Capítulo 29:

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[Jimin]

Lo reconocía. Podía adivinar a quien pertenecía ese olor hasta con un kilómetro de distancia, pero aun así dudaba de mis propias e infalibles habilidades. Dudaba de mi maldito olfato, y todo porque a medida que me acercaba a casa, aumentaba el olor. Cada vez más intenso, como si me estuviera acercando a él en vez de a mi vivienda.

Ignoré el mensaje que llegó a mi móvil y eché a correr con las cajas llenas de bolsas con sangre a mi espalda.

Había salido a buscar sangre a los bancos de la ciudad, y obviamente, no había manera alguna de que Taehyung pudiera haber venido conmigo. Bueno, sí existía una manera, y era en la cual perdía el control, mordía a una decena de humanos, mataba a otros tantos y teníamos que volver a mudarnos a otro pueblo perdido en medio de la nada. ¿Eso quiere decir que había sido buena idea dejarle solo en casa? En absoluto. Pero con Jin y todos los demás fuera, era la única opción.

Y por el característico olor que aumentaba a medida que avanzaba, quizás lo de mudarnos habría sido una buena alternativa a lo que probablemente había sucedido en mi ausencia.

Aceleré el paso, corriendo a tanta velocidad que ni siquiera sentía el peso de la caja. Y no me detuve hasta que estuve frente a la ventana del salón, cubierto de ramas y con una caja de trescientos kilos a mi espalda.

- ¿Jungkook? –fruncí el ceño y me acerqué ligeramente al cristal, observando más de cerca a la persona que se encontraba tras él. Estaba en el sofá. En el maldito sofá de mi casa, tumbado con total normalidad.

No parecía haber nadie más en el salón. Era todo tan extraño que tardé un par segundos en darme cuenta de la enorme mancha roja que se extendía por toda su camiseta. Sangre. Ese niño estaba desangrándose en mi casa. En mi sofá. En mi ausencia.

Sin pensarlo dos veces tiré la puerta debajo de una patada, demasiado agitado como para detenerme a meter la llave. La caja a mi espalda cayó al suelo y mis pies fueron directos hacia Jungkook. Quizás había esperanza, quizás aún podía hacer algo.

- ¡AAAH!

- ¡AH!

Pegué un grito y me alejé unos pasos, cayendo de culo al suelo y tirando la pequeña mesita de cristal con el golpe. Alcé el brazo y señalé al pelinegro, quien me miraba casi igual de impresionado que yo a él. No estaba muerto.

- No estás muerto –murmuré asombrado.

- Has tirado la puerta abajo –murmuró en el mismo tono. Tardó medio segundo en alzar una ceja y procesar mis palabras. Yo seguía igual de paralizado. Casi podía sentir mi corazón palpitando por el susto, aunque eso fuera imposible. – ¿Muerto? ¿Por qué iba a estar muerto? –se observó de arriba abajo al tiempo que yo señalaba su camiseta. – ¿Esto? – pasó un dedo por la mancha y luego lo lamió, metiéndoselo en la boca como si de un chupachups se tratara. – Es salsa picante. He pedido nachos. –sonrió y me tendió una caja llena de salsa y nachos que tenía en el suelo junto al sillón. – ¿Quieres? –negué en silencio. Él, tras coger varios, se encogió de hombros y la dejó de nuevo en el suelo.

- Pensé que era sangre.

- ¿Qué? ¿Sangre? –me miró extrañado mientras masticaba uno de los malditos nachos. – ¿Por qué iba a estar muerto en el sofá de tu casa? –se metió otro nacho y siguió hablando a medida que masticaba. – No tiene sentido.

- ¿Estás con Taehyung? –ignoré sus palabras y empecé a echar un vistazo por la casa. Seguía sin gustarme nada que hubiera un humano en mi casa, y menos que fuera Jungkook. Estaba vivo, pero aun así no eran las mejores noticias. El pelinegro asintió con la boca llena y señaló arriba de las escaleras. – ¿Está en el piso de arriba?

Milk FangsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora