Capítulo 37:

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[Jungkook]

Me emborraché. No recordaba haberme emborrachado, pero es que directamente no recordaba nada de lo que había pasado en casa de Taehyung. Tenía lagunas tan grandes que me ahogaba en ellas al intentar rehacer aquella tarde, vislumbrando brevemente a Park Jimin como si fuera la tan reclamada superficie.

Con la mochila de camino a clase, rebotando contra mi asiento con cada bache que daba el autobús, no veía el momento en encontrarme con el platinado. Tenía demasiadas preguntas, demasiadas opciones que podían ser ciertas. ¡Podía haber hecho cualquier cosa en aquellas horas que no recordaba! Me tensé solo de pensarlo, mirando la puerta del autobús tan concentrado que podría haberla hecho explotar. Solo quería verle tras ella, y el tiempo parecía ir más lento que nunca.

Hasta que apareció. Hasta que la brillante cabellera que tanto me estaba impacientando, apareció tras las puertas, las atravesó, introdujo su ticket y comenzó a avanzar hasta los asientos principales, bastante alejados del mío. Negué.

Sin pensarlo dos veces, porque en el caso de haberlo hecho probablemente me hubiera retractado, agarré uno de mis bolígrafos y le saqué impasible la tinta de su interior, dejándolo completamente vacío. Seguidamente arranqué un trozo de página de mi agenda escolar y comencé a arrugarla hasta formar una pequeña bolita.

Luego la disparé, soplando a la nuca del reclamado y manteniendo una perfecta dirección. Iba a darle, probablemente estaba a medio centímetro, cuando con un simple movimiento atrapó la bolita en un puño. Sin girarse. Tan solo alzó la mano y la encerró. Tragué saliva, sintiéndome extrañamente intranquilo.

Entonces se giró, probablemente buscando al tirador, es decir, a mí. Aún con el bolígrafo en la boca, cuando nuestros ojos se encontraron, inspiré hondo, tragándome el plástico y volviéndolo a escupir entre ridículas toses contra el asiento de delante. La persona se giró para comprobar que pasaba, pero ni le presté dos segundos de atención. Estaba demasiado pendiente en la fría mirada que tenía el de pelo platinado en la cara.

Y en cómo cambió al verme.

Suspiró y se puso en pie, comenzando a caminar de mala gana hacia mí. Yo me hice a un lado, dejándole mi asiento libre y ocupando yo el continuo, pegado al cristal. Antes de sentarse, se paró frente a mí y abrió su mano, mostrándome la inofensiva bolita igual o más deformada de lo que ya estaba antes.

- Creo que se te ha caído esto –me la lanzó sin fuerza, haciendo que rebotara sobre mi regazo y seguidamente cayera al suelo. Tragué saliva de nuevo, presionando la mochila contra mis muslos de manera inconsciente. – Como mínimo podrías disculp-

- ¿Qué pasó ayer? – lo pregunté repentinamente, sin siquiera dejarle acabar su frase.

- ¿Ah? –de nuevo su expresión volvió a cambiar, esta vez a una mucho menos confiada. Miró a su alrededor y ocupó inmediatamente el asiento. – ¿De qué estás hablando? –incluso su tono había bajado.

- A-ayer... estaba en tu casa con Taehyung... y con Hoseok... – no sabía cómo empezar, que preguntar o reaccionar a lo que respondiera. De nuevo, las opciones eran demasiadas. – lu-luego estabas tú...

- ¿Hasta dónde recuerdas? –no entendía porque parecía agobiado, aunque claramente sabía disimularlo mejor que yo, infinitamente mejor. Mis piernas temblaban solo de pensar lo que había sucedido. – Va, Jungkook, responde.

El autobús se detuvo en otra parada, pero yo seguí mirándole a él con los ojos completamente abiertos, paralizado. Fue Jimin, quien en el último segundo se percató de que era nuestra parada y tras agarrar mi mochila y cargársela al hombro, tomó mi mano y tiró de esta hasta sacarme del autobús por los pelos.

- ¡A-ah! –me tambaleé, apoyándome en él antes de caerme de bruces. Cuando alcé la vista, su expresión era la misma, inquisitiva. Me preguntaba con la mirada, y yo no sabía que responder. – No recuerdo nada...

- ¿Nada? –me tendió la mochila y yo asentí desconcertado al tiempo que la tomaba y cargaba de nuevo a mi hombro sin ninguna dificultad, pues estaba prácticamente vacía.

- Sé que estuve en vuestra casa y luego llegaste tú, pero nada más.

- ¿Nada más? ¿Estás seguro? –asentí lentamente, intentando mantener la calma.

- Estoy seguro, ni siquiera sé cómo llegué a mi casa. –noté como suspiró disimuladamente, volviéndome más intranquilo, pues yo seguía igual que segundos antes, completamente desconcertado. – ¿Por qué? –ahora que Jimin estaba más aliviado, no parecía tener las mismas ganas de antes en seguir con la conversación. – ¿Qué? ¿Qué hice? –me miró de arriba abajo y sonrió.

- Te tomaste una pastilla de mi hermana por equivocación y terminaste medio drogado en mi casa. Te llevé a la tuya y luego volví. –volvió echarme otro vistazo y esbozar una pequeñísima sonrisa. Yo fruncí el ceño. – Eso es todo lo que pasó.

- ¿Por qué te ríes? –pregunté molesto. En verdad ni siquiera buscaba una respuesta, solo quería que dejara de hacerlo.

- ¿Reírme? –esta vez fue él quien frunció el ceño con desconcierto y negó, cruzándose de brazos. – No me he reído.

- Sí lo has hecho. –le miré fijamente, con total indignación, y entonces, al par de segundos, volvió a elevar brevemente las comisuras. – ¡Lo has vuelto a hacer! –esta vez cubrió su boca, sin molestarse en negarlo. Mordí el interior de mi mejilla con frustración y fui a golpearle, pero atrapó mi mano antes de que pudiera siquiera rozarle, alzándola en alto. – ¡Oye! ¡Para de reírte!

- Pero es gracioso –no tardó en atrapar pronto mi otra mano, con la cual intenté golpearle también. – Anoche eras tan diferente...

- ¿Qué hice? –él sonrió y yo fui a darle una patada que esquivó con la misma facilidad que detuvo la bola de papel. Definitivamente ese chico era intocable. – ¡Dime que hice!

- Nada.

- O me lo dices o te juro qu-

- Hablo en serio –se encogió de hombros y sonrió con resignación. Por algún motivo, consiguió que le creyera. – Nada. Tan solo actuabas diferente.

- ¿Diferente? –ya no ponía fuerza en su agarre ni yo en intentar zafarme de él. De hecho, nuestras manos habían bajado, y me sostenía por las muñecas con tanta suavidad que cualquiera diría que éramos pareja. – ¿Cómo diferente? –ladeé ligeramente la cabeza, desconcertado. – ¿A qué te refieres?

- No lo sé, diferente.

- ¿Hice algo raro? –él lo pensó un par de segundos que se sintieron como una eternidad y terminó negado, sacándome un pequeño suspiro de alivio. – ¿Entonces?

- Sonreías mucho más. Y hacías caso a todo lo que yo te decía. –ladeó los labios pensativo, como recordando algo, y entonces volvió a sonreír. – Sí, fue gracioso.

- ¡No es gracioso! –me solté de su agarre, sintiendo mis mejillas arder y retrocedí un par de pasos. – Tan solo olvídalo. Olvídalo todo.

- Olvidado –por como sonreía estaba claro que no había olvidado nada en absoluto. Apreté los dientes y le lancé lo primero que encontré en mis manos, el bolígrafo vacío. Esta vez ni siquiera hizo falta que se apartarse, porque el plástico le pasó cerca pero no llegó ni a rozarle. Y eso que estábamos a menos de un metro de distancia. Me sentía lamentable. –Jungkookie, ven aquí.

- ¿Ah? –me tendió una mano y yo ladeé la cabeza, desorientado porque no me lo esperaba en absoluto. – ¿Qué dices? –sonrió de nuevo y yo apreté los puños al tiempo que él retiraba su mano, guardándola en el bolsillo de su pantalón. Se recolocó la mochila y avanzó un par de pasos, rozando ambos hombros antes de pasar de largo.

- Nada, solo comprobaba una cosa.

Y se marchó, dejándome plantado en medio de la vacía entrada del colegio. La alarma sonó y Jimin desapareció tras las puertas. Esa sería la última antes de que empezaran las clases, pero no me importaba.

Aún intentaba procesar lo que había ocurrido, como solía pasarme cada vez que me cruzaba con él.

Milk FangsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora