REGLA 52: LOS MIEDOS NO EXISTEN.

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- Te odio. ¿Lo sabes? – Tephy no paraba de repetir la misma frase desde hace ya más de media hora.

- Lo se. – Respondí mientras me colocaba los guantes. – Ahora vete que los pacientes van a llegar pronto.

- ¡Yue! – Gritó. – No es justo que tú puedas ver desnudos a todos los chicos del colegio y yo no. – Fue disminuyendo el tono, pero aún se escuchaba bastante alto.

- Es trabajo. – Contesté calmada, aunque la verdad, estaba bastante feliz por llevarme bien con la laboratorista; tanto, que me dejó ayudarla a obtener las muestras de sangre para la revisión de hoy.

- Claro, trabajo. – Puso los ojos en blanco antes de salir de la enfermería dando un fuerte portazo, sin embargo, abrió nuevamente la puerta para asomar solo la cabeza. – No manosees a mi Matt. – Me guiñó el ojo antes de desaparecer.

      No pude hacer más que reír, adoro a esa loca.

- ¿Qué más quieren de mí? ¿Sudor? ¿Semen? – Reconozco a la perfección la voz ronca de la persona que está detrás de la cortina. – Ya te di mi orina y mis heces.

- Aleksandr. – Dijo la doctora con voz calmada. – Es solo una pequeña muestra de sangre, por favor, relájate.

- Alek. – Entré al pequeño cubículo separado por la tela para encontrar al chico totalmente rojo de la rabia. No pude evitar fijarme en su abdomen y autofelicitarme por el perfecto trabajo que hice al cubrir su tatuaje. – Ven aquí. – Soné firme, o eso creo. Lo importante es que el chico me siguió hasta la silla dispuesta frente al escritorio, sin poner resistencia alguna.

- No hagas esto. – Su mirada estaba completamente enfocada en la bandeja con los utensilios. – Por favor.

- Solo será la punta. Prometo que no te va a doler. – Tomé el tubo vacío con su nombre y lo coloqué dentro de la rejilla.

- Nunca me diste el placer de decirte eso. – Envolví su brazo con el torniquete y este exclamó de dolor.

- Cálmate princeso, aún ni te pincho. – Sonreí al descubrir la debilidad del rubio.

- Por favor Yue, no lo hagas. – Me miró con esos ojos de cachorrito que derretirían a cualquiera. Se ve tan vulnerable en estos momentos que no quiero ni imaginarme lo que han tenido que hacerle las otras veces para extraerle sangre o vacunarlo.

- Ya está. – Limpié el área. – Solo no veas lo que hago. – Le di un tierno beso en los labios antes de tomar la aguja.

- Otro de esos y soy capaz de donar sangre. – Cuando me aseguré de que ya estaba en la vena, lo besé nuevamente para luego retirar el torniquete.

- Hemos terminado señor. – Le guiñé un ojo antes de colocarle un pequeño adhesivo con una carita feliz, de esos que usamos en el área de pediatría.

- ¿A qué hora termina su trabajo doctora? – Agregó sonriendo mientras observaba el emoticón.

- Vete. – Yo tampoco podía ocultar mi sonrisa. – Es el turno de alguien más. – Se acercó a besarme nuevamente.

- Me mandas un mensaje. – Tomó la camisa de su uniforme antes de darle espacio a Daniel.

*~~~~*

- Voy. – Grité antes de correr hacia la espalda de Jakal. Afortunadamente el chico me atajó y yo me abracé a su cuello.

- Pesas demasiado, ¡Bájate! – Contestó, pero aún así me sostenía para evitarme una caída.

CÓMO ESTUDIAR MEDICINA Y NO MORIR EN EL INTENTODonde viven las historias. Descúbrelo ahora