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He perdido el absoluto control de mi cuerpo, puedo escuchar mis pulsaciones y los latidos de mi desenfrenado corazón, todo a mi alrededor parece haberse detenido, mis manos y todo mi ser arde, siento como si estuviera en una casa en llamas, el sudor de mi frente se mezcla con las lágrimas de mis ojos, no puedo ver nada más que esa chica, que parece ser un reflejo de mí, está igual de perpleja al borde de un llanto largo.

Camina hacia mí con prisa y me abraza con fuerza, como si no me quisiera soltar jamás, como si no creyera que yo estoy aquí.

Solloza desconsolada, levanto mis brazos y la abrazo también, su pecho sube y baja con rapidez, Evan aparece por la puerta de la cocina con el rostro pálido.

Ella se deja caer al suelo sin dejar de llorar, ya no tengo lágrimas, sólo ira, frustración y muchas preguntas, me apoyo en la mesa para no caerme, la llamo y le pido que se levante.

Con los ojos rojos al igual que su nariz, hace lo que le pido y con una sonrisa me alcanza la muleta.

-Vamos, tenemos mucho de que hablar- le extiendo mi mano y ella la acepta, le sonrío y antes de subir las escaleras, miro hacia atrás, están ellos tres, observandome con expresiones serias.

Y Evan... Jamás se lo voy a perdonar

GimeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora