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Levanto el rostro y puedo ver sus grises ojos fijos en mí.

-Tu madre mató la mía- un escalofrío recorre mi cuerpo y mi corazón late con más fuerza evitando escuchar algo más allá.

Me levanto de la silla y camino hasta él, me arrodillo y acaricio su rostro.

-Perdón- tuve la necesidad de pronunciar esas palabras.

Niega con la cabeza y una por una las lágrimas van abandonando sus ojos, me siento culpable.

-Tus padres destruyeron mi familia- su voz suena entrecortada y cada palabra es pronunciada como si quemara.

Cualquier cosa puedo esperar de esa mujer, pero es extraño que cuando te cuentan más y más cosas duele, porque en tanta maldad tiene que haber algo bueno, pero ni una sola buena obra es revelada sobre ella.

Me incorporo y me siento en sus piernas, escondo mi rostro en su cuello y acaricio su cabello por la parte de atrás.

-Podemos asesinarla juntos- digo de pronto, la idea es retorcida a pesar de todo la destrucción que ha logrado ésta mujer en sus años de existencia.

-Jamás te pediría que hicieras eso- me obliga y mirarlo, sonríe con melancolía y me acaricia las mejillas.

Con mi dedo índice limpio sus lágrimas y beso sus labios.

-¿Cómo están tus heridas?- cambio el tema de inmediato.

-No sé- responde haciendo una mueca despreocupado.

-¿Con qué te las hicistes?- le pregunto mientras desabrocho su saco.

-Peleaba con cuatro demonios al mismo tiempo a navaja- lo observo queriendo regañarlo pero me precipito a negar.

Le llama demonios a las personas que tiene “secuestradas”.

Terminó de quitar su ropa y me quedo sin aliento.

Sí vi que tenía muchas heridas pero ahora se vé mucho peor.

-¿Qué mierda hiciste Evan?- me desagrada ver esto.

Tiene algunas heridas llenas de pus y otras celladas con grapas.

-¿Te grapaste las heridas?, Estás jodidamente mal, cuando me enfermé conseguiste los mejores doctores, pero para tí te das el peor trato, eso es no quererse Evan, y te dije que empezaras a hacerlo, intentaré limpierte esto mientras llega el doctor que llamarás- disgustada me levanto de sus piernas y él me toma del brazo.

-No es necesario Katleen, sólo con tus cuidados sanarán- dice seguro.

-No, te dije que no, quiero que estés bien Evan, así como tú quieres que yo siempre esté bien- beso sus labios y me dirijo al armario.

De una caja saco algodón, alcohol, vendas y gasa.

-Acuéstate- le ordeno y él me obedece.

Me siento en el borde de la cama, mojo el algodón con alcohol y las paso por las heridas abiertas, hago presión para hacer que salga el pus y limpio, sobre las que voy limpiando pongo gasa y con micropore las pego.

Sólo faltan las que están celladas, pero de repente me ha dado pánico hasta mirarlas.

-Solo quítalas- dice con una sonrisa al ver mi expresión de terror.

-¡No!, ¿Cómo me pides eso?- me levanto y voy de nuevo al armario buscando algo que me sirvan y lo único que encuentro es un cortafrio muy pequeño.

-Házlo con eso cariño- tomo aire y seco el sudor de mi nariz.

Me siento de nuevo cerca a él y miro las heridas una vez más.

GimeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora