"Capítulo 45"

241 8 1
                                    

Llegamos a Majadahonda. Yo me fui al campo de entrenamiento y Carrasco a cambiarse. Miré la hora en mi móvil y eran las cinco menos cinco. Por lo menos Cholo y el Profe Ortega deberían estar aquí.

Había algunas cosas para entrenar, que no sé lo que eran. Me levanté y me estiré. Tenía un poco de sueño. Creo que no había dormido bien la noche anterior.

—Hola Silvia —dijo una voz familiar.

—Hola Saúl —sonreí mirándole—. ¿Qué tal?

—Bien —sonrió—. Oye... El beso, eso —suspiró.

—Ha pasado mucho tiempo de eso. No te preocupes —le tranquilicé.

—Entonces... ¿Somos amigos? —me preguntó dudoso.

—¡Por supuesto!—

Se acercó y me abrazó. Se separó.

—¿Y tu tobillo?

—Va bien. Ahora lo tengo menos inflamado, pero sigue el moretón y el dolor —hice una mueca.

—Me alegro de que no haya ido a más —sonrió.

Asentí y después de unos pocos minutos hablando con Saúl, llegaron los demás de la plantilla junto con el Cholo y el profe Ortega. Comenzaron a entrenar hasta que un chico se me acercó. Tenía una chaqueta del Atleti. Él tenía pelo castaño y ojos chocolate. Podría media 1, 8, y estaba un poco musculoso.

—Hola —dijo extendiendo su mano—. Soy Alberto.

Le extendí mi mano—, Silvia —contesté.

—Soy el fisioterapeuta. Tu novio me dijo que tenías el tobillo mal, así él me pidió que te diera una de mis sesiones —me ofreció.

—No, gracias. De verdad te lo agradezco, pero no lo necesito.

—De una escala del 1 al 10, siendo el 10 con más dolor, ¿cuánto es tu dolor?

—Un 7,5 —contesté.

—¿Puedes apoyarlo?

—Sí.

—A ver, sujeta mis manos y caminamos hasta él —dijo señalando hasta el Cholo.

Estaba a una distancia media. Asentí y sujeté sus manos. Comenzamos a caminar. Cada vez que caminábamos me dolía más. Íbamos a mitad de camino y tenía un dolor intenso.

—Vale, vale. Me duele —dije haciendo una mueca.

—¿Puedes caminar hasta el banquillo?

—¿A la pata coja? —reí.

Pasó un brazo por mi cintura y yo pasé mi brazo por sus hombros. Caminé a la pata coja hasta el banquillo.

—¿Desde cuándo tienes el esguince? —preguntó.

—Desde finales de abril —contesté quitándome la zapatilla y el calcetín.

Miró mi tobillo.

—Lo tienes feo. Bien, esto es lo que haremos y no acepto un "no" por respuesta —dijo serio—. Yo te daré una sesión, como las que les hago a los jugadores y te haré un vendaje.

—Vale —suspiré.

Me cogió de la mano y me impulsó. Volvimos a la posición de antes. Cogió mi deportiva y el calcetín. Caminamos por el túnel hasta una sala. Era mediana con mucha iluminación. Tenía varias camillas de fisioterapeuta y cosas que no sé para qué sería.

—Túmbate en una de las camillas y ponte cómoda —dijo señalando una de las camillas.

Me tumbé en una y me acomodé. Él se acercó a mi tobillo.

Amor por el fútbol   〈Yannick Carrasco〉Donde viven las historias. Descúbrelo ahora