Capítulo 34:

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[Namjoon]

La primera cosa que pensé nada más despertarme, era que jamás había probado una cama tan cómoda como en la que me encontraba tumbado en ese momento. Luego pensé lo mismo sobre el cuarto, demasiado lujoso y caro para mis posibilidades, y sobre todo, para mis gustos. Definitivamente esa no era mi habitación, y por lo tanto, solo quedaba la tan común opción que me planteaba casi todos los fines de semana.

¿Con quién he terminado esta noche y cómo diablos ha conseguido que me quede a dormir?

No tuve que esperar mucho rato por una respuesta, pues a los pocos segundos, como si mi despertar hubiera hecho sonar una alarma por toda la costa, apareció Jin perfectamente arreglado. Camisa rosa, pantalones blancos ajustados y una cara que aseguraba problemas.

- Roncas.

Fue lo primero que dijo antes de lanzarme un atuendo similar al suyo, con la camisa en color azul, y sentarse sobre la refinada cómoda que adornaba el cuarto junto a muchos otros muebles de igual categoría. Ahora que me fijaba, Jin encajaba perfectamente con el aura del cuarto. Podrían vendértelo junto a él y no desentonaría en absoluto.

- ¿Por eso traes esa cara? ¿Porque no te he dejado dormir? –solté una carcajada y me incorporé, apoyándome contra la pared tras de mí sin dejar de mirarle ni un segundo. – Puedo compensártelo de mejores formas.

- Vístete –eché otro vistazo a las ropas. No me hacía gracia vestirme, eso no se complementaba en absoluto con lo que tenía en mente. – Tengo que ver que hago contigo.

- ¿Ah? –pasé una mano por mi pelo, despeinándolo más aún si era posible, y miré al señor perfecto mientras un bostezo abandonaba mi boca. Él rodó los ojos y se puso en pie. Yo tan solo me reí tras su dramatismo. – más que un príncipe, pareces una reina.

- Princesa –me corrigió.

- Princesa entonces.

- Ah, nonono –comenzó a negar al tiempo que movía su índice de un lado a otro, enfatizando su negativa. Ni siquiera sabía qué demonios me estaba negando, pero seguía viéndose tan divino que tampoco me importó. – tú no puedes llamarme de esa forma. Ni hablar.

- ¿No? –alcé una ceja con burla al tiempo que comenzaba a desvestirme. Solo entonces me di cuenta de que tenía puestos los mismos pantalones de la noche anterior. Y solo un segundo después me percaté de que también llevaba los zapatos. – ¿Qué cojones? –miré al pelirrosa con desconcierto. Eso sí que no me lo esperaba. – No me digas que te lo hice con los zapatos puestos.

- ¿Hacerme el qué? –solo hicieron falta un par de segundos para que lo entendiera. – ¡Ah, no, por supuesto que no! ¡Tú no me hiciste nada, por dios! ¡Ni en tus mejores sueños, rubio! –fui a replicar que en realidad, en mis mejores sueños sí que protagonizaba escenas bastantes subidas de tono, pero dada su indignación decidí callármelo para más adelante. – ¿Conmigo? ¡Ah, menudo humano! ¡Realmente has pensado qué... ¡Ah!

- ¿Entonces no nos acostamos? –tampoco lo recordaba, pero habría sido algo de lo que sentirme orgulloso al menos. Es decir, tan solo había que mirarle. Era precioso.

- ¡Claro que no! –comenzaba a perder los nervios, y en este caso, eso no era bueno. Si no nos habíamos acostado, aún me encontraba en fase de prueba. – ¡Y haz el favor de vestirte de una vez!

- Está bien, está bien... – reprimí una pequeña risa y seguí desvistiéndome para comenzar a sustituir las prendas con las nuevas que me había dado la princesa que se encontraba en frente mío.

Podía notar la mirada del pelirrosa sobre mí en todo momento, y lo más divertido era que cuando intentaba respondérsela, la apartaba de inmediato, como si no acabara de pillarle comiéndome con la mirada. Era, en cierto modo, adorable.

Lo que no resultó adorable en absoluto fueron las marcas de profundas mordidas que hallé en mi costado y mi cuello mientras me paseaba frente a uno de los grandes espejos que adornaban el cuarto. Rocé una de ellas con mi índice y puse una mueca de dolor. Aún escocían.

- ¿Estás seguro de que ayer no nos acostamos? –pregunté inspeccionando las heridas más de cerca contra el cristal. Parecían casi de animales. – ¿Cómo puede ser que no me acuerde de nada? ¿Tanto bebí? –suspiré y seguí abrochándome la camisa azul. – Pareciera que me atacara una manada de lobos...

- Ahá –ignoró mis palabras y se acercó para terminar de abrochar mi camisa él mismo. Se notaba que tenía prisa, y cuanto más irritable se veía, más adorable me resultaba a mí. – Namjoon, tengo que matarte.

Lo soltó antes de abrochar mi último botón. Estaba con la cabeza gacha, y aún después de terminar, permaneció con sus dedos sobre el esférico plástico. Sonreí divertido, pues tampoco me esperaba que dijera tal cosa. No le tomaba por un chico con ese tipo de humor.

- ¿Y vas a comerme o qué?

- Eso me gustaría –alzó la vista, pero no estaba sonriendo. – Hablo en serio, rubio.

- ¿Y por qué iba a disgustarme terminar entre tus dientes? –me acerqué un par de pasos, los cuales él no tardó en retroceder hasta chocar contra el espejo a su espalda. Sonreí ladinamiente y volví a rozar ambas narices. Incluso de cerca no podía atisbar a ver ni un solo maldito detalle. – Podríamos utilizar nata y fresas, eso sería divertido...

- Namjoon, soy un vampiro.

- Ahá –deslicé una mano hasta su cintura y comencé a inclinarme sobre su cuello. Al dejar un beso, sentí como si mis labios chocaran contra una pared mármol extremadamente suave. Fruncí el ceño y dejé un segundo para volver a sentirlo.– Wow... estás realmente helado...

- Porque soy un maldito vampiro, ya te lo he dicho.

- Ahá –de nuevo las palabras me entraban y salían por los oídos como si de una lección de matemáticas se tratara. Sonreí y dejé un tercer beso. No era desagradable, tan solo una sensación completamente desconocida, pero en absoluto desagradable. – Oye, Jin –mordí su cuello, ascendiendo lentamente hasta el lóbulo de su oreja. – ¿los vampiros pueden tener sexo?

- Estás demente si lo que insinúas es que yo vaya a tener sexo con un humano.

- ¿Sería tu primera vez? –decidí seguirle el juego mientras me arrimaba cada vez más contra él. Jamás había simulado una versión vampírica mientras tenía sexo. Sería divertido.

- Mmmm... bueno... no exactamen... ¡esa no es la cuestión, ah! –me incorporé, mirándole tras su cambio de humor y encontrándome con una faceta para nada contenta. – No voy a tener sexo contigo, si es lo que estás pensando, así que aparta tus manazas de mi cuerpo.

Hice lo que me ordenó al instante, sin terminar de comprender sobre qué iba todo esto. En realidad había muchas dudas en mi cabeza, muchas sobre las mordidas, otras sobre en qué momento terminé en la cama, y la mayor, sobre qué narices había ocurrido la noche anterior.

Pero cuando miraba al ser de pelo rosa que se encontraba frente a mí, las respuestas comenzaban a perder su sentido. No me importaban en absoluto.

- ¿Entonces qué? –me senté en la cama y le miré expectante, sin poder terminar de borrar la sonrisa de mi rostro. – ¿Ahora que vamos a hacer?

Me miró. Apartó la vista. Volvió a mirarme. Suspiró. Y finalmente apartó la vista de nuevo. Tardó casi un minuto en hablar, y yo mientras tanto le observaba, embriagándome de su belleza.

- Iremos a mi casa.

Hice un gesto de victoria y grité hacia mis adentros. Luego Jin me fulminó con la mirada y me calmé al instante. Al menos exteriormente, pues mi interior no paraba de corear su nombre mientras levantaban carteles con su cara. Lo tenía ganado. 

Milk FangsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora