Capítulo 7. Zombi

2K 136 32
                                    


Llámame Zombi.

Me muero. Lo sé. Diecisiete años y se acabó la fiesta.

Hace seis meses, mi mayor preocupación era aprobar el curso de química nivel universitario y encontrar un trabajo de verano que me permitiera la reconstrucción de mi Corvette del 69. Cassie. Ella era una de mis mayores preocupaciones, incluso cuando ya no estábamos juntos. Incluso después de lo que pasó entre nosotros. Después de que rompiéramos, me aseguraba que uno de mis amigos la llevara hasta su casa después de sus entrenamientos. Me encargaba de seguir demostrándole que estaba con ella incluso cuando nuestra relación se había destruido. Porque, no sé cómo lo hizo, pero jamás dejaré de estar enamorado de Casiopea Sullivan.

Sé que me estoy muriendo. No hace falta que nadie me lo diga. Aunque, Chris, el tipo con el que comparto tienda no me lo dice.

A veces viene a visitarme, para preguntarme si necesito algo. Aunque estoy seguro que lo único que hace es comprobar si sigo vivo. No me importa.

Charlamos un rato sobre lo que está sucediendo. Sobre Wright-Patterson. Sobre la Muerte Roja. Sobre los Otros. Las típicas conversaciones de hoy en día.

Cuando se marcha a traerme agua, tengo una extraña sensación. Siento que no regresará. Y yo tampoco me daré cuenta. Acaricio la suave superficie de mi medallón de plata en forma de corazón y lo sostengo cerca de los ojos.

Miro a la abertura y las veo allí. Ambas están allí, justo en la abertura. Pero sé que no son reales. El bicho ya me ha estado mostrando cosas que quiero y no quiero ver. Esta es una mezcla de ambas.

¿Por qué me abandonaste, Bubby?

Huiste. ¿Por qué huiste, Bubby?

Intento alcanzarla, pero se desvanece entre el humo. Aunque no tengo ni idea de dónde ha salido ese humo. Cuando desaparece Sissy, siempre aparece Cassie. Se acerca a mí. Pero no lo suficiente como para que pueda alcanzarla.

Yo te quería, Ben. ¿Por qué nunca me quisiste?

Me dejaste ir. Me dejaste morir.

Cada vez que aparecía y repetía esas palabras no paraba de chillarla lo mucho que la amé. Y lo mucho que lo haré para siempre. Después, cuando desaparece, lloro. Por ella. Por Sissy. Ambas tienen razón. Huí. La dejé ir. Debía haberlas mantenido junto a mí a ambas. Quizás estuvieran muertas ahora mismo también, pero no me sentiría así.

Lo siguiente pasa demasiado rápido. Escucho disparos. Pienso que estamos salvados, que han venido a rescatarnos. Entra un soldado en mi tienda. Creo que estoy salvado. Empieza a soltar palabras sin sentido alguno. Veo como sangra. Una figura le agarra por el cuello y le arrastra fuera de la tienda. Otra figura me dice que estoy limpio. No entiendo, se supone que estoy enfermo. Me dicen que me llevarán a un sitio seguro y me sacan de allí. Entonces me permito pensar por un segundo que voy a vivir.

Me llevan a una especie de hospital. La fiebre primero sube hasta cuarenta grados. El tercer día baja. Al sexto día la doctora me comunica que lo peor ha pasado. Me quitan los medicamentos y me trasladan a un hangar cerca de la base. La doctora Pam me introduce un pequeño dispositivo del tamaño de un grano de arroz. Un dispositivo de seguimiento. Me conecta a un programa que encontraron en un portátil de un infestado. Sirve para trazar mapas sobre mí. No estoy muy seguro de lo que eso significa. Hasta que...

El universo implosiona.

De repente, estoy aquí, tengo tres años, me agarro a los laterales de la cuna. No estoy recordando ese día: lo estoy reviviendo.

Ni un apocalipsis nos separará (Apocalipsis #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora