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-Quiero irme a mi habitación- musito con la voz entrecortada.

-¿Qué quieres que haga con él ahora que sabes la verdad?- pregunta mi secuestrador, o tal vez debería llamarlo dueño.

-Dejalo libre, el karma es un perfecto aliado-

El silencio reina en el lugar y quiero salir corriendo.

-Kayla, perdón- Interrumpe Yeider, suena realmente arrepentido, pero si pudo fingir amarme durante tres años, puede fingir cualquier cosa.

-Sabes, una vez me desearon la muerte y apareciste tú, dándome a entender, que la muerte no es sólo partir de este mundo e ir al infierno, la muerte puede ser una persona que destroce tus sentimientos, todo de ti, haciéndote sentir completamente desorientada. Tú eres el causante de mi agonizante muerte. Qué ironía, un día te llamé vida, sol, cielo, cariño, amor... Y ahora sólo eres el antónimo de todo esto- el tono de mi voz es tan duro, que me sorprendo de mí misma.

-A mí también me la desearon, más de mil veces y la ultima vez que lo hicieron, decidí enamorarme de ti, porque la muerte también es eso llamado amor, eso que en realidad te consume y te arrastra hasta el mismísimo infierno sin haber perdido la vida por completo-

-¡Pero si nunca me amaste!, ¿¡cómo te atreves a decir que decidiste enamorarte de mí!?, es más, ¿¡cómo te atreves a mencionar la palabra “amor”!?- grito al borde de la locura.

-¡Por Dios, kayla!, que no te ame no quiere decir que no me importes- la ira crece aún más y el deseo de asesinarlo es fuerte.

-¡Me hiciste abortar!, ¡nuestro hijo!, ¡nuestro!- las lágrimas acuden de nuevo y trato de controlar los sollozos.

-Ya te he dicho que perdón- susurra.

-¿Acoso con pronunciar esa palabra arreglarás el daño cometido?-

-No, pero...-

-Ya, callate-

-No me iré de aquí sin ti- asegura.

-Te irás, hablarás con mis padres y les dirás que estoy bien, que los amo- muerdo mi labio para evitar llorar de nuevo.

-No me iré, no te dejaré sola, la única forma que me saquen de aquí, es muerto- un sonido desconocido se escucha de pronto y luego el estallido de un arma siendo disparada. Mi corazón late a mil, sé lo que ha pasado, no hace falta explicación.

Mis manos tiemblan y cierro mis ojos con fuerza. Lo amaba demasiado, lo acepto, agradezco tener la vista nublada, no soportaría ver el cuerpo sin vida del hombre que algún día fue mi todo.

GimeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora