REGLA 22: PIÉNSALO BIEN ANTES DE CONFIAR EN ALGUIEN.

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- Gracias. – Dijo Erick aceptando el plato que le ofrecía. - ¿No puedes darme el de mi hermano también? De todos modos quien sabe donde estará.

- ¿Se perdió? – Le pregunté mientras servía otra ración, a pesar de que las manos me temblaban un poco. Ya era de noche y el frío empezaba a sentirse aún más.

- Estamos hablando de Alek. Lo más probable es que esté divirtiéndose en alguna carpa. – Sonreí. Eso sonaba como él. – Entonces... ¿Me darás más?

      Le serví nuevamente antes de entregarle su comida a Zoe.

      ¿Habrá comido?

      Reí por lo absurdo que era el asunto. ¿Qué hacía preocupándome por él? Por un idiota mujeriego sexópata pervertido, y quien sabe que más.

      Aún así, vi los dos platos servidos y los tomé.

      Eres estúpida Yue.

      Caminé por la pequeña carretera de tierra húmeda hasta llegar a la colina. Escuché su risa y me acerqué para comprobar que no me equivocaba. Ahí estaban. June Willinger y Aleksandr Field. Completamente borrachos, cabe destacar.

      Mi único objetivo era dejarles la comida e irme a mi carpa, pues el frío que hacía era más fuerte que en el campamento, sin embargo, al gemelo malvado no le importó eso cuando me haló del brazo. Por lo menos recordó que aún mi mano seguía herida, pero caí sentada sobre la grama a su lado. Inmediatamente sentí el olor a alcohol. Ahora podía añadir otro defecto a la lista.

      Intenté levantarme en vano, ya que fui detenida por el agarre que tenía sobre mi cintura. Podía irme. Estaba ebrio, así que fácilmente podía empujarlo y salir corriendo. El problema es que no quise, así que preferí quedarme ahí robándome su calor.

      Me sorprendí cuando recostó su cabeza sobre mi hombro y comenzó a murmurar. No se le entendía bien lo que decía y cambió de tema varias veces, pero lo que me tenía preocupada era su respiración cerca de mi cuello.

      Se cercanía se sentía extraña, pero agradable. Quizás me estaba embriagando yo también.

- ¿Puedes dejar de respirar? – Le pregunté sin pensar muy bien lo que decía. No quería que me soltara, pero al mismo tiempo quería irme lejos.

- ¿Me quieres muerto? – Levantó la cabeza y me tranquilizó dejar de sentir el aire tibio sobre mi piel.

- Solo... no me gusta cuando exhalas en mi cuello. – Me sobresalté con su repentina y espontánea risa. Supongo que tomó más de lo que imaginé.

- ¿Segura que no te gusta? – Me giré para verlo. Tenía que comprobar su estado de salud. Sus ojos se veían más azules que aguamarina, supongo que por la poca luz. – Porque si es así, debo contarte un secreto. – Cuándo habló, un poco de humo blanco salió de su boca. Me di cuenta que también salía de mi nariz. El frío no es ninguna broma en este lugar.

- No prometo guardarle el secreto a un ebrio. – Desvié la mirada de sus labios antes de que ideas extrañas se me ocurrieran, aunque creo que ya era un poco tarde.

- Lo harás cuando sepas cual es. – Acomodó mi cabello y se acercó a mi oído. Me estaba acostumbrando a que lo hiciera. – Yue... yo... soy un vampiro.

      Estuve a punto de reír antes su comentario de adolescente ebrio, pero algo me lo impidió, un cosquilleo extraño y algo tibio recorriendo mi hombro.

CÓMO ESTUDIAR MEDICINA Y NO MORIR EN EL INTENTODonde viven las historias. Descúbrelo ahora