35- Por todo y a pesar de todo

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Fabrizio

Estoy en el balcón y lamento no poder disfrutar plenamente de la hermosa vista de la playa, ya que no sé si podré volver alguna otra vez a visitar este lugar maravilloso.
La oscuridad emocional que me rodea anula exponencialmente todo lo que pueda ver.

- ¿Bajamos a la playa?- Me sorprende Cass.
- ¿Tenés puesto el traje de baño?
- Si, lo tengo bajo el vestido.
- Esperame unos minutos, me cambio y vamos.- Me animo.

Toma su bolso, salimos de la habitación y pulso el botón llamando al ascensor.
Vamos caminando uno al lado del otro sin tocarnos.

Bajamos las escalerillas del hotel que van desde la piscina directamente a la playa.
Sentir la arena bajo mis pies ya cambia un poco mi estado de ánimo.
Aún dudoso, tomo la mano de Cass y ella se deja.
Elegimos un lugar y dejamos nuestras cosas a un lado de las reposeras blancas que se encuentran en todo el perímetro de la playa que pertenece al hotel y nos tumbamos en ellas.
Acomodo mis anteojos de sol porque a pesar de llevar mis lentes de contacto el reflejo del sol en la arena está lastimándome un poco.
Cass se incorpora en su lugar y me mira preocupada, apoya su mano sobre la mía.

- ¿Estás bien? ¿Te hace mal el sol?
- Molesta un poco.- Contesto tapándome con un brazo cruzado sobre mi rostro.

Retira su mano y me castigo por no ser más expresivo, por no aprovechar la oportunidad de acercarme un poco.
Sentirme vulnerable y frágil de alguna manera me molesta, me enferma y me recuerda que soy una cosa extraña queriendo vivir una vida de hombre.

Permanecemos en silencio un buen rato y luego Cass se quita su vestido para ir a nadar.

- ¿Venís?-
Tengo miedo del efecto que el agua de mar pueda tener en mis ojos y niego con la cabeza.

Cass se va alejando y me desplomo en mi amargura. Por más que intente olvidar mi condición, ésta no cambia.

Veo a Cass nadar en el agua y de verdad quisiera estar con ella, disfrutar del sol, el mar y la arena blanca.
Debería arriesgarme y ver qué pasa...
Tal vez si no dejo que el agua toque mis ojos no pase nada.

Camino hacia la orilla y mojo mis pies, pero noto que el reflejo del sol en el agua es peor aún que en la arena.
Me pongo de espaldas al mar para evitar tanto ardor, cuando veo bajar a Bruno Valhousen por las escaleras hacia la playa. Está enfocando su mirada directamente sobre Cass.
No sé si no me ve pero me ignora y camina hacia ella.
Tiene un bronceado de película y veinte horas como mínimo semanales en el gimnasio. Que hijo de... su madre.

Vuelvo a la reposera con un gran nudo en el estómago y mil ideas en la mente.
¿Le rompo la cara, lo ahogo en el mar o le hago tragar toda la arena de la playa?
Todas esas ideas me seducen bastante. Capaz las concreto una tras otra.

Desde el lugar los veo conversar y no me pienso quedar un segundo más viendo lo mucho que se acerca. Demasiado.
Que se me caigan los ojos pero yo voy a entrar al mar.

Vuelvo a caminar hacia la orilla y observo que se miden en una carrera de nado. Cuando salen del agua el desgraciado está casi encima de ella y le acomoda su cabello.
Lo voy a matar.

Caminando a través del agua me demoro más, desesperado por alejarla del idiota me zambullo y llego nadando rápidamente a su lado tomándola por la cintura antes de sacar siquiera la cabeza del agua.

- ¡Ahh...!- Cass se sobresalta.
- Te extrañaba.- Le digo antes de besarla como si se acabara el mundo.

- Hermosa tarde ¿No?- Escucho detrás mío.

Giro a ver a mi indeseado interlocutor y contesto con una sonrisa más falsa que billete de tres pesos.
- Soñada.
- Voy a nadar un rato.- Dice Valhousen alejándose.

Un pacto "Amor Y Sangre"  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora