Sonó la alarma.
Mi cabeza iba a explotar. La puta resaca, no me gustaba nada.
Me moví en la cama y no sentía a Carrasco. Abrí los ojos confundida y miré la cama. Había una nota en la mesita de noche.
Me estiré y la cogí. Decía:
Te puse la alarma para que te despertaras. Abajo tienes comida y una pastilla para, seguramente, el dolor de cabeza.
Te quiero, Carrasco.
Suspiré, dejé la nota en la mesita de noche y bajé abajo.
En la cocina tenía tostadas, café, fruta y un zumo de naranja. Al lado, un vaso de agua con una pastilla para la cabeza.
Comencé por comer el desayuno y cuando terminé, me tomé la pastilla.
Dejé todo vacío en el fregadero y subí arriba. Miré el reloj y eran las once y media.
Quería salir afuera. No podía estar encerrada en casa. Me quité el pijama y me puse ropa interior, una camiseta blanca de manga corta semitransparente, un pantalón corto negro y unas deportivas blancas.
Cogí mi móvil y le mandé un mensaje a Carrasco: "Hola amor 💖". A los minutos, puso que lo leyó pero no contestó.
Seguramente estaría entrenando. Guardé el móvil en el bolsillo derecho y las llaves, dinero y la tarjeta de transporte en el bolsillo izquierdo.
Fui al baño y me hice una coleta en la cabeza. Me maquillé y salí de mi casa.
Me puse a recorrer Madrid hasta llegar a Sol. Allí me miraban todas las personas. Fruncí el ceño.
Saqué mi móvil y le volví a mandar un mensaje a Carrasco: "¿Puedes contestar a los mensajes?". Le puse al ver que no contestaba ninguno de los que les estaba mandando. Le puse "Hola", "Amor", pero ni caso.
Suspiré y le llamé. No quedaba otra opción. Saltó el contestador. Gruñí y volví a insistir. Nada. ¿Qué le pasa a este chico?
Caminé por las calles de Sol hasta pararme en un quiosco. Tenía las revistas de cotilleo en primera fila. Me agaché recoger una.
Me fijé que en la primera hoja, en la portada. Aparecía yo con Rubén, el chico que me ayudó. Estábamos en la pared de la discoteca. Él me estaba cogiéndome de los hombros. Ponía en titular, en grande y en blanco: Silvia, ¿engañando al jugador?
Abrí los ojos como platos.
—¿Va a comprarla? —preguntó el señor que estaba ahí.
—Sí —bufé y le di la revista.
—2, 50 € —respondió.
Le di el dinero y me dio la revista. Caminé hasta el Retiro. La verdad es que no estaba tan lejos, como a quince minutos.
Leí el índice de la revista y fui a buscar lo que pasaba sobre mi.
Decía: "Hoy en la madrugada se le pilló a la novia de la celebridad en una discoteca. Estuvo con un chico, realmente guapo, en una posición comprometedora con Silvia.
Luego, se les vio agarrándose de la mano en la pista de baile. Tenían las manos entrelazadas.
Unas horas más tarde, se les vio en el portal de la novia del futbolista. Ellos estaban hablando (sonriendo mucho, la verdad) y cuando se fueron a despedir, se dieron un beso en la boca.
¿Estará engañando Silvia al futbolista? Os lo dejo a vosotros para que penséis lo que queráis".
Pateé el suelo con furia y miré alrededor. Estaba en el Palacio de Cristal. A mi izquierda, había un camino con bancos para sentarse, así que caminé a uno y me senté.
Suspiré y observé las imágenes. Una era cuando Rubén me agarró por los hombros, otra cuando atravesamos la pista de baile agarrados de la mano y la última cuando me despedí de él con un beso en la mejilla.
Espera... Cogí la revista y fui a la última parte del texto: "... y cuando se fueron a despedir, se dieron un beso en la boca".
¡¿Perdona?! Estoy segura que me despedí con él con un beso en la mejilla.
Miré la imagen de la revista, cuando me despedí de él.
Parecía que le estaba dando un beso en los labios.
Mis ojos se estaban poniendo llorosos. Me levanté y miré alrededor. Encontré una papelera.
La tiré ahí y caminé hasta mi casa. No a la casa de Carrasco, sino a la mía. Tardé quince minutos justos.
Subí a mi casa. Os preguntaréis: "¿Cómo has entrado si necesitas llaves?". Bueno, cuando se te quedan las llaves dentro necesitas otras afuera.
Fui a mi habitación y me tiré a la cama.
Por eso Carrasco no quería coger el teléfono. Lo cogí y le llamé.
Saltó el contestador. Le dije un mensaje:
—Estaré en el cementerio donde están enterrados mis padres. Por si quieres venir. Sólo era eso. Adiós.
Caminé hasta el baño y cogí sólo la cuchilla para depilar. La metí en el bolsillo y salí.
Miré el dinero. Tenía 25 €. Creo que suficiente.
Bajé abajo y paré a un taxi. Le di el nombre del cementerio y condujo hasta allí.
Tardamos 25 minutos.
—Son 25 € —dijo mirándome.
Le di el dinero y bajé. Caminé hasta las lápidas y las flores todavía estaban. Las que les puse el año pasado, pero estaban mal.
—Hola. Sé que no vengo en la fecha, pero necesitaba visitaros —mis ojos se pusieron llorosos—. Me siento impotente ahora mismo. No puedo decir nada porque sé que me insultarán o me dirán "Puta" o cosas peores. Sólo tengo 19 años y dentro de poco 20, aunque eso ya lo sabréis. Mi novio es futbolista. Es Carrasco. Seguro que te gustaría hermano —miré la lápida de mi hermano con mi vista borrosa. Me quité las lágrimas que había caído—. No ha podido venir porque está entrenando, pero algún día os lo presentaré. Pasando de ese tema —suspiré sollozando—. Cuando me dijeron que habíais muerto, yo me encerré en mi habitación. Me quedé durante horas diciendo si era verdad o broma. Cuando salí, mi tía Ana estaba llorando en el sofá. En ese preciso instante, me prometí a mi misma que me iba a suicidar para estar con vosotros —sollocé más—. Ese... Ese momento llegó—
Saqué la cuchilla y comencé a escribir en mi piel. Dolía mucho, ya que me estaba haciendo cortes profundos. Salía mucha sangre. Caía en forma de gotas al suelo.
Cada corte que me hacía era profundo, pero con mucho sentido. Cada corte, tenía un significado. Me sentía viva. Podía hacer lo que quisiera.
Terminé de escribir y cerré los ojos. Lloré un poco. Sollocé más bien.
Quería hacer esto. Por mi familia y por mi. No por nadie más. Cogí mi teléfono y le mandé un mensaje a Carrasco. Lo escribía lentamente, mi pulso no daba para más: "Recuérdame por favor. Te amo, nunca lo olvides".
Mi respiración se agitó. Mis ojos se iban cerrando lentamente, hasta que quedé completamente a oscuras. En ese momento, pensé en mi familia. Sólo en eso.
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Amor por el fútbol 〈Yannick Carrasco〉
FanfictionSilvia Corberó, una fotógrafa humilde y sin mucho que contar. Con 19 acabó la carrera de fotógrafa, y compró una pequeña tienda en el centro de Madrid, y empezó a trabajar. Ella no esperó que se enamorara por ir a un partido de fútbol. Por...