Capítulo 57:

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[Jungkook]

De todos los días, precisamente hoy tenían que estar los recreativos llenos. ¡Había cola hasta para la máquina de coger peluches con una pinza! ¡Y ni siquiera eran peluches, eran bolas sin forma rellenas de algodón y con dos ojos asimétricos pegados!

- ¿No se dan cuenta que están gastando más en las máquinas que en lo que pagarían por una bebida? –preguntó Jimin, arrimándose a mi oído debido a todo el alboroto. Al parecer, el local y su nuevo dueño habían decidido hacer barra libre de refrescos hasta las siete debido a la 'reinaguración', y casi la mitad del colegio había asistido aunque no hubieran pisado el lugar en su vida hasta ahora.

- Por gente así existe el marketing.

- ¿Qué?

- ¿Qué? –pregunté yo también, cayendo de pleno en la realidad. – Ah, nada –di un trago apresurado a mi bebida y justo en ese momento divisé una máquina libre al fondo. Agarré la manga del jersey de Jimin y le arrastré hasta ella sin importarme los desgraciados ignorantes que se me metían por medio del camino. – ¡Está libre!

Y lo estuve hasta que apoyé mi culo en uno de los asientos y Jimin se sentó entre risas en el otro. Metí tan rápidamente la moneda, que hasta el peliplateado se asombró, y antes de que pudiera articular palabra, mi coche ya le había sacado ocho metros de ventaja.

Gané yo. Y la siguiente ronda él. Y la final, también la ganó él, lo que me impulsó a jugar otras cuatro partidas más para demostrarle que yo era mil veces mejor en ese juego y cualquier otro. Terminó ganando tres rondas de cinco.

De cualquier manera, por primera vez, a pesar de no estar destacando con mis habilidades, me sentía cómodo. Aún mantenía mi competitividad, pero cuando miraba a Jimin y él me sonreía, no podía evitar sonreírle de vuelta independientemente de lo que puntuara el marcador.

Por algún motivo, en un momento de la tarde, las colas desaparecieron para nosotros. Cuando nos acercábamos a alguna máquina, un corro de personas nos seguía, emocionados por vernos competir, y cualquier persona que estuviera antes que nosotros nos dejaba pasar con tal de tener vistas en primera fila de nuestro juego.

- ¡Cuidado! –exclamé cuando vi dirigirse una bola de fuego hacia la bruja que controlaba Jimin en la pantalla. Él se percató al instante y la esquivó, consiguiendo que siguiera avanzando hasta mi lugar. Yo también la esquivé con mucha más facilidad, pero aquello me distrajo de la pequeña planta que me atacaba desde el suelo, y por la cual terminé cayendo por uno de los laterales del escenario, y con ello provocando mi muerte. – ¡NOOOOOOOOO! –Jimin al ver que mi personaje estaba muerto, se lanzó por el otro lado y finalizó la partida. Mi mandíbula estaba desencajada por la incredulidad. – ¡NOOOOOOOOOOOOOOOOO! ¡PERO QUÉ HACES!

- Te han matado –declaró con normalidad, poniéndose en pie e ignorando al grupo de personas que se había posicionado en su equipo. Yo también tenía un gran número de seguidores animándome, llegando hasta a agobiarme en algún momento.

- ¡Tú podías seguir! ¡Íbamos por el nivel setenta y cuatro!

- Estoy cansado –me colocó la capucha, cubriendo mi rostro, y colocó un brazo sobre mis hombros, guiándome entre la sala aprovechando mi desorientación del momento. – Vamos a hacer otra cosa.

- ¿Qué otra cosa? –pregunté curioso, colocando mi capucha para poder entreveer mi alrededor. Eché un vistazo a mi espalda, observando el grupo de personas que nos miraba decepcionados desde el fondo. Agité ligeramente la mano, disfrutando de mi minuto de fama, y cuando volví al frente, estábamos junto a unos de los extremos de la barra. Yo pegado a la pared, y Jimin en la silla continua. – Naranja, por favor –pedí al camarero cuando pasó por mi lado. Tanto él como yo, nos giramos hacia Jimin, pero él alzó las manos y negó, dando a entender que no quería nada. A pesar de todo, cuando me trajeron la bebida, volví a ofrecerle, y de nuevo zarandeó la cabeza. – ¿Hoy no traes tus batidos?

- Ya me he bebido mi cuota del día –alcé una ceja, extrañado, bebiendo atento con la pajita de rayas rojas entre mis labios. – Ya sabes. Bebía demasiados.

- Eso es cierto –corroboré. En un día, podía haberle visto beber hasta cuarenta de esos bricks de fresa. Hasta me había planteado robarle uno para probarlos, pero jamás se me había ofrecido la ocasión. – ¿Entonces estás en una especie de desintoxicación de batidos?

- ¿Cómo? –soltó una carcajada y yo sonreí por su reacción, a pesar de que lo había dicho muy en serio. – Si, supongo que algo así –terminó declarando, quitándole importancia al asunto. Quizás la tenía, pero en verdad, a mí tampoco me interesaba en absoluto, por lo que cuando arrimó más su silla a la mía, y se apoyó en la barra, quitándome cualquier visión que no fuera la de su perfecto rostro, todo atisbo de otro tema se esfumó. – ¿Qué? -pestañeé varias veces, cohibido, y aparté rapidamente el rostro. Pude escuchar su risa y visuaizarla aún con la imagen de las baldosas frente a mis ojos. - ¿Qué pasa?

- No lo sé -murmuré ascendiendo poco a poco la mirada hasta mi vaso. Podía verle, pero ahora lo hacía disimuladamente y tras un cristal del que bebía por la simple necesidad de hacer algo. – es raro estar contigo... –inmediatamente, tras escuchar eso en mi mente, quise rectificarme. Dejé el vaso en la barra y alcé ligeramente las manos, enfatizando mi arrepentimiento. – ¡E-es decir, no es que tú seas raro... es más bien... no sé, tú eres guay, o perfecto, o como quieras llamarlo... y bueno, yo... pues e-eso, ya sabes...

- ¿Eres qué?

- Pu-pues... justo lo contrario... – ¿Por qué me avergonzaba admitir que yo no era uno de esos chicos populares y perfectos? ¡Siempre los había repudiado y me sentía hasta orgulloso de no tener nada que ver con ellos! Aunque en verdad, Jimin, que encajaba perfectamente en esa imagen, no me resultaba repelente en ningún aspecto. – Nada, olvídalo.

- ¿Te gusto? –así, tal cual. Sin preparación ni nada. Soltó esa pregunta, mirándome fijamente a los ojos, y descolocándome completamente por unos segundos. Fui inmediatamente a agarrar la bebida y centrarme en ella de todas las formas posibles, pero aún sentía los ojos del peliplatinado sobre mí, y ni un trago llegué a dar antes de ser interrumpido por un ataque de tos. – ¿Debo tomar eso como un sí?

- ¡No! –exclamé sin pensar. Por suerte, el apabullante ruido del local me camufló lo suficiente como para no llamar la atención.

- ¿No te gusto? – ¿Por qué parecía que disfrutaba tanto como yo me sentía de incómodo en esta conversación?

- En absoluto... qu-quiero decir... me gustas pe-pero... ya sabes

- ...

- ¿Por qué me preguntas esas cosas? –murmuré indignado, medio inconsciente por la vergüenza, con las mejillas rojas y mi mirada clavada en las zapatillas que no paraba de zarandear con nerviosismo. Al segundo, escuché el chirrido de la butaca, y cuando volví a levantar la cabeza, tenía su nariz casi rozando la mía propia. – ¿Qu-qué haces?

- Elige una respuesta. Sí o no.

- Y-yo... ¡Oh, mira, ahí está Hoseo-

No pude terminar la frase porque me besó.

Milk FangsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora