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Mi cabeza duele demasiado, un ácido sabor se exparse por mi boca y mis párpados pesan aunque acabo de abrir los ojos.

La habitación está a oscuras, mis muñecas se encuentran atadas por detrás de mi espalda y mis piernas están rectas.

La luz se enciende. Cierro mis ojos por unos segundos y los abro de nuevo para intentar adaptar mi vista. Veo borroso, los cierro y los abro otra vez. Mejor.

Frente a mí, se encuentra un chico guapo a la vista, sonríe de medio lado y hace sonar las llaves que tiene enredadas en sus largos dedos.

-¿Cómo te sientes?- pregunta mientras me mira con más atención de la necesaria.

-Mal...- respondo, mi voz suena como un chillido, débil y temblorosa.

Echo un rápido vistazo a mi alrededor y no veo nada, sólo estoy yo, sentada sobre un colchón duro y café a causa de la suciedad.

El chico parado frente a mí, toma aire, camina con lentitud y se inca a la altura de mi rostro.

Pasa sus largos dedos sobre cada una de mis facciones y vuelve a sonreír con malicia.

-¿Te han dicho que eres hermosa?- pregunta como si en realidad fuese algo de interés.

Aparto mi rostro un poco y él me observa indignado.

-¿Dónde estoy y quién eres?- pregunto evadiéndolo.

Sonríe, como un niño frente a su nuevo obsequio.

-Soy tu dueño y ahora tendrás que gemir para mí-

GimeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora