13- Rescate

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Fabrizzio

Siento la boca seca.
Ya perdí la noción del tiempo que llevo encerrado entre estas paredes blancas.
Me pincharon y cortaron tantas veces que ya no sé qué parte del cuerpo es la que más me duele. Ni hablar del tormento al negarme a beber sangre.
Lo pensé y está decidido. Sólo son dos caminos: Negarme a cooperar como hasta ahora y morir con mi dignidad intacta o ceder a que me expriman hasta conseguir lo que buscan, tal vez sin sufrimiento físico, pero para finalmente morir de todos modos.
No va a ser por propia voluntad que me someta.
No sé si fue bueno o malo haber descubierto lo que pretendían... si hubiera perdido la voluntad como los otros con los que experimentan no me hubiera sentido responsable porque ni siquiera me hubiera dado cuenta.
Ahora es distinto. No me voy a rendir, no voy a morir como un animal sino como un hombre. Eso no me lo pueden quitar.

Una vez más entran al cuarto con una mesa alta rodante de acero inoxidable llena de bandejas del mismo material, agujas, bisturís, tablitas de vidrio y recipientes de distintos tamaños.
Lo primero que hacen es sacarme sangre. Después hacen un corte en cada uno de mis dedos y toman  muestras apoyándolos en las tablitas de vidrio.
Intentan darme sangre de beber en una jeringa y me niego una vez más.
Veo acercarse a Zaira que corriendo su cabello despeja su cuello ofreciéndomelo.
Aún lo siento latir, escucho el bombeo de la sangre al circular por sus venas y percibo su aroma de manera exagerada, pero ya no siento la presión de los colmillos tratando de emerger.
De alguna manera parece que fue menguando el efecto de la porquería que me hicieron. Si tengo suerte moriré siendo más hombre que vampiro.
Con un bisturí raspan mi espalda tomando muestras de piel. Vuelven a girarme aflojando algo las cintas de cuero con las que me sujetan a la camilla y veo como Zaira se hace una puntada con un tipo de aguja con mango y deja caer sangre sobre mi boca.
Intento mantenerla cerrada pero me fuerzan a abrirla. Hago una arcada intentando vomitar sin éxito y escupo todo lo que puedo recibiendo por eso un fuerte golpe.
Ya no sé si es el sabor de la sangre de Zaira o mi propia sangre la que siento en mi boca.
Estoy asqueado. Y cansado.

Hablan entre ellos.

- Necesitamos una muestra significativa.
- Tomala.
- ¿Sin anestesia?
- La contaminaría.
- Yo no puedo.

Ahora Zaira se dirige a mi.
- Voy a darte una última oportunidad. Si dejas de resistirte dejas de sufrir.-

Descubre una vez más su cuello y se acerca.
Giro mi cara hacia el lado contrario.
La mujer suspira profundamente y le habla al médico que aparentemente está al frente de todo. Tal como sospechaba Cass, se llama Máximo.

- Yo me voy. Toma la muestra. Dame tiempo para alejarme porque no soporto los gritos.
- Siempre tan sensible...- Dice Máximo con ironía.
Veo como se aleja hacia la puerta para finalmente salir por un pasillo vidriado.
Máximo toma de un cajón varios pares de cintas de cuero con hebillas y sujeta mi muñeca y mi antebrazo a una especie de apoyabrazos que hace sobresalir de la camilla, luego hace lo mismo entre mis rodillas y mis tobillos.

- Para que veas lo generoso que puedo ser, voy a empezar por lo que menos te va a doler. Con suerte te podrías desmayar y te ahorrarías de padecer el resto.-

Ni bien termina de pronunciar estas palabras, comienza a hacer un corte en mi pierna como si fileteara un trozo de carne.
¡Está loco!
Aunque quiero aguantar,  grito ante el terrible dolor que me provoca este auténtico carnicero y siento que de verdad voy a desmayarme.
Cuando veo el rostro de Cass detrás de él, comprendo que ya debo haber perdido el conocimiento y a pesar de estar en medio de un sueño el dolor no deja de atormentarme.
Siento un golpe brusco y veo a Máximo desplomarse.
Después de eso, oscuridad total.

Cassandra

Salgo del baúl del auto con el gancho extensor del criquet de hierro que encontré oportunamente entre las herramientas que guardaba Máximo en la caja.
Camino a una prudente distancia detrás de él y veo que entra a un cuarto saludando a alguien.
Escucho que conversan.
Es Zaira.
Por el momento decido quedarme escondida detrás de dos grandes tubos de oxígeno de color blanco, como casi todo el lugar.
Cruzan juntos el pasillo hacia otra habitación. Llevan una mesa quirúrgica.
Intento escuchar lo que dicen pero estoy demasiado lejos.
Se perciben ruidos metálicos y algunos quejidos. Luego escucho a alguien toser o ahogarse y enseguida un golpe.
Me acerco más y me apoyo en el hueco de la puerta de al lado de la habitación donde se encuentran.
Escucho claramente lo que dicen y se me congela la sangre al darme cuenta que están hablando de hacer pruebas dolorosas sin anestesia por no contaminar las muestras. Están completamente locos. Seguramente tienen a Fabrizzio y es de quien proceden los quejidos.
La mujer decide irse para no escuchar los gritos. Cínica.
Sale hacia el fondo del pasillo y desaparece por una de las puertas.

Un pacto "Amor Y Sangre"  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora