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-Eres muy presumida- sonríe y se acerca más a mí, nuestras respiraciones se mezclan y aliento a menta me llega al hablar.

-Y es triste, porque sólo puedo presumir un amor retorcido y enfermo- su semblante cambia drásticamente, me toma de los hombros con brusquedad y golpea mi cuerpo contra la pared, me toma del cuello y hace presión logrando que el aire me falte.

-Mi amor puede venir de parte del propio satanás, pero a fin de cuentas es amor- me suelta y girandose le da un puñetazo a la pared.

-No quiero tu amor- mi voz no suena como antes gracias a la falta de aire.

-¿Crees que quiero amarte?, ¿crees que quiero sentir esto?, prefiero odiarte, pero no puedo, no lo logro, porque el amor apesta y está en mí-

-El amor no apesta, tu eres la fuente de ese supuesto amor, tú eres el que está mal entonces-

-¿Sigues defendiendo el amor después de todo?, sabes muy bien que aunque todo el mundo hable maravillas de él es solo una ilusión, limitado-

-Jamás, porque el amor que siente una madre hacia su hijo, es ilimitado-

-Yo que tú, no estaría tan seguro de eso y esta vez lo digo muy enserio, eres la menos indicada para decir eso-

-¿De qué hablas, mi madre siempre me amó y me lo demostraba día tras día-

Niega con la cabeza mordiendo su labio inferior y sale de la habitación.

GimeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora