Fuego en el molino

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Después de todo, nuestra campeona estaba completamente segura de que el verdadero hogar se definía como el lugar en donde te aceptan tal y como eres, sin susurros a tus espaldas, sin criticas, sin tener que fingir que eres feliz. Sin embargo, Alicia estaba preocupada por lo que sucederá con su madre, pero el tiempo se hará cargo de todo y por lo tanto estaba más que feliz de saber que estaría con su amado Sombrerero.

Esa mañana la joven había despertado pero se sentía sola, en efecto necesitaba de la compañía de Tarrant. Llamaron a la puerta pero la campeona del Submundo suponía que se trataba de su querido Sombrerero, sin embargo sólo era la nívea reina quien llevaba una bandeja de plata con tazones de comida

-¿Majestad?-preguntó la joven-¿qué es todo esto?

-Tu desayuno querida-respondió la nívea reina

-Pero, ¿aquí?-dijo Alicia un poco incómoda mirando a sus costados

-Por supuesto, después de todo eres mi campeona, Alicia-asintió la reina

La joven enternecida, comenzó a desayunar. Tiempo después se dignó a bajar hasta el comedor real en donde se encontraban sus queridos amigos incluido su Sombrerero.

Y en tema del Sombrerero, él miraba a la joven sin cesar de sonreír y sus verdes ojos resaltaban un brillo único. Alicia se detuvo delante de Tarrant

-Buenos días mi Alicia-habló Tarrant besando el dorso de la mano de ella

-Tarrant-habló la nívea reina-¿puedo saber si terminaste con tu trabajo, querido?

-Por supuesto-asintió el Sombrerero-ahora vuelvo, debo ir por él

-¿Qué no está en tu oficina querido?-interrogó la magnificencia

-Temo que no-dijo el Sombrerero sin cesar de sonreirle a nuestra campeona-¿vendrías conmigo querida?

Tarrant tomó de la mano a Alicia y ambos salieron del blanquecino palacio y se dirigieron al molino del Sombrerer. En el que al parecer no estaba del todo estrecho a causa de muebles o algún paquete de sombreros

-Tarrant-habló Alicia incorporándose al Sombrerero y tono irónico-no veo ningún paquete de sombreros aquí

Tarrant se acercó a Alicia y con una sonrisa conversó

-¿No encontraste nada, querida?

-No está aquí-dijo Alicia mirando a Tarrant seria y en tono irónico-¿verdad?

Él por su parte rió tras el comentario de la joven por lo que ella rodó sus marrones ojos por poco y con sonrisa a lo largo de su rostro

-Entonces, si está en tu oficina

-Sí-dijo el Sombrerero, su mirada podría atravesar la mente de la joven-pero el motivo de venir hasta aquí no es por el paquete

Su comentario hizo extrañar a la joven de modo que con su ceño fruncido preguntó

-¿Y que hacemos aquí?-preguntó Alicia con suma curiosidad

El Sombrerero se acercó más a su rostro y en un susurró habló.

-Ya que no tienes idea de qué hacer conmigo, yo si la tengo mi pequeña-dijo el sombrerero.

Ese comentario formó una mezcla de emociones en Alicia, la joven no tenía idea de si reír o colorear sus mejillas. Así que sólo rió y miró al Sombrerero.

-Tengo curiosidad Tarrant-dijo la campeona.

Alicia habló con una perfecta sonrisa y el brillo en sus ojos resaltando mientras que sus brazos rodeaban el cuello del Sombrerero. Él dedicó una sonrisa de costado mientras que ataba la cintura de la campeona con sus manos y sus labios se unían en un apasionado beso. Alicia aún persistía asombrada debido al comportamiento de su sombrerero, increíblemente la había engañado de con astucia.

Las manos del sombrererero comenzaron a recorrer cada centímetro del cuerpo de su bella Alicia, hasta el punto de comenzar a deslizar por detrás la cinta del vestido de Alicia. Con delicadeza, sus labios de separaron para mirarse uno al otro. El Sombrerero comenzó a besar el cuello de la joven logrando que armoniosos sonidos salieran de sus labios.

Las mangas de la celeste prenda, comenzaban a descender por los brazos de la joven y las manos del sombrererero destacaban las curvas de la rubia dama mientras bajaba la dichosa prenda.

Finalmente cuando la prenda cayó, la dulce joven se vio ruborizada. Obviamente era la primera vez que ella se encontraba desnuda frente a un hombre, pero al saber que ese hombre se trataba de su Sombrerero, dejó la timidez de lado.

El sombrerero con sumo cuidado recostó a la joven sobre un pequeño sofá. Su cuerpo era tan frágil y terso, el sombrerero admiraba el bello cuerpo de Alicia debajo de él. Paseó su mirada por todo el desnudo cuerpo hasta llegar a la parte más íntima de ella, logrando que ella se ruborizara un poco más, así que el sombrerero volvió a probar esos rosados labios mientras acariciaba el áureo cabello y ella ubicaba su mano sobre la mejilla de él.

-Tranquila mi princesa. Lastimarte es lo que menos haré, tenlo por seguro-susurró el sombrerero cediendo una sonrisa.

Alicia asintió al perderse en esos inigualables ojos verdes. El sombrerero rosaba su nariz desde el cuello de Alicia, descendiendo hasta llegar a su vientre, en el que marcó tiernos besos para después volver a besar a su querida Alicia. Posó su mano bajo el seno de ella mientras que la joven comenzaba a desabrochar los botones de la camisa del Sombrerero.

Tarrant no resistía más y comenzó a masajear el seno de Alicia una vez más arrancando armoniosos gemidos de la campeona, lo que provocaba que se exaltara. De vez en cuando rosaba con sus uñas los pezones de la rubia, ella por su parte se sentía flotar mientras esos labios la besaban y esas manos acariciando cada parte de su cuerpo. Alicia bajó los pantalones de su amado Sombrerero, que por cierto, la estaba volviendo loca.

Al cabo de unos segundos entre besos y caricias, Alicia habló.

-Tarrant, por favor-habló la joven en un gemido.

-¿Por favor qué?-respondió él mordiendo levemente el cuello de la joven.

-Te necesito...dentro de mi-volvió a hablar la dulce campeona en un gemido.

Por lo que el Sombrerero cedió una sonrisa, se acomodó entre las cremosas y tersas piernas de ella.
El Sombrerero susurraba en
el oído de ella palabras de amor mientras se adentraba lentamente en ella, Alicia clavaba sus uñas sobre la pálida espalda. Esta vez los gemidos por parte de ella se emitían más fuertes, el Sombrerero finalmente acabó con aquello que obstruía su paso.

Quedando literalmente dentro de ella. Continuando con un suave vaivén. La joven ni siquiera era capaz de hablar debido a la maravillas que su amado Sombrerero le provocaba. Él aceleró el ritmo, teniendo el honor de seguir escuchando lo mucho que Alicia gozaba.

La joven acariciaba el pecho y espalda de Tarrant y si el ritmo aumentaba, arañaba levemente la espalda de su amado pelirrojo. Ambos se unieron en uno demostrando todo el amor que sentían uno por el otro.

Alicia: Guerrera Del País De Las MaravillasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora