29/04/2016, Cafetería del colegio.

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Todo iba normal hasta que los pies de Nico giraron hacia la dirección contraria a su mesa de siempre. Y luego se dirigieron a aquella mesa con cinco puestos ocupados y un único vacío, donde cierta cabellera rubia enrulada destacaba entre un montón de cabezas oscuras.

Sus pies se detuvieron frente a ella, y eso fue lo último que hicieron, dejando a su dueño a su merced. El primero en verlo fue un chico de rasgos asiáticos, que codeó a otro chico que, al levantar la cabeza con la boca llena de pudín, mostró un rostro idéntico al de su contiguo. Súbitamente, Will saltó en su silla con un gruñido y mientras se sobaba la pantorrilla, se fijó en Nico, quedándose pasmado.

—¿Puedo sentarme con ustedes? —Las palabras borbotearon de la boca de Nico antes de que pudiera procesarlas.

Desde que Johnny se había ido, se sentía solo en el colegio, y tonto sentándose sin ningún acompañante. Por su puesto, a Nico normalmente no le importaba estar solo y ningún estudiante ni maestro de turno se preocupaba por ese minúsculo detalle, pero el peso de la soledad comenzaba a incordiarlo. Una cosa es gustar estar solo y otra muy distinta gustar de sentirse solo. A nadie le gusta sentirse solo, pues la presión de la soledad actúa directamente en contra de la cordura.

Todos los alumnos parecían tener sus grupitos de amigos a excepción de Nico. Además, todos parecían estar ensimismados en algo en particular, un tema del momento que aparecía en primer plano en sus celulares, aunque a Nico no se le ocurría qué podría ser. Siempre ignoraba los «chismes del momento», y la relación entre ambos era recíproca, pues los «chismes del momento» también evadían siempre a Nico. Por otro lado, ya se le había pasado el enojo con Will por lo del martes y quería que él lo supiera. Habían pasado tres días sin hablarse o contactarse en lo absoluto y ya comenzaba a hacerle falta. Concurrir a su mesa ese día fue la mejor manera de decírselo que se le ocurrió.

—P-por supuesto... —Will le hizo espacio a su lado torpemente. Eso le ayudó a Nico a no sentirse tan estúpido.

Dentro de un rango considerable de tiempo, nadie dijo ni pío. Nico se mordía el labio inferior por dentro y no había probado bocado. Estaba tenso y apretado como un resorte, presto para saltar y salir disparado. Will solo jugaba con su comida.

—¿Les molesta que me siente aquí?

Uno de los gemelos, Damien, que tenía una sudadera gris con un logo de Good Charlotte en blanco con contornos negros, se echó a reír.

—Disculpa, solo me estaba acostumbrado al hecho de que por fin conozco de cerca y a la luz del sol la cara del famoso novio de Will.

—No eres lo que esperábamos —añadió su hermano, Dan, con voz parca. Él había elegido como vestimenta una sudadera negra llana.

—Ustedes dos son tan... A ver, Dan, adivina lo que estoy pensando.

El chico suspiró pesadamente, como si la petición fuera un castigo inevitable al que ya se había resignado.

—¿Adorables?

—¡No, joder!

—Esto es ridículo —musitó Dan, en voz tan baja que sólo su hermano le entendió.

A continuación ambos se metieron una cucharada de sus pudines de chocolate al mismo tiempo y Damien miró mal a su gemelo, quien tenía la cara espolvoreada con fastidio. Charlie carraspeó desde su asiento.

—Bueno, Nico, ¿vamos a tener el placer de tenerte aquí de ahora en adelante?

Will se atoró con su comida y empezó a toser. Charlie rodó los ojos.

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