Tardamos mucho, como veinticinco minutos o media hora. Le pagué y me quedé sin dinero. ¿Ahora cómo volvería? No se sabe.
Bajé y me encontraba frente a una casa gigante. Me acerqué a la puerta y la golpeé con mis manos (Claro, porque con los pies, no sé yo). Abrió Griezmann con todo el pelo desordenado y un poco adormilado. Se oían los sollozos desde aquí.
Entré y por casi vuelvo a caerme otra vez.
—Deberías poner una señal —dije mirándole.
—Yo no tengo la culpa de que tú no mires —dijo sonriendo.
—Touché —reí.
—Mía está arriba.
—Quiero que hagas una cosa. Te vas de aquí por un rato y yo me quedo con la niña, ¿vale?
—Vale —susurró.
Subimos arriba y entré en la habitación de Mía. Los sollozos eran más fuertes si te acercabas a ella.
—Vuelvo ahora —dijo mirándome.
—Vale, yo me quedaré con esta preciosura —susurré cogiendo a Mia.
Sonrió y se fue de casa. Comencé a acunar a Mía en mis brazos. Bajé las escaleras lentamente y caminé hasta la terraza. Fuera había una piscina. Miré el tiempo, y estaba el cielo con nubes. Había nubes pequeñas.
Comencé a cantarle un canción mientras volvía a moverme por la casa. Y la movía a ella. Ella cada vez se callaba poco a poco, hasta que se calló y se durmió en mis brazos. Sonreí al ver lo débil que era. Estaba pacífica. Subí a su habitación y la dejé en su cuna.
Suspiré y volví a bajar. ¿Ahora que haría? No tenía dinero para volver y no iba a dejar a Mía sola. Cogí el mando a distancia y encendí la televisión. Puse Disney Channel. No echaban nada divertido en Antena 3, ni en ninguna cadena.
Estaban echando una película. Se llamaba Gnomeo y Julieta. Era versión Romeo y Julieta pero en gnomos. Era infantil, pero divertido. Para pasar un buen rato. Aburrida y en tu casa. Aunque esta no era mi casa, pero bueno.
Griezmann no volvió lo que duró la película, que fue como una hora y algo. Vi toda la película, y Mía comenzó a llorar. Subí arriba y la cogí.
—¿Qué te pasa pequeña? —dije mirándola.
Obviamente no me iba a responder. La olí y no olía a nada. Olía bien. Se había echo caca; descartado. No tenía sueño, porque había dormido; descartado. La balanceé despacio mientras la juntaba con mi corazón, mientras hacía "shhh".
Bajé abajo y comencé a volver hacerlo. Poco a poco, se fue relajando. Me acerqué al sofá y le bajé el volumen a la tele.
Me quité las zapatillas y me tumbé en el sofá. Puse a Mía encima de mí y ella se acomodó. Yo la rodeé con mis brazos, por si acaso se caía o hacía un movimiento brusco.
Sonreí y miré hacia el techo. ¿Cómo sería cuidar de mi propio bebé? De Carrasco y yo, por ejemplo. Se abrió la puerta y se cerró lentamente.
—Estoy aquí —dije alzando mi mano.
—¿Qué haces ahí? —preguntó Griezmann acercándose a mí. Cuando me vio con Mia en la tripa, sonrío—. Me encantaría que tú fueras Erika.
Sonreí triste y le acaricié la mejilla, llegaba desde aquí.
—Volverás a encontrar a otra persona, y que adore a los niños —dije soltando mi mano.
—Lo sé. Ya te puedes ir, si quieres —habló sonriendo y mirando a Mia.
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Amor por el fútbol 〈Yannick Carrasco〉
Fiksi PenggemarSilvia Corberó, una fotógrafa humilde y sin mucho que contar. Con 19 acabó la carrera de fotógrafa, y compró una pequeña tienda en el centro de Madrid, y empezó a trabajar. Ella no esperó que se enamorara por ir a un partido de fútbol. Por...