé de un trago y lo dejé en la mesa.

—Tengo sueño —dije bostezando.

—Pues duerme —habló.

—No puedo —hice pucheros.

—¿Hacemos retos? —preguntó.

—Vale, y comienzo yo —sonreí—. No nos podemos besar hasta las doce de la noche.

Abrió sus ojos como platos y se cruzó de brazos.

—Mi reto es que no me puedes tocar —sonrió malvado.

Inflé mis mejillas y pensé en otro reto.

—Te reto a que llames a Griezmann y le declares tu amor, o un mensaje me da igual. Y si te responde, le tienes que decir que es verdad —reí.

Sonrió y subió arriba. Cuando bajó en su móvil en mano, se sentó a mi lado.

Comenzó a escribir poniendo: "Hola, te tengo que decir una cosa". A los minutos Grizi contestó: "¿Qué pasa?".

Carrasco: Te quiero. Siempre he sentido eso por ti. Cada vez que nos reíamos me sentía más atraído por ti.

Grizi: ¿Qué te pasa? ¿Estás borracho?

Reí por la respuesta y seguí mirando la conversación.

Carrasco: Sólo te quiero. Puede que esté con Silvia, pero no puedo reprimirme los sentimientos que tengo hacia ti.

A estas alturas yo ya me estaba riendo a carcajadas.

Grizi: Estás borracho. Voy hacia tu casa.

Carrasco le siguió escribiendo pero Griezmann no contestaba. Paré de reír y le miré.

—Entonces, Griezmann vendrá a casa —susurré pensativa.

—Sí —rió.

Después de diez minutos, tocaron el timbre. Miré a Carrasco y él se levantó a abrir la puerta. Entró un Griezmann preocupado.

—¿Estás bien? No estás borracho, ¿verdad? —dijo agarrándole por los hombros.

Griezmann era como de mi altura, así que se tuvo que poner de puntillas. Llevaba a Mía en un carrito.

—Es sólo una broma —dije riendo.

Suspiró de alivio.

—Ya me quedo un rato —se encogió de hombros.

Se sentó a mi lado y miró mi tobillo.

—Eso tiene mala pinta —susurró acercándose.

—Lo sé.

—Yo te lo avisé —intervino Carrasco.

Asentí con la cabeza con una mueca. Griezmann puso a Mía en sus piernas.

Amor por el fútbol   〈Yannick Carrasco〉Donde viven las historias. Descúbrelo ahora