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Yeider ya ha traído todas sus cosas a casa, mi padre está feliz de estar de nuevo con nosotros, como una familia, cuando nos sentamos a la mesa lo hacemos todos juntos.

Ella ha mejorada sólo un poco, su cuerpo recuperó el color, ya no está tan pálida, pero de resto todo sigue igual.

Me encuentro recostado entretenido observando su rostro, la puerta es abierta con suma sutileza, en este total silencio todo se puede oír con claridad, el acelerado pecho se Yeider retumba y su loción se mezcla con el olor a medicamentos, camina hasta estar a mi lado, sin mirarlo sé que su mirada no está puesta en mí, si no en ella.

-¿Crees que Kayla mejorará antes de que pasen tres meses más?- su voz es baja.

-Si sabes la verdad no deberías llamarla por ese nombre- busco su mirada pero lo único que encuentro es su cabeza agachada y un rostro levemente teñido de rojo.

-Lo siento, ya me acostumbré- muerde su labio y juega con sus dedos.

-¿La extrañas?- pregunto pero no se sorprende, él entiende todo.

-Lo dudo, es que todo esto es exasperante, es prácticamente lo mismo, ellas dos son lo mismo- explica tratando de encontrar palabras indicadas y "educadas".

-¿Sabes que mientes no?, su carácter, sus vidas, su personalidad, sus sentimientos, son diferentes totalmente, sólo que es extraño... no es ético lo que pasa, pero pronto se sabrá todo con exactitud- sonríe y cierra sus ojos por unos segundos.

-¿Dónde crees que esté ahora mismo?- pregunta mirando al suelo.

-Con sus padres tomando una copa de vino en el restaurante más caro de la ciudad, comprando todo lo que desea o visitando una tumba vacía, llorando un muerto que no hay y susurrando cuanto extraña a alguien que en realidad no se ha ido- sus azulados ojos observa el cuerpo de ella y acaricia mi hombro para luego salir de la habitación.


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