Capítulo 39

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[André]

Abro bruscamente los ojos y una luz segadora hace que los vuelva a cerrar, si mal no recuerdo aun era de noche cuando el barco comenzó a moverse. Me restriego los ojos con las manos y comienzo a adaptar la vista, para darme cuenta que no me encuentro en el barco. Estoy tendido en lo que parece ser un bosque frondoso y verde, miro el cielo y está totalmente despejado y la luz del sol resplandece por todo el lugar. Me levanto cuanto antes y giro sobre mis pies para ver lo que parece ser un sueño.

— Yo no lo llamaría un sueño —me giro hacia atrás para ver a un pequeño niño, luciendo una capa, con el gorro puesto intentando cubrir su rostro, pero tiene sus ojos del mismo azul del cielo, su piel blanca y cabello tan o más negro que la noche.

— Yo no lo llamaría un sueño —me giro hacia atrás para ver a un pequeño niño, luciendo una capa, con el gorro puesto intentando cubrir su rostro, pero tiene sus ojos del mismo azul del cielo, su piel blanca y cabello tan o más negro que la noche

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— ¿Quién eres? —mi pregunta parece que le ofende, pues su reacción es de impresión, para después poner sus ojos en blanco y acercarse a mí.

— Esto es triste y humillante —dice con altanería, me pongo de rodillas para estar más a su altura. No llevo ni dos minutos hablando con él, pero parece bastante maduro teniendo a penas cinco o seis años, versión humano. Respiro profundamente y al oler su sangre me doy cuenta que no es humano, es una sombra, pues la mezcla de varios tipos de sangre inunda mis fosas nasales—. Soy vampiro, demonio y una nefasta hada —hace una mueca de desagrado—. ¿Ya sabes quién soy?

— Lo cierto es que no —él bufa.

— Es increíble que tu propio padre no te reconozca.

— ¿¡Qué!? —me pongo de pie, mirando al pequeño—. ¿Qué has dicho?

— Soy tu hijo —lo dice como si fuese la cosa más obvia del mundo, pero no lo es, ha dicho mi hijo—. No tengo nombre, supongo que tú no has pensado en uno, Victoria mucho menos.

— ¿Qué tipo de magia es esta?

— ¡Ah! ¿Crees que es magia? —se acerca a mí y toma mi mano—. No es ninguna magia, padre. Ven quiero que veas a mamá.

— ¿Qué?

El pequeño que dice ser mi hijo, me jala de la mano, mis piernas parecen ser como las de una estatua, me esfuerzo por moverlas y seguir al pequeño, que en todo el camino habla de lo hermoso que esta el bosque y que probablemente más tarde haga mucho calor.

Mientras, yo estoy con un colapso mental, intentando que mi inútil cerebro comience a razonar lo que está ocurriendo a mí alrededor. Sin embargo, no logro comprender lo que mi mente está haciendo conmigo, pues me está haciendo ver cosas que probablemente sean invenciones mías.

— ¿Tiene que ser real para que lo creas? —pregunta el pequeño, deteniéndose a medio camino para mirarme.

— Siendo honesto... no lo sé.

— Tengo esperanzas en ti, ¿sabes? —prosigue con su camino, jalando de mí, no comprendo esa frase que ha dicho, quiero preguntarle pero dice—: ¡Oh, está tocando de nuevo!

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