REGLA 45: GRAN DRAGÓN - pequeño tigre.

281 15 0
                                    

- Para. Vamos a finalizar aquí. – Me levanté de la cama mientras ella se colocaba la camiseta nuevamente.

- ¿Por qué? ¿No te gusta? – Subí mi cierre y tomé la chaqueta que había dejado sobre el sofá.

- Solo temo que termines comiéndote mi pene antes de hacerme eyacular. – Abrí la puerta al constatar que ya estaba vestida. Estoy completamente seguro de que no entendió la indirecta.

- ¿A qué te refieres? – Lo sabía. Me refiero a que esperaba demasiado de ti.

- No te preocupes, es demasiado profundo para alguien como tú. Mejor te llevo al colegio. – La invité a entrar a mi auto luego de rezar para que no vomitara dentro. La pobre había bebido demasiado.

- Oye, Alex. – La miré luego de cerrar el cinturón de seguridad. Realmente es algo bonita. – Eres muy sexy.

- Alek. Y eso ya lo se. – Puse en marcha mi nuevo juguete por la carretera vacía. A esta hora hay poco tránsito en este lugar.

- Alex sexy. – Dijo entre risas. - ¿Por qué no lo hicimos? – Ya me está comenzando a molestar. La prefería sobria y hablando de novelas eróticas para adolescentes vírgenes.

- Soy Alek. – Contesté entre dientes intentando controlar mi tono de voz y me enfoqué en el camino para no pensar en nada más.

- Aha, Alex. – Suspiré.

- Alek. Con K al final. Y no lo hicimos porque eres tan mala con el sexo oral que lograste ponerlo flácido en tan solo minutos. Me mordiste más veces de las que lo han hecho en toda mi vida.

- No te enojes, Alex. – A la mierda. Mejor no sigo con esto, ya me está comenzando a doler la mano izquierda.

      Dejé a Lina en el colegio y me subí nuevamente al auto. Ya era tarde y tenía que llegar a casa antes de que amaneciera, o mi papá terminaría siendo sedado por mi hermano para evitar escucharlo quejarse de mi impuntualidad. Antes de irme, le di una mirada al lugar. Nunca pensé que extrañaría esta prisión. Luego del internado en Rusia, puedo asegurar que cualquier cosa es mejor.

      Arranqué nuevamente, luego de analizar un poco el Nissan que estaba cerca. Parece el carro de Erick, pero no recuerdo si ese es el número de su matrícula.

      No le di importancia al asunto y decidí acelerar un poco más para llegar rápido.

      Estacioné frente a la puerta, ni siquiera me molesté en llevarlo al garaje, ya que al ver la sonrisa de Martha en la puerta, todo el dolor de los golpes sobre mi cuerpo, desaparecieron de inmediato.

      No hicieron falta palabras, porque para mí, ese abrazo lo era todo. Estaba de vuelta, y por ningún motivo, me alejaría de nuevo.

- Niño. – Logró pronunciar entre lágrimas, por lo que le di un beso en la frente antes de entrar.

- Estoy bien. – Aunque no lo parezca. Se que en este momento no debo tener un buen aspecto.

- Te ves fatal. – Añadió la otra persona, la cual se encontraba plácidamente sentada en el sofá, sonriendo de oreja a oreja. – Les dije que no te golpearan.

- No tienes que recordármelo. – Caminé hasta el lugar de donde provenía la voz. Nada ha cambiado.

- Por lo menos podías haber cortado tu cabello. – Me abrazó unos segundos y luego me senté a su lado. Demasiado amor paterno por una noche.

CÓMO ESTUDIAR MEDICINA Y NO MORIR EN EL INTENTODonde viven las historias. Descúbrelo ahora