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-Lo siento- se disculpa, estoy sentada sobre la cama recostando mi espalda a la cabecera de esta.

-No pasa nada- intento tranquilizarlo.

-Es que lo asesiné frente a ti- susurra esperando una reacción de mi parte.

-¿Y?- interrogo sin tener el más mínimo interés en su respuesta.

-¿No te importa?-

-El dolor es mi hermano, nací mientras mi madre lo sentía, viviré sintiéndolo, moriré a causa de este, ahora, ¿que esperas que diga?-

Por primera vez desde que estoy aquí, quisiera ver su rostro, si está sorprendido o su expresión sigue neutra como siempre.

El silencio hace acto de presencia.

No sé en que lugar de la habitación está y ya me siento agobiada por no ser capaz de ver con claridad.

Tomo aire sonoramente y cierro mis ojos por unos segundos.

-Me gusta tu forma de expresarte- resalta.

-No debe ser lo único que te guste de mí para tenerme secuestrada- sonrío y niego con la cabeza.

-Eres totalmente imperfecta, tanto moral, cómo psicológicamente, jamás diría que físicamente también, eso sería mentir, tus facciones son tan delicadas... Contigo Dios demostró que es un excelente artista- puedo casi sentir su aliento contra mi cuello, está muy cerca de mí, los suaves latidos de su corazón lo delatan.

-Entonces si soy tan imperfecta, ¿Por qué me tienes aquí?- pregunto seria.

-Más adelante lo comprenderás- susurra.

-Ni siquiera sé cómo te llamas- 

-Por teléfono cariño, aunque no haría falta que me pidieses el número, me tienes aquí cuando quieras-

Sonrío agraciada por su chiste, me parece increíble que pueda reír en la situación en la que me encuentro, y que él sea capaz de contar un chiste después de haber asesinado a una persona.

-Me refería a tu nombre, idiota-

-Ah, eso, pues ahora sí, mucho gusto, me llamo Evan-

-Espera... ¿Crees en Dios?- pregunto restándole importancia a su presentación.

-No hasta que apareciste, es imposible que exista otro supremo capaz de hacer un ser tan hermoso como tú-

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