Sábado. 16 días restantes para el examen de pediatría.
- Eras virgen, ¿cierto?
- ¿Qué? – Pregunté notablemente confundida. ¿A qué se debe la pregunta?
- Ese día, en la piscina del colegio. Eras virgen. – Repitió, ahora más calmado, mientras cerraba la puerta de cristal tras él.
- Pues... relativamente, todo depende de tu concepto de virginidad. Si te refieres a la ruptura del himen o...
- Me refiero. – Interrumpió adoptando el tono agresivo con el que habló en un principio. – A que un pene erecto nunca había atravesado tu abertura vaginal externa. – Me miró expectante y yo solo pude desviar la mirada.
- Muy explícito, supongo que son las consecuencias de estudiar medicina. – Enfoqué mi mirada en él, pero no parecía hacerle gracia. El dragón está serio, tanto, que asusta. – Tienes razón. – Me limité a contestar.
- ¿Por qué no me lo dijiste? – Dio algunos pasos hasta acercarse al balcón.
- ¿Por qué quieres saber eso ahora? – Yo preferí quedarme donde estaba; allí, de pie y cerca de la puerta.
- Ese día... - Hizo una pausa para tomar aire por la nariz con fuerza, absorbiendo una buena cantidad de moco en el acto. - ... yo pensé que Hamlet...
- ¿Habría cambiado algo si lo supieras? – Contesté luego de meditar un poco la respuesta, pues me sorprendió que dijera bien el nombre del chico. – No te imagino decorando una habitación con flores y velas para decir cursilerías mientras me penetras con la excusa de que "hacemos el amor".
- Ese no es el punto. – Suspiró varias veces antes de formular respuesta.
- ¿Entonces cuál es? – Dije sin intentar reprimir el enojo que se estaba apoderando de mí.
- Estuve todo este tiempo pensando que el maldito Hamlet y tú... - No le permití continuar.
- Entiendo. Toda esta escena de telenovela barata, se debe a él. – No se si estoy intentando aparentar calma por el lugar en el que nos encontramos, o si simplemente he llegado a tal punto en el que la ira me otorgó sabiduría. – Te duele enterarte que tu pene no es el único en este planeta.
- ¡Yue basta! – Giró la cabeza para verme a los ojos. Su nariz y orejas están completamente rojas, intuyo que debido al frío. – No me molesta lo que hagas o dejes de hacer con tu cuerpo, lo que no me gusta es que no me lo digas. ¿Dónde quedó nuestra confianza?
- Se quedó en el aeropuerto el día que te fuiste a Rusia. – Cerré los ojos intentando no recordar nada capaz de hacerme derramar lágrimas.
- Que lástima. – Sentí sus pisadas acercándose a mí. – Fui ingenuo al pensar todo este tiempo que confiábamos el uno en el otro.
- Claro. Según tú, debería confiar en el sujeto que se pierde dos años, no da señales de vida, y cuando llega, me dice que tuvo sexo con medio internado. - ¿Qué estoy haciendo? Recuerdo que me prometí a mi misma no hablar sobre esto. Entonces... ¿por qué? ¿Por qué siento ganas de llorar?
- Punto a mi favor. Por lo menos yo fui completamente sincero. – Escuché su voz quebrarse, obligándome a abrir los ojos, sin embargo, eél no parecía estar a punto de derramar alguna lágrima; a diferencia de mí.
- Ya veo. Para ti la confianza es hacer lo que quieres, confesarte, esperar que lo acepte y luego repetir el ciclo. Creo que malentendiste algo Aleksandr Field. – Se me hace imposible controlar los temblores de mis manos, y mucho menos los de mis piernas, por lo que temo que en algún momento no seré capaz de mantenerme en pie sobre estos zapatos tan altos.
ESTÁS LEYENDO
CÓMO ESTUDIAR MEDICINA Y NO MORIR EN EL INTENTO
Novela JuvenilLa vida del egocéntrico y apuesto obstetra Jeremy Presley nunca fue fácil, ni lo será de ahora en adelante, ya que por diversos motivos se ve obligado a enseñar a unos vanidosos estudiantes de medicina, los cuales esconden historias sorprendentes. C...