"Capítulo 30"

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Sonó la alarma para que Carrasco se levantara, y yo también. Moví en la cama y miré a Carrasco. Él se frotó los ojos y bostezó.

—Buenos días preciosa —susurró mirándome.

—Buenas —dije sonriendo. 

Se levantó y me di cuenta que sólo estaba con el bóxer. Me mordí el labio y me estiré arqueando mi espalda. Bostecé por primera vez. Me di la vuelta y arqueé la espalda. 

—¿Qué haces? —preguntó Carrasco.

—Tengo sueño y pretendo dormir más —susurré mirándole.

Me cogió de los tobillo y tiró de mí. ¿Cómo resultado? Caer de la cama.

—¿Por qué has hecho eso? —pregunté adormilada.

—Porque tienes que ir a tu tienda y recoger lo de fotografía —dijo levantándome.  

Suspiré y caminamos hasta abajo. Preparamos el desayuno, que eran cereales con leche. Terminamos y dejamos todo en el fregadero. Subimos arriba y yo me metí en el baño. Me quité toda la ropa y me duché. 

Salí de la ducha minutos después y me curé el tatuaje para después taparlo. Me sequé todo el cuerpo y entré en mi habitación. Me puse ropa interior negra. La parte de arriba ya sabéis que sin sujetador sin tirantes y sin nada de eso.

Me puse una camiseta transparente negra. Era de media manga.

Me puse unos pantalones azules y unas deportivas

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Me puse unos pantalones azules y unas deportivas. Cogí un bolso pequeño, donde metí dinero (bastante cantidad), todas las llaves que tengo; mi casa, la casa de Carrasco y las de la tienda. 

—¡Llegamos tarde! —gritó Carrasco. 

—¡Vete tú! —grité—. ¡Yo tengo que hacer muchas cosas!

—¡Te quiero! —exclamó.

—¡Y yo!

Se oyó el portazo que dio y yo suspiré. ¿Cómo haré para bajar toda la pintura? Pensé un poco. El taxista me podría ayudar. Bajé abajo y llamé a un taxi. Mientras podría ir bajando las cosas. Cogí la bolsa donde estaba las brochas, y cogí el rodillo. Salí de casa y toqué el botón del ascensor.

Subí otra vez arriba, y guardé el ordenador en la mochila que tenía para el ordenador. Bajé otra vez y, básicamente, cargué toda la pintura en el ascensor. Cerré la puerta de casa y la cerré con llave, e hice que bajara la pintura por el ascensor hasta el portal. Yo bajé por las escaleras corriendo. Llegué hasta el portal y saqué toda la pintura a la calle.

Las personas que pasaban por la calle y por la calle del frente se me quedaban mirando. Cuando saqué toda la pintura, ya estaba el taxi delante de mí. Suspiré de cansancio. 

—Hola, ¿te ayudo? —preguntó alguien. 

Giré mi vista hacia la derecha y allí había un hombre más alto que yo. Creo que la misma altura que Carrasco. Tenía el pelo negro como el carbón, clásica comparación pero así era. Ojos verdes preciosos. Era musculoso porque se notaba en su camiseta de manga corta. No sé cuantos años podrá tener.

Amor por el fútbol   〈Yannick Carrasco〉Donde viven las historias. Descúbrelo ahora