Treinta y seis

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Alexander se puso de cuclillas frente a mí observándome fijamente esperando alguna reacción de mi parte. Pero al darse cuenta de que aún no terminaba de procesar bien las palabras que él había dicho, comenzó a desatar las sogas que amarraban mis pies.

-¿Caleb va a entregarse?-pregunte atónita.

-Aún no es medianoche. Pero tenemos que marcharnos antes de que lo sea.

-¿Porque haces esto?-pregunte en un susurro aún incrédula.

-Tenias razón-dijo ahora desatando mis manos-No es tu culpa que Caleb sea un idiota-hizo una pausa-Hay que darnos prisa.

Vi como su cuerpo se dirigió a un pequeño escritorio de color marrón y prendió el ordenador que se encontraba allí. Se quedó frente a él y empezó a clickear en diferentes sitios hasta que un pequeño silbido se escuchó en toda la habitación-Solo estoy desactivando las cámaras, si ellos ven algún movimiento sospechoso, estaremos muertos más rápido de lo que se puede decir libro-explicó observándome. Luego abrió uno de los cajones de el mismo y sacó una pistola la cual se guardó de inmediato en el bolsillo del pantalón.

-¿Sabes cómo usar esto?-preguntó tomando otra y volviéndose a mi, negué con la cabeza-Pues deberías. Por lo que se, últimamente pasas más tiempo secuestrada que en tu propia casa.

Solté una risa nerviosa-Bien-dije tras un suspiro.

Intenté levantarme, pero cuando pose mi pie izquierdo sobre el suelo, caí torpemente haciendo que mi rostro se impactará con este. Rápidamente vi como un líquido rojo salía de mi nariz

-¿Qué sucede?-preguntó Alexander acercándose. El también parecía nervioso puesto a que miraba la gran puerta cada dos segundos.

En un solo movimiento me incorporé, quedando sentada en el suelo. Él me observó demandante, pero le hice una seña con mi cabeza para que mirara mi tobillo.

-Me duele-comente seria.

Lo que antes había sido un pequeño desgarro de bala sangrante, se había convertido en un gran bulto hinchado de color verde morado, combinado con algo de pus y sangre.

-Oh-frunció el ceño-Claro, por poco lo olvido-Alexander comenzó a caminar por el lugar hasta llegar a una gran cantidad de cajas, se perdió tras estas-¡No te muevas!-medio grito burlándose.

-Que gracioso-gruñí girando los ojos al mismo tiempo que posaba la mano sobre mi nariz para detener la sangre de esta.

Al cabo de un rato llego Alexander con lo que parecía ser un botiquín de primeros auxilios en su manos. Se agachó frente a mí para comenzar a retirar la bandana que él mismo había amarrado a mi tobillo al dispararme pero cuando sus dedos hicieron contacto con la herida, aparte el pie bruscamente por instinto

-Si no lo desinfectamos ahora, empeorará-Dijo con voz calmada.

-¿Sabes cómo hacerlo?-pregunté nerviosa

-En mi vida, solo he ido dos veces al hospital-dijo observándome-y una de esas fue para terminar con algo que empecé-hizo una pausa-tuve que aprender a sanar heridas sí o si.

-¿Te disparan a menudo, cierto?.

-Las balas son mi pan de cada día-respondió cuando finalmente pudo quitarme la bandana.

Cerré los ojos asqueada al observar cómo había quedado la herida, era peor de lo que se mostraba a simple vista.

-Escucha, esto puede dolerte-dijo abriendo el botiquín.

-¿Qué harás?-pregunté nerviosa cuando vi que de este sacaba una pequeña navaja.

-Necesito deshacerme del pus de adentro.

E D U N| TERMINADA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora