Marinette y Félix se encontraban viviendo temporalmente en Shangai cuando sus destinos se cruzaron, él estaba a un año de cumplir la mayoría de edad y a punto de ingresar a la universidad cuando ella aún era una niña de 14 cursando el colegio, su no...
La reputación de la familia Agreste Dupain decaía. Fueron considerados como la pareja más querida de Francia, el ejemplo a seguir por muchos jóvenes enamorados y jovencitas soñadoras con un príncipe azul; pero todo se había esfumado.
Ya no eran sólo tema de la prensa amarillista, prácticamente la noticia traspasaba las redes sociales de Europa llegando a ser el tema principal de todos los que conocían o les interesaban los Agreste, principalmente porque Gabriel Agreste nunca había dado de que hablar a causa de chismes de su vida privada. Ciertamente, acusaban a sus hijos de haber sido malcriados por la ausencia de una madre y de vivir en un mundo de excesos por la fama.
A fin de cuentas las personas asumían y especulaban lo que ellos creían. Como era el caso de Marinette, ella era la más atacada en la familia, recibía adjetivos que rondaban de zorra, interesada, además de que las calumnias llegaban a ser tan fuertes que crearon el rumor de que también mantenía un romance con su suegro.
Constantemente ella era acosada en sus cuentas personales hasta que se vio obligada a cerrar por su bienestar mental, principalmente cuando usuarios empezaron a escribir en las fotos donde mostraba su embarazo. Allí fueron capaces de desearle la muerte a su bebé.
La doctora Marina le advirtió, casi le rogó que se tome un descanso y se aleje de todo ese tipo de situaciones tóxicas, al menos las que más pudiera evitar.
Marinette estaba convencida de que con Emma nunca llegó a sentirse tan mal como con su segundo embarazo. Si comparaba ambas situaciones, el haber sufrido el castigo de sus padres y el caos que se formó en su vida no era tanto como en la actualidad. Más aún cuándo ahora sobre ella recaía más responsabilidades que en su adolescencia.
Ella meditaba la situación junto con la orden de que Félix estaba solicitando ver a su hija al menos los fines de semana.
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La pareja decidió llevar a la niña a donde la psicóloga que les recomendaron. Pues Emma ya no era la niña alegre de siempre, su único amigo era Bruno, porque él lograba comprenderla.
—Buenos días — saludó Adrien al entrar al consultorio de la mano de Emma.
—Buenos días, la familia Agreste ¿Cierto? —los recibió una joven mujer, delgada, piel muy blanca, ojos azules y cabello muy negro.
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Adrien se quedó mirándola fijo, tenía una mujer muy hermosa ante sus ojos. No supo cuánto tiempo se quedó perdida en ella si no hasta que la dulce voz de la joven lo sacó de sus pensamientos.
—Bridgette Yoon, a sus servicios — sonrió ofreciéndole un apretón de manos.
—Adrien Agreste, mucho gusto... Ella es Emma. Saluda princesa — Emma subió a una de las sillas imitando el saludo estirando la mano.
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