Capítulo 7:

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[Jungkook]

Ese mismo fin de semana recibí una llamada del chico nuevo del pueblo, a las nueve de la mañana, a las malditas nueve. Sobra decir que obviamente me despertó, y en el momento que descolgué el móvil sin abrir siquiera los ojos, me lamenté de dos cosas, una era el haberle dado mi número a aquel extraño, y otra era no dejar el móvil en silencio, aunque a decir verdad, a última tenía más coherencia debido a que jamás recibía una llamada, por lo que me daba exactamente igual tener el sonido activado o apagado.

- ¿Sí?

- ¿Jungkook? –sonaba demasiado entusiasmado para las horas que eran, y eso sin tener en cuenta que era sábado. Nadie con dos dedos de frente madrugaría un sábado, y mucho menos me haría madrugar a mí. – ¿Te he despertado?

- Sí –respondí con molestia, dándome por vencido y abriendo lo ojos de una vez al tiempo que pasaba de mala gana la mano por mi cara para desperezarme. Ni siquiera hacía sol porque estaba lloviendo, lo que me incitaba más aún a colgar la llamada y meterme envolverme en el edredón de nuevo. – ¿Qué quieres?

- Pensé que podríamos ir a comer fuera y... bueno, podrías enseñarme la sala de recreativos... – parecía nervioso. Rodé los ojos y me revolví el pelo, intentando adaptarme a la vida consciente. – ¿Te parece? – estaba debatiendo internamente como rechazar su oferta, cuando volvió a hablar. – Invito yo, claro está.

- ¿Invitas tú? –asintió desde el otro lado y solté un suspiro. Era imposible rechazar una comida y tarde de videojuegos gratis, simplemente iba en contra de mis creencias. – Quedamos en frente de la cafetería verde en una hora.

- ¿La que tiene enredaderas por las paredes? ¿Que hace esquina con la plaza?

- Esa –respondí poniéndome en pie, rebuscando con la mirada alguna prenda que hubiera tirada por el suelo para no tener que ponerme a rebuscar en el armario. Para mi desgracia, todo estaba demasiado limpio. – En una hora, acuérdate.

- En una hora, perfecto –acerqué el dedo para colgar, pero volví a escuchar su voz, y de nuevo coloqué el móvil junto a mi oreja. – ¡Ah! Y siento haberte despertado, no sabía que estabas durmiendo.

- Ah, eso. No importa, lo compensarás con la comida.

Rió y colgué, sintiéndome ligeramente culpable porque se tomara a broma un comentario que iba completamente en serio. Si no fuera porque invitaba él, ya estaría metido de nuevo en la cama y no dirigiéndome a mi mesilla para cambiarme de ropa interior. Ni siquiera pensaba ducharme, y con suerte me peinaría

O al menos eso pensaba en mi cuarto, pues terminé subido en el autobús media hora después con los pelos exactamente igual que cuando me había levantado, aunque en esta ocasión tenía un grueso gorro rojo que me disimulaba un poco el desastre. No había sido mi idea, sino de mi madre, que antes de salir por la puerta me obligó a peinarme o taparme el tormento que tenía por cabello. Mi vaguería escogió por mí la última opción.

Ocho paradas después y unos cuantos metros andados, llegué a la cafetería donde pretendía encontrarme con Hoseok. La terraza estaba llena de gente, y el olor de los desayunos me atraía lentamente hacia el mostrador, donde terminé pidiendo un bollo relleno de crema de fresa. Hoseok no tardó mucho más en llegar, acompañándome en el desayuno y pidiéndose él otro exactamente igual.

- Llegaste pronto –miró su reloj y puso una expresión de desconcierto. – Ni siquiera son las diez y ya estabas cuando llegué.

- Tampoco tenía nada mejor que hacer – omití aquella gran cosa que solía hacer todas las mañanas y la cual amaba con toda mi alma, es decir, dormir. Me encogí de hombros y seguí caminando, guiándonos a ambos hasta la sala de recreativos que le había prometido enseñar. – No estoy muy acostumbrado a madrugar.

Milk FangsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora