Había una vez una joven princesa dormida, escondida en un hermoso Fiordo, todos ustedes pensaran que algún príncipe o rey valiente iría a despertarla con el beso de verdadero amor, pero no es así. Por mucho tiempo lucho por mantener la paz en el mun...
Spector caminaba apresurado por los pasillos de su castillo, no le traían buenos recuerdos, pero se empeñaba en hacer nuevos que pudiese atesorar, que en un futuro al recordar esos recuerdos si le sacaran una sonrisa. Sin embargo, ahora no tenía tiempo de pensar en su futuro o en su pasado, estaba concentrado en el futuro de su sobrina, de su familia y hasta de su reino.
Recorrió todo el pasillo completamente negro y alumbrado con antiguas antorchas bañadas en oro puro, entro a su oficina, que alguna vez fue de Lilit y toda su estirpe, busco a la serpiente que tenía como estatua cerca de la ventana y miraba hacia la enorme ventana cuidando desde su posición los desérticos y grises jardines del castillo. Spector movió la cabeza de la serpiente y abrió una compuerta, que lo conduciría hasta los túneles, entrando a otra sala, mucho más segura que cualquier bunker a pesar de que no contaba con tecnología de última generación.
La Sala de Los Espíritus custodiada por los Inferi Dii, poderosos espíritus que hacían de esa habitación el lugar más seguro del Inframundo, y del mundo si es posible, claro que eso nadie los sabia más que el rey de los demonios y el Ministerio de Hades, pero incluso no todos los ministros tenían acceso a ella, solo las cuatro familias, a parte de la familia real, que crearon el reino.
Cuando entro a la sala, las cabezas de familia y miembros del Ministerio, ya lo estaban esperándolo. Las cuatro familias, hicieron un respetuoso saludo a su rey, aunque Spector se empeñaba en aclarar que solo era un Guardián. De cualquier forma, Spector asintió con un gesto serio e hizo un ademan para que todos volvieran a sentarse.
De su lado derecho estaba la familia Minos, el señor Józef junto a su esposa Hera, sentada a su izquierda, de igualmente el señor Corban Éaco y su esposa Valentine. En el lado izquierdo estaban la señora Laferte Radamantis, viuda del señor Vasile, acompañada de su hijo mayor y heredero Kereny, seguido de Sébastien Barlow, su cuñado y el único sobreviviente de la cacería que hizo Lilit, hace años, a "posibles" traidores, donde murió su amada Ava junto con sus padres y sus dos hermanos mayores. Seb, como todos le llamaban, era el pequeño que había querido ser discípulo de Merlín, ya que sentía cierta fijación por la magia y quería saber un poco de su historia, se salvo por el simple hecho de estar en otro reino justo en ese momento.
Spector le saluda con un asentimiento de cabeza y va directo al grano, al porque convoco a el Ministerio de Hades, a aquella habitación custodiada por espíritus. Solo en ocasiones realmente graves que perjudicaban a todo el reino, se reunían de forma tan escondida. Spector suspiro y de una tirada les hizo un breve resumen de lo que pasaba con su sobrina, aunque muchos estaban enterados de ello; después paso al meollo del asunto, la visión de Eugene.
— Esa hada, en los últimos años ha perdido mucha credibilidad —dice Laferte Radamantis, reacomodando su rechoncho cuerpo en la silla y entornado sus ojos llenos de fastidio e indiferencia—. El rey André se ha encargado de desacreditarla todos estos años, a pesar de su ausencia en el trono.
— ¿Por qué deberíamos confiar en sus visiones? —pregunta el señor Corban Éaco, él lucia igual que Laferte, lleno de indiferencia—. Coincido con la señora Radamantis en que Eugene no es de fiar, simplemente verla hace unos años aquí en el castillo, vagando por los jardines y hablándole a los arbustos.
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