Capítulo 28. Un minuto.

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-Evan-le llamo y me mira-, entiende que sigo enamorada de Ben Parish. Y no sé si algún día dejaré de estarlo.

Me desperté en medio de la noche recordando el momento en que pronuncié esas palabras a Evan.

No sé si estoy más sorprendida de que realmente creo que jamás podré olvidar a Ben o del hecho de que lo admití en voz alta.

Recuerdo cuando Ben me dejó. Jamás se me pasó por la cabeza la idea de romper con Ben. Pensaba que nuestro amor era indestructible, que era resistente a cualquier catástrofe.

Ni un apocalipsis nos separará, solía pensar.

Que irónica la situación.

Mi madre solía decirme que el dolor que sentía por estar alejada de Ben iría decreciendo con el tiempo. Sin embargo, meses después y un apocalipsis alienígena de por medio, Ben sigue estando en mi cabeza en medio de la noche. Ojalá estuviera mi madre conmigo para consolarme y abrazarme mientras lloraba contra su hombro.

Pero eso no sucede.

De golpe, la puerta me sorprende abriéndose bruscamente.

-¡Mierda, Evan! Me has asustado-exclamo, llevándome una mano al corazón. Me incorporo, sentándome en la cama y él se queda parado en la puerta.

-Sólo venía a comprobar qué tal estabas. Deberías descansar, es tarde-dice.

¿De verdad venía a comprobar qué tal estaba?

No puedo confiar en él. Los Otros no te permiten confiar en nadie.

Sólo puedo confiar en aquellas personas que más amo. Y la mayoría de ellas están muertas.

Me fijo en que está vestido con el abrigo y las botas.

-¿Vas a alguna parte?-Pregunto sospechosa. Porque eso es en lo que nos convierten los Otros, en personas desconfiadas.

-Voy a echar un ojo por fuera. Descansa.

Cierra la puerta y me deja sola, de nuevo. Aprovecho que no puedo dormirme y me cambio de ropa. Cojo uno de los pantalones de chándal que me dio Evan y una camiseta de tirantes. Para abrigarme me pongo la chaqueta que me dio Ben el último día que nos vimos en aquel gimnasio del que era nuestro instituto.

Me meto dentro de las sábanas y me acurruco. Llevo la chaqueta hasta mi nariz y aspiro su olor. Estoy segura que muchos dirían que estoy loca si creo que todavía queda un rastro de olor de Ben en ella. Pero si me concentro, puedo olerle. Igual que si estuviera a mi lado.

Decido esperar a que Evan regrese mientras sigo acurrucada con la chaqueta de Ben.

Pasa una hora. Dos horas. Nada. Es cerca de la tercera hora cuando escucho algo.

En el piso de abajo escucho un ligero crujido. La puerta de la cocina cerrándose. El leve sonido de la madera mientras cruje bajo el peso de algo. O de alguien.

Un Silenciador, pienso rápidamente.

Cojo la Ludger de mi mesilla de noche y me acerco con el mayor sigilo que puedo hacia la puerta. Agarro el pomo y lo giro. Abro la puerta de golpe y apunto con el arma al frente.

-¡Joder!-Chilla con los ojos abiertos y retrocediendo hasta chocar con la pared que tiene justo detrás.

-¿Qué narices hacías caminando por la casa tan sigilosamente?

-No quería despertarte, tienes el sueño demasiado ligero. Sólo vine a asegurarme que estuvieras durmiendo, pero parece que no lo estabas.

-Pues no y me has dado un susto de muerte.

Ni un apocalipsis nos separará (Apocalipsis #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora