REGLA 24: EL MÉDICO TAMBIÉN SE ENFERMA I.

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      Desperté con el sonido de la puerta al cerrarse. Mi cabeza dolía y sentía la garganta seca. Supongo que respiré por la boca en mi intento de sobrevivir a la congestión nasal. A mi derecha, la enana dormía. Era entretenido verla, porque unas líneas se marcaban en su frente. Hasta en sus sueños parece estar preocupada.

      Acerqué mi rostro al de ella para asustarla, pero me detuve al darme cuenta de que mis labios estaban a centímetros de los suyos. Querido cerebro: Dije asustarla, no besarla.

      Comenzó a moverse y yo actué como si la estuviera despertando. No quiero que piense que la veía dormir.

      Aunque lo hacía.

- Buenos días. – Le dije viendo la pantalla de mi teléfono. Eran las 4 de las tarde.

- ¿Buenos días? ¡¿Qué hora es?! – Se levantó asustada y buscando sus cosas.

- Son las 4. Te estás acostumbrando demasiado a dormir en mi cama. – Cuando hablé, ella puso los ojos en blanco. Yo reí.

- Parece que ya estás mejor. – Dijo para volver a sentarse. – Son las 4 ¿am o pm?

- Yo estoy bien. – Estornudé nuevamente. – Más o menos bien. – Me limpié los mocos con la mano para luego secarla de mi pantalón.

      Ella me lanzó la caja de pañuelos de papel esbozando una descarada expresión de asco. Solté una enorme carcajada.

- 4 pm. – Contesté luego de tomarme un tiempo para vaciar mi conducto nasal, no sin antes esparcir uno de mis mocos en su mejilla.

- ¿Qué haces? ¡Asqueroso! – Se levantó y caminó apresurada hasta el lavamanos.

- Claro, pero la baba de mi hermano no te da asco ¿Cierto? – Intenté que mi voz sonara lo más sería posible, pero creo que no lo logré.

- ¿Celoso? – Salió del baño y comenzó a recoger el desastre de mi habitación.

- ¿Me ayudas a bañarme? El sudor me molesta. – Contesté levantándome de la cama.

- Ahora cambias el tema. Parece que tengo razón, estás celoso. – Caminé hasta donde ella estaba. Me sentía un poco mareado, por lo que presumo que me obligaron a tomarme un antialérgico.

- ¿Por qué debería estarlo? – Me paré frente a ella y bajé la mirada. Intentaba verme a los ojos. La pobre debe sufrir bastantes dolores de la columna cervical.

- Porque Erick me besó y tú no, por lo tanto te mueres de ganas cada vez que lo menciono y... - Con una mano tomé su rostro y con la otra la atraje hacia mí, para luego besarla.

      Al principio no era más que nuestros labios adheridos, solo quería molestarla, pero luego me di cuenta de que no quería soltarla. Podía notar que ella no sabía que hacer, no se movía y hasta llegué a pensar que su corazón no estaba latiendo, así que tomé el control de la situación. Separé mis labios lentamente y ella pareció entender que debía seguirme el juego.

      La intención era enseñarle que no estaba celoso de Erick porque él jamás podrá ser como yo, sin embargo, la situación se me escapó de las manos. Esto no era suficiente, pero ya que mi cuello se estaba cansando de mantener esta posición, decidí separarnos.

      Tuve que agacharme para ver sus ojos. Ella estaba inmóvil y confundida, así que coloqué sus brazos alrededor de mi cuello para luego tomarla de la cintura y levantarla. Cruzó sus piernas alrededor de mi cadera como lo había hecho ayer en el lago. Me di cuenta de que ambos disfrutábamos por igual lo que estaba sucediendo, por lo que caminé hasta el mesón de la cocina y la senté sobre él. Ahora, a pesar de que estábamos a la misma altura,  sus pequeñas manos no pretendían abandonar el agarre.

CÓMO ESTUDIAR MEDICINA Y NO MORIR EN EL INTENTODonde viven las historias. Descúbrelo ahora