Nos quedamos sentados en la mesa del restaurante hablando durante horas y horas. Tanto así que el mesero llegó.
—Muchachos, disculpen pero ya vamos a cerrar el local —dijo.
—Oh disculpa amigo —dijo Mario— ¿Qué hora es?
—Las 10 p.m.
—¿Qué? —dije sorprendida.
—Vaya, estuvimos acá desde las 3 de la tarde —dijo Lisa.
Todos reímos y luego salimos. Nos montamos en el auto de Lisa y ella nos llevó a casa. La primera en bajar fui yo.
Entré a casa, me puse mi pijama y me recosté sobre la cama de papá, su olor me daba algo de paz, sentía que lo tenía junto a mí, me quedé dormida allí.
AUTO DE LISA
—Oye Lisa, viste como me miraba Layla —dijo Mario emocionado.
—Sí, se nota que ella también debe sentir algo por ti —dijo Lisa— Creo que deberías animarte a confesarle tu amor.
—La verdad me dan ganas de hacerlo, aunque me lo impide el miedo de que me rechace —dijo Mario.
—Pienso que deberías decirle, no vaya a ser que cuando quieras ya sea demasiado tarde.
6:00 a.m.
Desperté temprano, debía ir al hospital a visitar a mi padre. Extrañamente nada raro había sucedido durante la noche, y así siguió durante toda la semana. Todos los días despertaba temprano, pasaba todo el día con papá en el hospital y por la noche volvía a casa a dormir, y llorar. Al parecer mis extrañas pesadillas habían terminado.Cómo ya había pasado la semana que me dio mi jefe, debía volver al trabajo. La verdad lo necesitaba, ser doctora es mi pasión y además eso me ayudará a mantener mi mente ocupada.
Cuando me aproximaba a salir de casa, en eso venía Ofelia, la vecina de al lado, de 48 años, era muy amiga de papá. Esa mujer nunca me dio buena impresión, sentía que escondía algo.
—¿Cómo sigue don August? Ya me hace falta ir a su relojería por las tardes a conversar con él —dijo bastante triste y con la voz entrecortada, aunque con una mirada algo extraña.
—Mal, doña Ofelia. Sigue en coma y no muestra reacción —dije seria.
—Que pena mi niña, ya verás que tu padre va a salir de esta —me dio un abrazo, sentía una mala vibra— Él siempre habla maravillas de ti.
Me despedí de ella y me subí a mi auto y maneje hasta llegar al hospital. Apenas llegué lo primero que hice fue ir saludar a papá. Estuve con él unos 5 minutos, pero el trabajo me llamó, hoy tenía 2 cirugías.
8:30 p.m.
Al fin terminé, estaba súper cansada por lo que fui a la sala de descanso. Entré y allí estaba Mario.—Hola Layla, te estaba esperando —dijo Mario, se puso de pie.
—¿A mí? ¿Para qué? —sonreí.
—Bueno, es que, —vi como sudaban sus manos— quería invitarte a cenar. ¿Qué dices?
La verdad no me caería nada mal, casi no había comido nada en todo el día.
—Claro, sólo deja que vaya por un poco de agua y regreso —dije.
Regresé y nos fuimos.
Estuvimos caminando durante unos minutos bajo la estrellada noche de ese día, el viento soplaba fuerte, lo que hacía que todo mi cabello se moviera como las hojas de un árbol. Entramos al centro comercial a observar un poco.—Te ves muy linda hoy, Layla —me dijo Mario.
Solo sonreí, no supe que decir, mi corazón latía fuerte y en mi estómago sentía un cosquilleo que me provocaba sentirme rara. ¿Me estaba enamorando de Mario?
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Tanburg
Science Fiction¿Te imaginas poder vivir en un mundo que realmente no existe? Layla Watson, de veinte años, es una joven doctora cirujana. Vive con su padre August, de cincuenta años, un reconocido escritor de los años ochenta que actualmente tiene una relojería en...