1- El primer encuentro

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Cassandra

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Cassandra

Cuando salí esa mañana de casa me quejé de la rutina.
Hoy daría más de lo que tengo por volver a mi vida aburrida, por volver a dormir sin pesadillas.
Nada podrá ser igual desde esa madrugada, hace exactamente una semana.

Caminaba hacia el hospital con media hora de anticipación, mi guardia comenzaba a las seis y aún no había amanecido.
Mis pasos eran lo único que se oía en la calle desierta.
Caminaba con mis manos en los bolsillos del saco protegiéndome del frío.
Un viento repentino sacudió mi cabello. Dos, tres segundos... una ráfaga aislada, me dije.
Pero algo en mi interior se sacudió. Lejos de sentir más frío por esa ráfaga, ésta dejó calor a su paso. Y fue casi imperceptible. Miré a un lado y al otro acomodando el lado izquierdo de mi cabello que se había despeinado.
Seguí caminando hasta que un movimiento detrás mío me sobresaltó. Creí que un perro grande o quizás un ladrón estaba a punto de atacarme, pero al girarme no había nada.
Apuré el paso. Jamás fui miedosa pero algo en el aire olía a peligro.
Caminé un par de pasos mirando hacia atrás y al volver la vista al frente lo vi.
Estaba apoyado sobre un viejo paredón, el pie derecho sobre el mismo con la rodilla flexionada, la cabeza levemente inclinada hacia adelante mirándome por entre un par de mechones que caían descuidados sobre sus ojos.
Podía jurar que cinco segundos atrás allí no había nadie.
Seguí caminando mirando hacia el frente, pero al pasar cerca de él pude notar más frío del propio en esta mañana de julio... al alejarme esa sensación disminuyó.

Crucé la calle y al llegar a la esquina volví a mirar hacia el paredón. Ya no estaba y eso me provocó más inquietud. ¿Dónde se habría metido? ¿Me habría seguido?
Llegué a la otra calle y corrí la siguiente hasta llegar al hospital.

Todo el día me persiguió esa inquietud que se alojaba en mi pecho casi hasta la base de mi estómago.
Me dije que el susto de esta mañana había hecho mella en mi y no sería fácil volver a la calma, aún sin saber por qué la presencia de ese extraño hombre llegó a perturbarme tanto.
No tenía en sí un aspecto más amenazante que el de cualquier otro que me hubiera cruzado antes.
Tal vez fuera el contexto, la soledad, la oscuridad y sobre todo lo inexplicable de su aparición.

Aparición.

Me sonó a espectral. Reí por mi ocurrencia.

─Me gustaría estar entre los pensamientos que provocan esa sonrisa.─
Máximo. Mi insistente colega que no dejaba de intentar seducirme.
Ni se acercó jamás a lograrlo.
─Cass...
─No lo estás... lástima.
─Cruel...

Seguí mi ronda dejándolo en el pasillo con su sonrisa de lado que cree irresistible.
Me dirigí al office a dejar las carpetas con las historias clínicas y al pasar por la sala de espera de la guardia otra vez sentí un frío subir por mi espalda hasta la nuca. Al girar para ver si se había abierto alguna puerta vi al mismo hombre de esta mañana, sentado en una de las butacas de la sala. Justo detrás mío. Vestía pantalón de vestir negro y zapatos, camisa celeste con las mangas dobladas por encima de los codos. Podría ser un oficinista o el empleado de un banco tal vez, pero su mirada era intimidante y el frío provenía de él... emanaba de su propio cuerpo aunque nadie parecía notarlo.
Seguí mi camino notando su mirada aún fija en mi y desaparecí tras la puerta cerrándola en busca de seguridad.

Un pacto "Amor Y Sangre"  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora