Capítulo 14:

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[Namjoon]

No me gustaba mi trabajo, eso era más que obvio. ¿A quién le gustaría pasarse horas y horas, en plena noche, sirviendo copas baratas a borrachos que ya iban lo suficientemente bebidos como para siquiera poder sacar un billete de la cartera sin romperlo? Era un trabajo detestable, pero el bar era de mi tío y yo necesitaba el dinero, así que tampoco tenía muchas alternativas.

Desde que decidí no ir a la universidad, mis padres me empujaron a buscar un trabajo. Al año terminé independizándome, trabajando en el destartalado local de mi tío lejano, y alejándome cada vez más de mi familia al tiempo que vivía de la forma que más me gustaba, escribiendo. Sí, quizás no era un trabajo, pero el pasar algún fin de semana en los barrios bajos, haciendo peleas de rap, me satisfacía mucho más que cualquier ganancia económica.

Y así era mi día a día, servir copas y más tarde bebérmelas yo mismo acompañado de gente de mi misma calaña, gente a la que le costaba amoldarse. Gente que por casualidades de la vida, había terminado vomitando rimas o escuchándolas para sentirse bien consigo mismo.

En general, gente que no pasaría por el bar en el que yo trabajaba, ni en un millón de años.

En el bar de mi tío había una clientela muy selecta. Primero, los hombres del barrio que no tenían nada mejor que hacer que gastar el dinero de sus mujeres en copas, luego los jóvenes imprudentes que terminaban emborrachándose al primer trago, y por último, aquellas personas que no encajaban nada en el ambiente y tras pasar un día por pura casualidad, nunca terminaban volviendo.

El príncipe entraba en este último. O al menos eso pensaba hasta que tres semanas después de haberlo conocido, le encontré cruzando la puerta del local, igual de impecable y perfecto que la primera vez. Recuerdo que en ese momento, a pesar del impacto inicial, conseguí recobrar la compostura y fingir que no le recordaba. Una idiotez, pues obviamente sería imposible olvidar a una persona así, pero de cualquier manera, él se lo creyó e indignó completamente. Eso último intentó disimularlo, pero al parecer, disimular no es una de sus mejores cualidades, o no al menos cuando está enfadado.

El caso es que a partir de esa segunda vez, empezó a pasarse más a menudo. A veces hasta aparecía dos semanas seguidas, no pasando nunca de un día por semana. Seguro que era un chico ocupado, algo relacionado con empresas. Según mis conjunciones, sería el hijo de algún empresario o magnate, del cual ha heredado una empresa y se pasa el día entre papeles y cenas profesionales para mejorar su imagen y establecer relaciones con posibles clientes u otras empresas.

En general, una cara preciosa de la cual me cansaría pronto.

Pero ese "pronto" aún no había llegado, y como era en ese momento, cuando la puerta se abrió y su perfecta cabellera castaña cruzó el marco, no pude evitar sonreír ampliamente, terminando rápidamente de limpiar el vaso que tenía en mis manos y cruzándome de brazos a la espera de que empezara esa rutina que comenzaba a resultarme agradable.

Jin me sonrió, ignorando a toda la poca gente que había en el local, y se me acercó con el mismo paso de siempre, uno que parecía digno de príncipe. Cogió asiento en una butaca, en medio de la barra, sentándose de lado y cruzando las piernas. Esta vez las llevaba envueltas en unos ajustados pantalones rosas, combinado con un jersey blanco y un abrigo gris a grandes cuadros.

Vamos, que seguramente su empresa era de moda o algo por el estilo.

Pidió lo de siempre, una de las bebidas más caras del local, a la cual terminaría dando un pequeño sorbo antes de irse, dejándola prácticamente entera. Antes de cerrar, siempre me la acababa yo.

Milk FangsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora