4- Una difícil decisión

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Cassandra

Todavía estoy con toda esa información en mi cabeza y no sé cómo procesarla.
Voy y vuelvo en mi mente buscando hacer coincidir todo lo que me contó con los sucesos de la semana.
La noche en la que le entregué la sangre fue diferente a la anterior... la forma de entrar a mi habitación... hasta su regreso instantes después vistiendo distinta ropa. En realidad sólo en su segunda aparición fue realmente él, antes era su gemelo...
Seguramente se atrevió a venir sólo después de alimentarse.
Eso confirma de alguna manera que de verdad no quiere lastimarme. Me tranquiliza un poco.
Necesito saber si puedo confiar. Reconocer si me está mintiendo...

No sé por qué decido confiar.

Cuando tengo un tiempo libre en el hospital me acerco a hablar con el jefe de guardia, el doctor Álvarez.
─Buenas tardes doctor. Puedo consultarle por un amigo que estuvo internado una noche hace dos semanas. Un accidente de tránsito.
─¿Dos semanas? ¿Cuál es el nombre de tu amigo?
─Fabrizzio Mutti.
─Esperame que busco su historia clínica. ¿Tenés alguna duda en especial?
─Desde el accidente no se ha sentido muy bien. Está bastante aturdido y para ayudarlo quisiera interiorizarme en cuanto a lo que pasó esa noche.
─¿Es un amigo cercano?
─Estamos saliendo. Es una relación bastante reciente.─miento para justificar mi inesperada intromisión. De verdad no creí que me diera mucha información, pero dada su buena predisposición no pienso desaprovechar la oportunidad.

─Se abrió una causa por ese accidente...─dice leyendo el informe.─ Alguien lo sacó de la avenida tirándole el auto encima. El expediente está asentado en fiscalía. Creo que personal de la comisaría cuarta se encargó de las primeras investigaciones. No sé en qué habrá quedado.─me extiende la historia clínica.
─Leela aquí. No puede salir de esta oficina... te dejo unos minutos. No me comprometas.

Miro la carpeta. Son cerca de veinte folios, no los puedo leer en cinco minutos.
Saco mi celular y fotografío cada uno. Luego le doy una hojeada general y encuentro varios puntos oscuros, cómo heridas que no tienen relación con el accidente de acuerdo a las pericias y el resultado de una muestra de ADN que fue encontrado en el lugar... No sé por qué fue solicitado, pero el resultado muestra un patrón genético anormal por lo que concluyen con que las muestras han sido contaminadas y por lo tanto calculo que desechadas como prueba para denunciar un ataque.
Eso lo tendré que averiguar en la comisaría y verificar en fiscalía si la causa sigue en curso o se cerró.

Devuelvo la historia clínica y me despido agradeciendo la información al doctor Alvarez.
─Si no se siente bien que no dude en volver.─
─Muchas gracias, se lo diré.

Termino mi guardia y vuelvo caminando, a diferencia de estos últimos días que lo hice en taxi.
A pesar de la lluvia que amenaza con caer con fuerza sobre la ciudad en cualquier momento, necesito aire y sobre todo pensar en todo lo que está pasando.
Decido bordear la plaza aunque sea el camino más largo.
Mientras camino con la manos en mis bolsillos, casi escondida bajo mi gorro y bufanda se lana, veo a Fabrizzio prácticamente agazapado tras un árbol espiando a un grupo de niñas que conversan mientras esperan el autobús.
Me paralizo.
¿Qué está haciendo?
De pronto toda la seguridad que sentía y el deseo de ayudarlo vuelve a convertirse en temor. Ya no sólo por mi... pensar en esas niñas y el peligro que podrían estar corriendo sin saberlo me impulsa a seguirlo.
Tres de las niñas toman el autobús y una de ellas queda sóla. Comienza a caminar en dirección a la plaza mientras comienza a llover. Fabrizzio la sigue, y yo a él.
Busco a mi alrededor algo para poder golpearlo en el caso que intente atacarla.
La niña tendrá cerca de doce o trece años. El se está acercando demasiado, aunque se oculta para no ser visto.
Veo un adoquín flojo en un cantero. Me agacho y lo muevo en distintas direcciones para poder aflojarlo un poco más.
Cuando lo logro afirmo el agarre para poder quitarlo y usarlo para golpearlo de ser necesario.
Me escondo detrás de una palmera donde logro una buena vista de los dos. Está demasiado cerca y temo no llegar.
Pero él no avanza, sólo la mira.
Ella está entretenida con su celular y lleva auriculares. Parece no molestarle la lluvia.
Me acerco un poco más corriendo el riesgo de ser vista. Estoy cerca y puedo verle el rostro. Necesito comprobar si sus colmillos están visibles. En ese caso no dudaré en golpearlo.
No están visibles. Pero... está llorando.
Quita sus lágrimas con la manga de su camiseta. No puedo creer que no lleve abrigo.
La deja ir.
Se sienta en un banco y esconde la cara entre sus manos.

Fabrizzio

Hace casi veinte días que no veo a Luli.
Como está muy nublado pruebo bajar a la hora de la salida del colegio.
Al principio siento algo de irritación en mis ojos pero es soportable. Enseguida me acostumbro.
Me paro en la esquina y espero.
La veo salir con sus amigas y me oprime el pecho el deseo de correr hacia ella y no poder hacerlo.
La sigo desde lejos sólo para comprobar que esté bien. Se la ve despreocupada y feliz.
Eso me tranquiliza.
Cuando sus amigas se van, cruza hacia la plaza.
Necesito verla un rato más. Está distraída, entonces pienso que puedo seguirla aunque sea un poco y al menos sentirla algo más cerca.
La angustia de no poder acercarme crece en mi pecho y no puedo contener mis lágrimas.
Me quedo parado en el lugar.
Ya fue suficiente, no puedo arriesgarme más.
Me siento en un banco intentando que la lluvia termine de sacar mi angustia del cuerpo pero no lo logra. Hundo la cara entre mis manos porque ya no puedo soportar más esta pesadilla.
Alguien se sienta a mi lado en silencio.
Me siento desnudo. No quiero a nadie cerca. Sin mirar a quien sea el inoportuno que no encontró mejor lugar en la plaza desierta, me pongo de pie e intento irme cuando siento que me detienen del brazo.
─¿Pero qué...?-
Es Cassandra.
─¿Qué estás haciendo?- Pregunta.
─¿No me ves? Nada.
─¿Por qué seguías a esa chica?
─No seguía a nadie.
─Sigo caminando. Tendría que haber hecho caso a la revelación que recibí en el sueño... el secreto es infundir respeto. Es nuestra mayor protección. Y lo perdí.
No lo quise conseguir a base de miedo pero no creo que haya otra manera...
Cuando me sigue no tengo opción. Giro y la empujo contra el árbol. Clavo mi mirada en sus ojos y veo que logré lo que quería. Miedo.
─Si no te busco no te acerques.
─Me pediste ayuda...
─Olvidate lo que te pedí. Sólo quiero la sangre. No te metas en nada más.
─No voy a ayudarte si no sé qué es lo que está pasando.
─Vas a hacerlo.
─No...─Ya no hay tanta seguridad en su voz.

Puedo controlarme. No siento necesidad de sangre en este momento. No sé cómo funciona pero así es. Aproximadamente necesito alimentarme cada tres días si consigo medio litro de sangre humana.
Mucho más que lo que puedo aguantar con carne cruda. Y menos asqueroso.
Hasta puedo disfrutarlo por más que no pueda entenderlo.
Me abruma todo esto. Lo último que necesito es tener a la doctora metiendo sus narices en todo... Hace un mes me hubiera encantado. Ya nada es como hace un mes.
─No...─Repite.
─¿Cómo decís?
─Estuve investigando.─

¿Qué cosa? Ni yo sé por dónde empezar.

─Tengo tu historia clínica.─

Presiono mi mandíbula y apoyo mi frente en la suya.
─Dejá todo así.
─No.─
Mierda.
¿Qué tengo que hacer para que me haga caso? Recuerdo cómo me alteran los latidos en su cuello, sumados a su perfume. Si logro mostrar mi lado salvaje retrocederá, me temerá.
Hundo mi nariz en su cuello. La huelo. Siento su pulso frenético y la presión en mis encías que dejan asomar mis colmillos amenazantes.
Sus ojos se muestran desenfocados y aterrados.
Logré lo que buscaba...

Logré lo que buscaba.

Corre alejándose de mi y a pesar de que es exactamente lo que intenté que hiciera, la soledad que siento me empuja hacia un fondo que no sabía que existía.

Esto es una locura y no quiero vivir en ella.
Solo yo puedo terminarla.
Y es lo que voy a hacer.
Vuelvo a caminar en dirección al edificio, dándole tiempo a Cassandra para llegar y no cruzarme.
Subo por el ascensor pensando cual será la mejor forma de terminar con todo.
El sistema circulatorio no funciona de la manera habitual. Cortarme las venas por supuesto está descartado.
Si me arrojo desde la terraza... lo único que faltaría sería que me salieran alas de murciélago para perder el poco respeto que me queda por mi persona.
Lo mejor va a ser un disparo. Si reviento mi cerebro se termina todo.

Llego a mi departamento y me siento frente a mi escritorio. Abro el tercer cajón y saco un revolver calibre veintidós. Lo dejo sobre la mesa, busco una hoja y una lapicera.
¿Qué puedo dejar en la nota que ayude a Luli a entender por qué lo hice?
Obviamente cualquier historia menos la verdad.

Querida hija...

Un pacto "Amor Y Sangre"  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora