Ya ha llegado el día, al fin tengo esos dieciocho años que todos esperamos tener, pues hoy a llegado el mío. Unos años antes de que los cumpliera, me pasaba días y días, diciendo a mis padres que ese cumpleaños tenía que ser diferente a los demás, y esa mañana lo pude comprobar.
Me desperté y bajé a desayunar, se escuchaba a mis padres hablar, como siempre se habían despertado antes que yo, entré en la cocina, justo cuando estaba dispuesta a hacerme el desayuno, vi que ya me lo habían hecho, una bandeja con un plato de crepes y un zumo de naranja, agarré la bandeja y fui a agradecérselo.
Me senté con ellos en el sofá y puse la bandeja en la mesa, cuando fui a cortar el crepe para comérmelo vi que un sobre blanco acompañaba aquel maravilloso desayuno.
-¿Y esto?-pregunté mientras cogía el sobre-.
-Ábrelo-no tenía ni idea de que tramaban mis padres, y yo cartas no solía recibir, mejor dicho nunca-.
Abrí el sobre con cuidado, como suelo hacer, y vi que aquel simple sobre contenía algo que realmente no me imaginaba.
-¡Un billete para irme a Paris!-vaya regalo-gracias, gracias, gracias-me acerqué a mis padres llenándoles la cara de besos-.
-¿Te gusta tu regalo?-a quien no le iba a gustar un viaje-.
-Sí, mucho-sonreí-.
-Sales mañana por la mañana, pero esta todo planeado, ya tienes el hotel escogido y el billete de vuelta-me dice mi madre, hace una pausa dejando que mi padre me diga algo-pero tienes que ir con cuidado, es tu primer viaje sola, el dinero que te damos lo tienes que emplear bien, solamente son cuatro días.
Y bueno, a la mañana siguiente madrugué bastante, ya que mi vuelo salía a las siete, era todo tan nuevo, pensar que iba a estar sola. La verdad es que me hacia ilusión, aunque sólo fueran cuatro días.
Durante el vuelo, me limito a descansar, enchufo mis auriculares al móvil y con la música puesta intento dormirme. Al llegar allí decido preguntar a la gente, más o menos como podía, porque perfectamente no hablo francés, entendía bastante y hablaba lo necesario para poderme comunicar. Aunque no es lo mismo que cuando te habla un profesor, ellos hablan bastante rápido.
Guiándome por palabras y gestos que me hacían intentando ayudarme, consigo llegar al hotel, agobiada por la maleta y la bolsa que llevaba me acerco al recepcionista para pedirle la llave de mi habitación, una vez que me he hecho con ella, en este caso una tarjeta, subo por el ascensor hasta la primera planta como me había indicado, caminando por un pasillo cubierto por moqueta, bastante largo e iluminado, voy mirando los números de las puertas, mientras los recito a un volumen no muy alto, fijándome en cada uno de ellos hasta llegar al numero quince, mi habitación, introduzco la tarjeta y una vez encendida la luz verde, entro.
La habitación era: una cama de matrimonio, con un armario al lado y un espejo delante, un balcón con buenas vistas y un baño amplio con un cesto de mimbre lleno de productos: jabones, un peine y un cepillo, una de las cosas que siempre me han gustado de los hoteles. Todo bastante bonito, la verdad que no me podía quejar, mis padres habían hecho una estupenda elección. Y por último antes de tumbarme en la cama y pensar que hacer, le envío un mensaje a mi madre para dar señales de vida.

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Quédate conmigo
Fiksi RemajaUn viaje de cuatro días, se puede convertir en todo un curso. Un chico desconocido, se puede convertir en algo especial. Es difícil hacer daño a una persona que quieres, es difícil contarle la verdad, pero cuando la verdad salga a la luz, resurgirá...