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-Tenemos que idear un plan para sacar a Evan de allí- dice él mientras camina por toda la sala.

-Yo tengo uno, porque no te entregas y dejamos que ese idiota te mate y ya, Evan queda libre- sonrío con falsamente y Yeider rueda los ojos.

-No crees que si él quisiera eso sólo le hubiese dicho dónde estoy y ya- dice con obviedad y se pasa las manos por la cabeza.

-Yo propongo que, vayamos e intentemos sacarlo, con estrategias- Yeider ríe incrédulo y la mira con ironía.

No puedo creer que eso haya sido mi mejor amiga.

-Eso es lo que estamos haciendo, buscando estrategias, además tu no vas para ningun lado- responde él.

-Yo sí irié, quiero ayu...- hablaba pero la interrumpe.

-¡Cállate!- grita con furia y ella se encoge en su sitio.

Yeider se desespera y comienza a tumbar todo a su alrededor, estamos en su departamento, ella se asusta y con lágrimas en los ojos le pide que se calme.

Se levata y se dirigue hacia él y lo toma del brazo, pero este agresivo la empuja y la hace golparse contra la pared. 

Me acerco hacia él y lo empujo tomándole las dos manos y ordenandole con la mirada que se detenga, sus azules ojos se ven cansados y refleja la angustia y desespero que siente.

-Si tan sólo no hubiese pensado en mí, sin tan sólo hubiera aceptado mi destino, si te hubiese seguido queriendo y enfrentar mi destino, nada de esto estuviera pasando, me odio, me repugno- llora desconsolado y me abraza, con sinceridad, y no porque haya creído en sus palabra, sólo que esta vez sí puedo sentir su arrepentimiento, lo veo, sufre por sus errores.

Le devuelvo el abrazo y al sentir mi apoyo llora con más culpabilidad.

-Te juro que cada día de mi miserable vida me cuestiono, el por qué tuve que hacerlo, esa criatura no tenía la culpa, en realidad nadie tenía la culpa, porque yo sí quería ser padre y tú querías ser madre, pero ese día... No sé qué pasó, yo estaba borracho y pensé sólo en mí, en mi futuro, Kayla, lo sabes, te lo dijo varias veces, pero no lo entiendo, me reprocho una y otra vez por haber tomado y haberte hecho ir hasta allí, por hacerte daño- su labio tiembla y su voz es débil, trata de hablar sin que más lágrimas salgan, pero le es casi imposible.

-¡Mi bebé!- grita con desespero la mujer de la cual nos habíamos olvidado y su cara de horror y pánico reluce al ver un charco de sangre.


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