REGLA 15: NO CONFÍES EN CHISMES DE PASILLO.

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     Luego de saber que el gemelo malvado estaba bien, me relajé demasiado, tanto, que me quedé dormida. Desperté por el cosquilleo de un susurro cerca de mi oído.

- Ya llegamos. – No reconocí la voz, era tan tranquila y ronca que parecía no haberla escuchado nunca.

- ¿A dónde? – Creí preguntar en mi sueño.

      No escuché respuesta. Me levanté y al mirar a mí alrededor, me di cuenta de que había viajado recostada en las piernas de Alek. ¡Qué pena!

      Me bajé del auto. Era un BMW Sedán Serie 7 negro aparentemente recién lavado, por no decir nuevo, lo cual no dudaría, ya que al observar los alrededores, una enorme fachada blanca se llevó todo mi asombro. Ser hijo de un neurocirujano y director de un hospital debe ser increíble.

      Al entrar al palacio, tuve que ocultar mi expresión de sorpresa. Un hermoso piso de porcelanato blanco bien pulido se extendía por toda la planta, siendo cubierto a nivel de la escalera por una larga alfombra azul marino. Reconocí el material de la cerámica porque es el que suele usarse en los hospitales. Los muebles del salón también eran blancos y la mesa en el centro era un hipopotamo sosteniendo un vidrio. No tengo comentarios al respecto... es muy... ¿exótico?

      Luego de las presentaciones, una mujer mayor me acompañó a una habitación bastante alejada en el segundo piso, la cual, no tenía ninguna decoración. Parece que los "cuartos para huéspedes" de verdad existen en el mundo de los ricos.

- Puedes utilizar el baño. Ya es casi la media noche pero si tienes hambre puedo prepararte algo. – Mencionó la señora sin mirarme a la cara. Estaba bastante ocupada tendiendo sabanas limpias sobre la cama.

- No se preocupe. – Dije apenada e interrumpiéndola para que dejara de trabajar. – Yo puedo hacerlo. Estoy muy bien. Ni siquiera tengo hambre. – Mentí. Moriría si no comía algo pronto.

- Bueno, si es así me iré. – Pero no lo hizo sin antes terminar lo que estaba haciendo, por más que insistí. – Le dejé toallas y ropa en el baño. – Agregó por último antes de cerrar la puerta.

      En la ducha, no paraba de pensar en lo complicado que debe haber sido para ella el trabajo en este lugar al tener que cuidar un par de gemelos malcriados; aunque quizás ella solo ayudaba a la madre. ¿Por qué no había una madre sino una madrastra? Mis teorías sobre la familia de Alek, sumado al agua tibia, me estaban aumentando el sueño, por lo que decidí salir y envolverme en una toalla. La ropa que me había traído Martha era un suéter negro ancho con algunas letras en blanco y unos shorts cortos de algodón. Perfecto para dormir, sin embargo, cuando me acosté, el sueño se esfumó. No podía conciliarlo debido al hambre, por lo que decidí bajar a la cocina intentando hacer el menor ruido posible.

     Imaginaba una inmensa oscuridad arropando un tenebroso pasillo, pero me sorprendió bastante escuchar voces desde una habitación que aún conservaba la luz encendida.

- Te subiré la dosis del medicamento. Y espero que esta vez si te lo tomes. – Era una voz masculina pero dulce, similar a la de Erick, la cual se escuchaba claramente a través de la puerta semiabierta.

- No quiero seguir tomando Fluvoxamina toda mi vida, Ana. Tampoco quiero a mi hermano dándome consultas psicológicas luego de una crisis. – Un silencio bastante largo inundó la habitación, haciéndome sentir incomoda a mí también, aunque no fuera parte de la conversación. – Tengo miedo de que la próxima vez Erick no pueda controlarme... Si... si eso pasa... asesinaré a mi propio hermano gemelo.

CÓMO ESTUDIAR MEDICINA Y NO MORIR EN EL INTENTODonde viven las historias. Descúbrelo ahora