Capítulo 50

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Piero se puso serio y miró a Katherine.

- ¿Por qué me estás preguntando eso? - Preguntó sonriendo tratando de disimular el nerviosismo.
- Porque yo quiero saber.
- Katy, creo que bebiste un poquito...
- Yo no estoy borracha...
- Es que no entiendo por qué quieres saber esto. – dijo nervioso.
- Está bien, no es necesario que me respondas... Ya entendí. - Abrió la puerta del apartamento.
- Katy, yo no quiero que...
- No necesita preocuparse. - interrumpió ella. – No debería haber preguntado eso. Si me disculpa estoy cansada.

Ella entró y cerró la puerta. Ella se apoyó contra la puerta y soltó un bufido. No podía creer. O Piero tenía un autocontrol de otro mundo o no le gustaba tanto como ella imaginaba.

*****


Tres días más tarde, comenzaron a hacer el nuevo balance de la empresa, pero ahora no decían nada más allá de lo que tenían que hacer. Katherine estaba empezando a ponerse nerviosa, no podía perder tiempo pero tenía que tener cuidado, la última vez se había arriesgado y por eso ahora estaban a días casi sin hablar.

Mientras caía la lluvia, Piero estaba concentrado en los números y Katherine miraba a él tratando de encontrar una manera de resolver su problema. Miró el reloj y ya había pasado cinco minutos de su hora de salir, miró por la ventana y vio la lluvia... La lluvia acababa de dar una idea perfecta ¿ya no decían los poetas que lluvia son lágrimas?

- ¿Piero? – Él miró. - Si no necesitas nada más ya me voy.
- Bien. - Ella asintió y tragó saliva. Piero se dio cuenta de que algo estaba mal por su expresión facial y observó mientras una lágrima se deslizó por su mejilla. - ¿Estás bien, Katherine?
- Sí.

Ella tomó los materiales de trabajo y salió de allí, se dirigió a su escritorio, organizó todo rápidamente, cogió su bolso y se dirigió al ascensor. Cuando llegó a la puerta de salida se dio cuenta de que la lluvia era más fuerte de lo que había pensado cuando estaba en la oficina. Una vez más, ningún taxi pasó entonces no tenía más remedio que esperar. Cinco minutos más tarde y ella estaba allí, sin taxi y la lluvia no disminuyó ni paró.

Se sobresaltó cuando sintió que alguien le tocó el hombro.

- Lo siento, no fue mi intención asustarte. - Piero dijo calmo.
- No fue nada. - Se dio la vuelta y siguió mirando la calle.
- Te puedo llevar a casa.
- No es necesario, puedo esperar.
- No seas terca, pronto será oscuro y no hay nadie más en la empresa. No te voy a dejar aquí sola. ¿Vámonos?

Mientras estaban en el coche nadie dijo nada y otra vez ese silencio incómodo. Después de unos minutos él aparcó el coche frente al edificio.

- Gracias. – dijo ella.
- Espera, yo te acompaño hasta la puerta. – A ella le pareció extraño, pero no dijo nada. Fueron al ascensor. - ¿Por qué estás triste?
- Yo no lo estoy.
- ¿Entonces por qué estaba llorando cuando saliste de mi oficina?
- No es nada...
- ¿Por qué mientes? Estás siempre sonriendo y hablando. No lo has hecho en los últimos días. - El ascensor se abrió.
- No quiero hablar de ello. - Se dirigió hacia la puerta mientras él la seguía.
- Me dejas preocupado.
- ¡Así que no te preocupes! No has hablado mucho conmigo y estoy segura que es por mi pregunta de la noche del sábado y si quieres saber yo no te culpo porque yo fui la estúpida aquí. - Abrió la puerta.
- Katherine...

Cuando se volvió todo fue tan rápido que casi no se dio cuenta de lo que había sucedido. Piero le había apoyado en la pared y la besaba intensamente...

¿Cuánto Cuesta el Amor? |Piero Barone| Libro 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora