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23/07/2014

Era excitante ver en tu rostro tanta pureza sabiendo que eras el pecado en carne propia, sigo sin asimilar que estabas a mi espalda, sonriendo a todos para dispararles en el pecho con tal de protegerme.

Recuerdo tu rostro lleno de placer cuando mataste a la primera persona, tu expresión de satisfacción y júbilo, cerrabas tus ojos deleitándote y reías como demente, eso era lo que más me encantaba de ti.

La primera vez que te vi, eras como una ángel con la luz más sanadora, en medio de tanta basura y excremento, me hacía la idea de que jamás te fijarías en mí, pero tus ojos se clavaron como agujas y absorbías todo día tras día, me interrogabas, me hiciste tenerte confianza, sin duda sacabas lo mejor de mí.

Eras tan diferente como lo era yo, sólo que con una hermana popular como su novio, y nosotros éramos felices siendo sombras, oscuridad.

Sabías lo que eras pero no lo aparentabas, porque parecías diosa, resplandor y terminaste siendo parte de las tinieblas, y lo mejor es que estabas a mi lado, era tan feliz.

Ahora no lo recuerdas, pero pienso en nuestro primer beso, nuestra primera noche juntos, ese instinto con el que asesinaste a los hombres para salvarme, no era nuevo, porque ya lo habíamos hecho antes, disparar, mutilar, no te imaginas...

No sabíamos amar al resto, pero sí a nosotros mismos,  necesito que vuelvas tú, la despiadada señorita con mirada compasiva que en realidad almacenaba el veneno más mortal, ya no sé ni como llamarte o describirte, porque eres todo para mí, desde lo más tóxico hasta la cura más milagrosa.

Quiero perderme en ti, ser tuyo, que tu piel sólo necesite de mí y sólo mis labios encajen con los tuyos, que mis manos calcen con las tuyas y que mi cuerpo quepa con precisión entre tus piernas y que mis ojos sólo vean los tuyos.

  Escribo para sentirme mejor, para que un día lo leas, porque no puedo contártelo ahora.  

Despierta pronto, mi princesa herida


De Evan, para Katleen 

****

Doblo la carta con sumo cuidado y la ubico sobre la otra, el olor a cigarro y café de cuncho que perfuma a mi padre entra aferrado de él a la habitación.

-¿Le escribías a Katleen?- carraspea y sonríe mientras frunce el ceño divertido.

-Sí- hago una mueca con desgane y bostezo. 

-Así es el amor hijo mío, una burla, treta, argucia, todos lo sinónimos de farsa con un poco de ignominia y astucia, te hacen sentir bien, como la droga, pero te destruye lentamente, llegas a disfrutar una de las cosas más temidas, la muerte, pero no sientes, porque lo disfrutas y prefieres perderte, desaparecer a dejar de experimentar esa sensación, somos masoquistas y el amor es experto en dar dolor, porque el amor es una asesino en serie, viene y se va cuando quiere, dejándote sufriendo, agonizando, a mitad de camino, porque quiere que sufras siempre, deja que tomes fuerzas, salta sobre ti de nuevo y se repite una y otra vez hasta que decidas parar- ladea su cabeza y toma el periódico que está sobre mi escritorio- déjale claro al amor, que si ella muere, que se joda su propio culo, que contigo no podrá, no te dañará más, y que vaya hasta el inframundo y le mande saludos a tu madre, porque no creo que esté en el cielo, nos vemos en la mesa hijo- se levanta con una sonrisa en el rostro, tantea mi espalda y sale dejando la puerta abierta.

El descontrolado sonido de mi móvil me hace sobresaltar, la pantalla se ilumina mostrando el nombre de la persona quien proviene la llamada.

-¿Qué quieres maldito idiota?, te he dicho que no me llames, ¿cómo es que consigues mi número?- me llena de ira saber de la existencia de ese hijo de puta.

-Eso no importa, Evan, necesitamos dinero, ya casi se nos acaba todo- río con ironía y niego con la cabeza, me parecen tan absurdas sus palabras, creo que si lo tuviese frente a mí ya sus ojos hubieran abandonado sus cuencas.

-Vende el culo de tu zorra, o sus caras joyas que son las que los ha dejado sin dinero, no soy autoservicio, ni mucho menos un cajero para que llames a pedir dinero, lo que les di fue por un acuerdo y mi deuda ya está saldada, fue el mismo día que me dijeron sí y firmaron un acuerdo, desde ese momento ustedes pueden morir porque son inservibles para mí, no saben cuánto los odio y me alegra que se queden sin nada, ojalá tengan que comer su propia carne y dormir sobre su propio excremento porque nadie dará un maldito peso por ustedes, bastardos- sin colgar la llamada aún, lanzo mi movíl contra la pared y este impacta con fuerza desarmandose al instante, mis puños chocan contra la mesa y siento absolutamente cada parte de mi cuerpo caliente y mi alma pide a gritos sangre.

Yeider ingresa en posición de ataque y al verme se relaja.

-¿Estás bien?, es que escuché ruidos como de algo que se rompe- pasea su mirada por toda el salón y frota sus manos.

-Sí, fue mi móvil, pero estoy bien, gracias- tomo aire y me acomodo en el asiento.

-Bueno, oye, hace un rato me llamó ella, preguntó por ti, dice que mañana cumple tre años de fallecida su hermana, que si no piensas ir, claramente no le dije que estaba contigo, pero sí le dije que te haría llegar la razón y tu número para que la contactes- asiento tranquilo y busco en los cajones un lapicero y una pedazo de hoja de papel.

-Gracias, escribe su número aquí, que se entiendan los números por favor- ríe y sentándose frente a mí hurga en su móvil y cuando encuentra lo que busca hace lo que le pedí.

-¿Iremos?- desliza la hoja dejándolo cerca de mi mano y me escruta.

-No lo sé, ¿quieres ir?- vacila por unos segundos, cierra uno de sus ojos observando con el otro y oculta una sonrisa.

-Sí, no estaría mal- afirma.

-Esta bien, la llamaré luego, iré a descansar- me levanto y de camino a mi habitación le pediré a la empleada que organice mi oficina.

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