Capítulo 56:

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[Hoseok]

Me desperté con el, sorpresivamente no tan desagradable, chirrido del café hirviendo. Supongo que el conocido olor lo compensaba enormemente, por ello lo primero que hice, fue sonreír.

Luego divisé en mi mente a Taehyung en la cocina, siendo responsable de un simple desayuno que probablemente le había resultado divertido intentar, y se me pusieron los pelos de punta.

Salí corriendo de la cama, tropezando con toda la ropa que el día anterior había dejado desperdigada por el suelo, y me dirigí directo a la cocina con la esperanza de poder detener un inminente desastre.

- ¡Taehyung, te he dicho que no uses los fogones sin que esté yo delan-

Me paré en seco, atragantándome a mitad de la frase por el desconcierto que me invadió al encontrarme a un chico más bajo y fuerte en el lugar que debería estar Taehyung. Luego recordé que ese no era ni sería el lugar de Taehyung nunca más, y que Thaeil llevaba casi dos semanas alojándose en mi casa.

- Buenos días a ti también –respondió sin inmutarse, quitando fácilmente la cafetera de los fogones y bajando el fuego de estos hasta que a duras penas se divisaba una luz roja. – ¿Qué clase de mote es Taehyung? –murmuró al tiempo que comenzaba a servir el café en las tazas. Todo estaba perfectamente colocado. – Y te puedo asegurar que nunca me has dicho eso.

- Perdona, no es nada... -murmuré cansado, frotando mis ojos y tomando asiento, adaptándome a la inesperada situación.

- Te recuerdo que de pequeños eras tú quien casi nos envenena queriendo meter plastilina en el menú.

Forcé una sonrisa y asentí. No tenía muchas ganas de hablar. Realmente solo tenía ganas de volver a la cama, pero mi cuerpo no parecía coincidir con mi mente, y mucho menos después de quemarme la lengua con el café hirviendo de mi taza. Reprimí un par de insultos, cubriendo mi boca, y seguidamente me forcé a inspirar y expirar varias veces para calmarme. No aguantaría ni la mitad de la mañana si seguía con ese ánimo.

- Por cierto –el pelinegro tomó asiento al otro extremo de la mesa y empezó a mojar uno de los bollos que había servidos, en la taza. No me lo pensé ni un segundo antes de imitarle, esta vez soplando durante casi un minuto para que no me volviera a suceder lo de momentos antes. – Estoy seguro de que es él. Estabas en lo cierto.

- ¿Ah? –me quedé con el bollo empapado a milímetros de mi boca.

- Park Jimin –de nuevo, no me dio tiempo a siquiera cerrarla para poder comer. Por el tiempo que llevaba sosteniendo el bollo, no me habría hecho ni falta el soplar. – Es él. Es el vampiro.

- ¿Qué? –maldecí internamente mientras intentaba aparentar tranquilidad, como si no me importara en absoluto. Cosa difícil, pues ese tema era lo único que me importaba de mi vida en esos momentos. – Nonono, estoy seguro. Me equivoqué, ya te lo dije...– fui a comerme el bollo, pero el destino decidió que ya era demasiado tarde, y la parte mojada calló en el interior de la taza, salpicando toda mi camiseta del pijama. – ¡Joder! ¡Ah, quema!

- Ha dejado de asistir a la escuela poco después de que yo llegara al pueblo –siguió explicando, ajeno a mi dolor. Le maldije con la mirada, pero como de poco servía, me limité a comenzar a limpiar mi camiseta con una servilleta. – Y adivina qué.

- Qué.

- Solo toma batidos. – rodé los ojos e intenté disimular mi nerviosismo. Thaeil era demasiado bueno, y eso me dificultaba enormemente las cosas. – Las pocas veces que le he visto, está con uno de esos bricks rosas que suelen tener los niños.

- Quizás le gustan mucho –dejé la servilleta a un lado y comencé a pescar con mi cucharita los inundados trozos de bollo que se esparcían por el café. – No deberías preocuparte. Ya te he dicho que lo tengo todo controlado por aquí.

- Insisto en que es é-

- ¡Ay, se me había olvidado! – rápidamente me puse en pie, masticando con la boca llena de bollo los últimos trozos a flote que había conseguido rescatar. Cuando conseguí tragarlos, agarré la taza y empecé a beberme el café. – Tengo que llamar a Jungkook –solté sin pensar entre trago y trago, terminándolo con uno que casi me derrite la garganta. – Ahora vengo.

- Como quieras –agarró su móvil, ignorándome en menos de cero coma, y yo suspiré aliviado. Apartar la conversación no era un victoria, pero me daba más tiempo, y el tiempo siempre era bueno. Sobretodo cuando tenía el billete de vuelta ya comprado para dentro de cuatro días.

Aproveché para echar a lavar la camiseta y darme una ducha. Escuchaba a Thaeil de fondo recoger el desayuno, por lo que no me preocupé mucho. Hasta que salí del baño y escuché sus pasos al otro lado de la puerta. En un intento desesperado por evitar hablar, fui directo al cuarto y marqué casi sin mirar el número de Jungkook.

- Estaba durmiendo –refunfuñó al quinto toque. Escuché un enorme bostezo y luego el chirriar de su cama. Realmente se estaba levantando a las doce del mediodía. – ¿Qué quieres?

- Te invito al cine –dije sin pensar. Era una buena idea. Con Jungkook en medio, Thaeil evitaría tocar ciertos temas que no me apetecía tratar en absoluto. – Me apetece salir esta tarde. Pago yo, comida incluida.

- No puedo.

- Comida incluida, Jungkook.

- Ah, en serio, que no puedo –saludé a Thaeil desde la distancia, quien me miró con expresión rara y se metió como si nada en el baño que yo acababa de dejar libre. Suspiré y volví a centrarme en el móvil. – He quedado. Voy a dar una vuelta con Jimin.

- ¿Cómo?

- He quedado para ir a los recreativos, y luego iremos a algún parque o algo... – se notaba que todo la indiferencia de su voz era fingida, y no me hacía ninguna gracia. Eso no debería estar pasando. No en este momento. – Pero guárdame lo del cine para otro día.

- No.

- ¿No?

- No –repetí inconscientemente. Había salido de una situación peliaguda solamente para meterme de lleno en otra. ¿Por qué no se podía haber hecho amigo de otro en el pueblo? ¿Precisamente tenía que ser Park? – No puedes ir con él.

- ¿Cómo?

- Ya he reservado el cine –mentí. Thaeil salió del baño y de nuevo forcé una sonrisa al tiempo que le saludaba. Me veía patético cada vez que hacía eso, y él me lo demostraba con su expresión. – Oh, vamos Jungkook... soy tu amigo...

- Que no, que ya he quedado –comenzaba a enfadarse y eso no era bueno. Jamás había que insistir con el pelinegro, pero no se me ocurría otra cosa. – Aplázalo o ve tú solo con tu amigo.

- No me gusta que vayas con él.

- ¿Qué?

- Eso. Con Jimin. –recalqué. Ya no sabía que más decir. – No me cae bien.

- Pues que suerte tienes, porque nadie te ha invitado a venir –respondió. Rodé los ojos, sabiendo que no podría conseguir nada. Jungkook era demasiado cabezota. Casi más que Taehyung.

- ¡Pero es mi enemigo!

- ¿Qué?

- Yo soy tú amigo, y él mi enemigo.

- ¿Y?

- Me estarás traicionando si vas con é-

- ...adiós Hoseok. 

- ¡Oye! ¡Jungkook, oye! –escuché el sonido de su teléfono colgándose, y seguidamente la línea cortada al otro lado. Cuando alcé la vista del móvil, Thaeil estaba ahí. Fruncí el ceño y bloqueé el móvil. – Me ha colgado.

- Menuda tragedia –ironizó. Seguidamente se dirigió a mi armario y me lanzó un par de ropas. – Vístete. Vamos a rastrear la afueras. Estoy harto de hacer el vago.

Cuando fui a intentar detenerlo, recordé una cosa, y tuve que rectificarme a mí mismo. Si la cabezonería de Taehyung superaba a la de Jungkook, la determinación de Thaeil se comía a ambas con patatas.

Y de nuevo, todo esto para mi desgracia.

Milk FangsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora